Por Laurent Lozano/John Davison
Jerusalén/AFP
La tensión se ha disparado en Jerusalén, después de que la policía israelí matase el jueves por la mañana a un palestino sospechoso de haber tiroteado horas antes a un ultranacionalista israelí.
Las autoridades israelíes han decidido cerrar hasta nueva orden la Explanada de las Mezquitas, un gesto que ya ha sido calificado por el líder de la Autoridad Palestina, Mahmud Abas, como «declaración de guerra» al pueblo palestino.
El acceso a este lugar sagrado, epicentro de la tensión, había sido restringido en varias ocasiones en los últimos días, pero hasta ahora no se había cerrado completamente.
En la mañana del jueves, continuaba el ya habitual intercambio de piedras y granadas entre los agentes israelíes y jóvenes palestinos en los barrios de Abu Tor y Silwan, donde hay altercados desde hace una semana.
Los disturbios se producían cerca del lugar donde la policía había matado unas horas antes a Muataz Hijazi, sospechoso de haber disparado mientras circulaba con una moto contra un israelí militante de la extrema derecha, Yehuda Glick, de unos 50 años, que resultó gravemente herido.
«El palestino, que era el principal sospechoso del ataque del miércoles por la noche, fue eliminado en su domicilio en el barrio Abu Tor de Jerusalén por una unidad de las fuerzas especiales de la policía tras un tiroteo», indicó a la AFP el portavoz de la policía Micky Rosenfeld.
Según la radio pública israelí, Hijazi había pasado diez años en prisión por «actividades terroristas».
El estatuto como línea roja
Glick, colono y rabino ultranacionalista que milita desde hace años por que los judíos puedan orar en la Explanada de las Mezquitas, ha sido expulsado de allí en varias ocasiones por la policía israelí.
Su reivindicación, que ha ido ganando adeptos en los últimos meses, se ha convertido en el principal motivo de confrontación de los últimos meses en Jerusalén-Este, la parte palestina de la ciudad ocupada y anexionada por Israel.
Pero el estatuto de la Explanada de las Mezquitas, lugar santo del judaísmo y del islam, constituye una línea roja para los palestinos.
Los musulmanes temen que el gobierno israelí autorice a los judíos a rezar allí, cosa que no han podido hacer hasta ahora. Sospechan que un permiso semejante sería el primer paso para destruir las mezquitas, en vistas a construir el tercer templo judío.
Pese a las continuas negativas del primer ministro israelí Benjamín Netanhayu de querer cambiar el statu quo, la desconfianza crece por momentos y la decisión de las autoridades hebreas de cerrar este lugar santo un día antes de la oración del viernes, confirma esa suspicacias.
‘A sangre fría’
«La policía llegó para arrestar al tipo que había tiroteado a un rabino, se han disparado los unos a los otros y los altercados han venido después», explicaba Mahmud Bazlamit, de 18 años.
Muataz Hijazi habría sido abatido en un tejado, según los testigos, que oyeron tiros cerca de las seis de la mañana.
«Ha sido un asesinato, pura y llanamente. Lo han matado a sangre fría», afirmaba otro vecino bajo el anonimato.
En los últimos meses se han multiplicado los enfrentamientos, las provocaciones y los disturbios en los barrios del este de Jerusalén, pero estos subieron un tono más el 22 de octubre, cuando un joven palestino de Silwan atropelló a varios israelíes, matando a un bebé y a una mujer, y posteriormente fue abatido por la policía.
Las protestas durante el entierro del joven y las que podrían venir en los próximos días, junto a la tensión acumulada por la guerra de Gaza en verano y el incremento de las colonias israelíes, están contribuyendo a crear una olla a presión que hace temer la llegada de una tercera Intifada.