-EL LENGUAJE DEL ALMA—
Carlos Seijas, F.R.C. (2)
(De la Revista El Rosacruz, Abril-Junio de 2008)
Ante todo, un fraternal saludo de Año Nuevo a nuestros lectores
Al volver a las actividades normales en el comienzo del Nuevo Año 2018, las autoridades del Centro Cultural Rosacruz AMORC San Salvador presentan un saludo fraternal a todos los lectores de esta sección cultural, deseando que el nuevo ciclo en la vida de la Humanidad, la familia salvadoreña alcance la paz tan anhelada, que cese la cruel violencia contra el prójimo, y pueda así avanzar en el sendero del progreso y la prosperidad.
Presentado este saludo, retomamos el tema que encabeza esta columna, y que al final de la parte anterior se expuso que “La musicalidad sacrifica sus posibilidades en el mundo del silencio inmanente para llegar a ser realidad”. En esta segunda parte, se continúa exponiendo que “Sin ese sacrificio, el sonido permanecería siendo sonido. Y si el sonido no acepta ser ordenado, degenera en ruido. La cualidad de la música es eterna. El sonido y las maneras de organizarlo varían en las diferentes culturas, tiempos y lugares. Existe el sonido del sonido, los esquemas del sonido, el esquema del esquema, y la calidad del esquema. También existe el sonido de la cualidad, el esquema de la cualidad y la cualidad misma”. Y continúa así:
En relación al canto, desde la canción de cuna, pasando por el canto gregoriano, hasta la música coral moderna, el ejercicio de la voz produce una serenidad y un poder que van más allá de las palabras usadas. Las frecuencias altas dan energías y recargan a los oyentes. Los cantos gregorianos son equivalentes al “pranayama” (yoga respiratorio). El oído medio contiene mayor número de receptores para los sonidos de alta frecuencia que para los de baja, y los transmite a la corteza del cerebro bajo la forma de una carga de energía. La corteza distribuye esta energía a través del cuerpo, armonizando todo el sistema e impartiendo un dinamismo mayor a la totalidad del ser humano.
La estructura en la Escala Musical
La diversidad y proliferación de notas es inmanejable sin una estructura que la sostenga. Esta estructura no tiene que ser necesariamente una estructura musical; puede ser arbitraria, no musical o aleatoria. Si la estructura es arbitraria, sentimos la ausencia de presencia: es la música no-musical. Si la forma musical está determinada por la oportunidad en vez de la intención, reconocemos la música no-intencional. Si es intencional pero aún no-musical, sentimos la ausencia de musicalidad. La forma puede ser natural o no. Si es natural, puede ser orgánica o inorgánica; si es no-natural, es ajena a nuestra naturaleza.
La vida musical de cualquier cultura adopta sus propios principios para dar orden a la profusión de sonido. Estos principios de organización reflejan la naturaleza de la cultura, junto con servir para expresar esta naturaleza, ya sea intencionalmente o de otra manera. La noción de correspondencia implica que podemos conocer solo que es parte de nosotros. Si vemos el acto de la música como una unidad, en la cual no hay separación real sino solo aparente, deberíamos deducir que hay algo inseparable en la naturaleza del músico y de la música.
La difusión de la música de Mozart a todo nivel cultural o de edad se explicaría por el hecho de que empezó a tocar y a componer desde la primera infancia. Él incorporó sus ritmos psicológicos a la música antes de estar expuesto a la impresión de los ritmos del lenguaje. Puesto que los ritmos psicológicos son más universales que cualquier lengua particular coherencia étnica, la música de Mozart está impregnada de una resonancia humana fundamental. La pregunta del música practicante es: ¿cómo puedo experimentar esta unidad esencial por mí mismo? Esto lo lleva a uno a una disciplina. El músico tiene tres disciplinas: la de las manos, la de la cabeza y la del corazón. Las tres son, en realidad, una. La disciplina empieza con la adquisición del oficio, y el oficio empieza con la obediencia. Si somos afortunados, nuestro instructor será un artesano de la música.