Alma Vilches
@AlmaCoLatino
“La misión de Monseñor Romero es que el pueblo salvadoreño sea verdaderamente hijo de Dios, por eso fue todo su esfuerzo y labores, como hijos de Dios apuntar al cielo, pero con los pies muy firmes en la tierra”, fue el mensaje principal durante la misa celebrada en la Cripta de Catedral Metropolitana, por el sacerdote Nelson Menjívar.
Monseñor Romero desde su fe aprendió a obedecer, como Cristo en el sufrimiento, desde su juventud había educado su alma para hacer de sí mismo una entrega libre y amorosa a Dios, aprendió a vivir como quien muere cada día de amor, hasta morir de verdad ayudando a vivir a los demás.
Menjívar dijo que esa ha sido la misión de todos los hombres cristianos a lo largo de los tiempos, aunque muchas veces las personas se aferran más a las cosas terrenales y dejan de ver al cielo, sin embargo, eso no quiere decir ser personas desentendidas de la tierra para vivir en una nube.
“Que al finalizar la misa no salgamos indiferentes, sino con esas ansias de querer seguir anunciando a ese Dios que nos salva, no simplemente por un mandato de obligación, porque cuando a alguien se le obliga lo hace de mala manera. Cristo ha cambiado nuestra vida por eso debemos anunciarle, para que el siga actuando en más personas, obrando y transformando a todos los hombres”, manifestó.
El religioso exhortó a cumplir el llamado de Jesús, de ir por el mundo y hacer discípulos de todas las naciones para que crean en él, ha mandado a predicar el evangelio a viva voz y a través de la vida de cada uno, sobre todo anunciarlo desde el lugar donde se desarrolla.
“Podríamos preguntarnos cuánto creo que Jesús está a mi lado verdaderamente y cuánto le he creído a esas palabras en los momentos de angustia y desolación”, destacó durante la homilía.
Durante la misa dominical la feligresía recordó el octavo aniversario de la beatificación de Monseñor Romero, quien en 1979 se refirió a la “Beatificación” como la gracia y el honor de merecer los altares y ser puesto como modelo de virtud en todo el mundo.
El 24 de marzo de 1990 se dio inicio a la causa de canonización de Monseñor Romero, en 1994 se presentó de modo formal la solicitud para la canonización; el 3 de febrero de 2015 el Papa Francisco aprobó el decreto donde fue reconocido por la iglesia como mártir por odio a la fe.
Monseñor Romero fue beatificado el 23 de mayo de 2015 en la plaza Salvador del Mundo por monseñor Angelo Amato en representación del Papa Francisco, durante una ceremonia memorable.