Por Leonel Herrera*
El pasado fin de semana ocho niños y adolescentes de la Comunidad “Amando López”, en el Bajo Lempa, fueron capturados, privados de libertad, maltratados físicamente y torturados psicológicamente, luego de presentar -en la escuela donde estudian- una obra de teatro popular que criticaba la represión y el militarismo.
Gracias a la presión de familiares de los detenidos y de comunidades eclesiales de la zona, y a la denuncia retomada por medios informativos y por organizaciones ciudadanas y activistas en redes digitales, los detenidos ya fueron liberados; pero el reprobable acontecimiento confirma claramente tres cosas que caracterizan al régimen de Nayib Bukele: la creciente arbitrariedad y abuso de autoridad, la consolidación de la militarización y la “prohibición de la memoria histórica”.
Sobre la arbitrariedad y abuso, vale decir que las capturas fueron totalmente ilegales porque no había ninguna orden de detención ni cometimiento de delito alguno por parte de los detenidos, ni tan siquiera la sospecha de pertenencia o vínculos con pandillas, el argumento fácil de las detenciones realizadas en el marco del actual estado de excepción. En tal sentido, el hecho confirma el modus operandi de la “nueva legalidad” impuesta por el “bukelismo” que eliminó el principio de presunción de inocencia, el debido proceso y las garantías judiciales.
Así se han efectuado miles de capturas documentadas por organizaciones como CRISTOSAL y medios como El Faro. En una reveladora investigación, el semanario digital demostró la arbitrariedad extrema y los dudosos criterios para las detenciones del régimen de excepción, entre los cuales están: la “apariencia sospechosa” de los capturados y que éstos se mostraran “nerviosos” al momento de su detención (https://elfaro.net/es/202208/
En relación a la consolidación del militarismo, es revelador que las detenciones en el Bajo Lempa las realizaron sólo militares, ya sin la presencia de elementos de la Policía Nacional Civil (PNC). En otros casos actúan conjuntamente policías y soldados, pero en esta ocasión fueron exclusivamente militares. Esto muestra que la PNC ha sido desplazada (además de desnaturalizada, manipulada e instrumentalizada) y su función ahora la asumen directamente las Fuerzas Armadas, lo cual representa un peligroso avance en la consolidación del militarismo: un regreso al oprobioso pasado de represión militar.
Lo anterior es consecuente con la apuesta de Bukele por devolver a los militares el protagonismo, la beligerancia política y la impunidad legal que les fue proscrita por los Acuerdos de Paz, los cuales redefinieron el papel del ejército a la defensa de la soberanía nacional y al auxilio de la población en situaciones de desastres. Las Fuerzas Armadas vuelven a ser fuerzas de seguridad del Estado.
Y sobre la “prohibición de la memoria histórica”, es todavía más inquietante que los niños y adolescentes del Bajo Lempa hayan sido detenidos por presentar una obra artística que advertía sobre los peligros del militarismo. La prohibición parece ir en dos sentidos: “no se puede criticar a los militares” porque son principales aliados del gobierno y “no se debe recordar la historia” porque el régimen bukelista está creando una nueva historia o reescribiéndola a su conveniencia política.
Esto es parte del “negacionismo histórico” del “bukelismo”, según el cual la guerra civil y los Acuerdos de Paz “son una farsa” (https://elpais.com/
El “discurso negacionista” y la “reescritura de la historia” también justifican una narrativa violenta y confrontativa contra periodistas, académicos, activistas, políticos, religiosos, empresarios y ciudadanos críticos, a quienes acusa de oponerse a la “nueva era democrática” y de “querer volver al pasado”.
Ojalá la arbitrariedad extrema, la consolidación del militarismo y la “prohibición de la memoria histórica” que se expresan claramente con las detenciones en el Bajo Lempa hagan reaccionar a quienes aún no quieren reconocer la deriva autoritaria y dictatorial que lleva aceleradamente el régimen “bukelista”. Especialmente a quienes, por su desencanto con gobernantes del pasado o en su buena fe, le creyeron a Bukele la promesa de que sería diferente a sus antecesores.
Lo sucedido en el Bajo Lempa debería encender las alarmas a la población democrática y despertar las conciencias que aún están adormecidas por la propaganda gubernamental. Una respuesta oportuna al abuso, el militarismo y la prohibición bukelista de la memoria debería ser la realización de cientos o miles de obras de teatro contra el militarismo en todas las comunidades del país y su difusión masiva en medios y redes sociales, como gesto de solidaridad con las comunidades del Bajo Lempa y como muestra de rechazo a esta barbarie que avanza indeteniblemente.
Queda la propuesta.
*Periodista y activista social.