Salvador Ventura
La distorsión de las informaciones, click la manipulación de los hechos y los comentarios tendenciosos ya son una característica y un estilo de hacer periodismo en El Diario de Hoy, ed tal como el autoritarismo, la corrupción y el nepotismo fue la forma general del ejercicio del poder de los cuatro gobiernos de Arena.
No es una simple coincidencia el atacar y deformar la realidad pues El Diario de Hoy, los dirigentes de Arena, las cúpulas empresariales, los tanques de pensamiento como FUSADES, los llamados Aliados por la Democracia, y cuatro magistrados de la Sala de lo Constitucional, comparten una agenda común para desestabilizar y generar ingobernabilidad.
En el editorial del viernes 14 de noviembre, El Diario de Hoy afirma: “Tener el poder, el poder económico, el poder de los medios de comunicación, a beneficio del pueblo salvadoreño es lo que se proponen dos figuras del comunismo, que el martes conmemoraron(…), las muertes y destrucción de la ofensiva Hasta el Tope de 1989”.
Le recomendamos al señor director repasar la triste historia de este país o al menos leer el libro Los fundamentos económicos de la burguesía salvadoreña, escrito por Eduardo Colindres, donde se dan nombres de las familias dueñas de la tierra, sus fortunas y la forma cómo las obtuvieron.
El FMLN ha conquistado el gobierno por voluntad de la mayoría de la población y está realizando obras de gran beneficio para las mayorías poblacionales y no para “oprimir, amordazar a los opositores, el poder para encarcelar y fusilar y convertir un territorio en un enorme campo de concentración, generar hambre y multiplicar a los pobres…”
Por ventura no existirá un asesor o un editor en este medio de publicidad o de propaganda para enmendarle la plana o al menos sugerirle al editorialista no falsificar los hechos y la misma desgarradora historia de este país sometido por más de 190 años a la opresión, la marginación y la sumisión por parte de una clase privilegiada.
El director de este medio miente impunemente además de tratar de imponer hechos que no corresponden a la realidad de este país como afirmar “el poder económico es otra cosa, pues no está concentrado en un lugar, en una persona, en una estructura como para usurparlo…” como dicho está miente y cínicamente trata de falsificar la realidad.
De hecho, está defendiendo sus propios intereses pues la familia Altamirano desde hace unos años es miembro de ese exclusivo grupo de las 20 familias (G-20) con fortunas superiores a los $200 millones, por demás está decir que en los cuatro infames gobiernos de Arena, aumentaron los millonarios y creció la extrema pobreza.
Con los gobiernos del FMLN, le cuesta al señor director asimilar esta realidad, la pobreza disminuyó del 40% al 29%, como lo reconocen los mismos organismos internacionales como el Programa Mundial de Alimentos, el PNUD y la CEPAL, además de un aumento sensible en la inversión social y reducción de la desnutrición.
En reiteradas ocasiones le hemos señalado al director de este medio de publicidad o propaganda, menos de difusión, las tres palabras: verdad, lealtad y libertad como una síntesis del contenido de todos los códigos profesionales “de todas las leyes sobre la prensa” y de las exigencias de la conciencia profesional.
No se trata de no criticar la gestión de un gobierno, para eso existe la plena libertad de expresión y de prensa, hablamos de no alterar o distorsionar la verdad, de no engañar a las personas, en su caso particular a sus lectores, una cosa es señalar los errores y otra muy distinta mentir de manera deliberada.
El mismo periodismo o la ética profesional establecen los límites para publicar determinado comentario o noticia, si el presidente Sánchez Cerén, ha logrado éxito en su gestión para lograr protección a los derechos humanos de los niños migrantes no acompañados, debe decirse con exactitud y no tratar de escamotear o distorsionar la realidad.
El periodista que por razones de odio ideológico falsifica o manipula los hechos de forma descarada, ha fracaso en su tarea de informar o comentar pues deja la ética y la conciencia profesional a un lado y privilegia los antivalores morales como la mentira, la difamación y la calumnia para defender o sostener sus particulares intereses.