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LA MÚSICA DE LAS ESFERAS

-EL LENGUAJE DEL ALMA—
Carlos Seijas, F.R.C. (8)
(De la Revista El Rosacruz, Abril-Junio de 2008)
Aspecto espiritual de los cinco sentidos físicos

En el último párrafo de la entrega anterior se decía: “los derviches son penetrados completamente al nivel físico, al nivel emocional –lloran a menudo— y al nivel imaginativo: están verdaderamente en otro mundo, la música los hace pasar a otro universo. Tal es la finalidad”. Ahora continuamos así:

Cuando los sufíes han pasado a ese otro universo, ellos pueden tener visiones, revelaciones de conocimientos, del espacio, del sonido, todos los niveles del Ser son evocados al instante; es por eso que se llega más fácilmente a una experiencia de totalidad. La tesis que sostiene la música espiritual en todo el Islam, desde los primeros textos sufíes hasta los últimos maestros contemporáneos –y hay unanimidad en este punto— es que existen sentidos espirituales. Hay así una vista del alma, un oído del alma, un gusto, un olfato, un tacto del alma; por eso es que ciertos milagros dejan trazas concretas. Y así como existe un intelecto que nos permite conceptualizar, existe un intelecto del alma que domina todo esto. Si estos sentidos espirituales existen, existe también un mundo espiritual que se puede ver, escuchar, respirar, tocar. Esta tesis es uno de los pilares de la cultura iraní. El Paraíso era el jardín de los reyes. En toda la cosmología persa se encuentra este intermundo de formas y hechos sensibles, pero inmateriales. Los neoplatónicos del Renacimiento conocían esto muy bien. Como Marcelo Ficino, un esoterista neoplatónico veneciano, que había establecido una especie de teúrgia: tocando el violín, quemando inciensos, concentrándose en las vibraciones de ciertos planetas, él llegaba a fundirse con la entidad metafísica del planeta. ¡Todo esto en pleno Renacimiento!

Una imagen abstracta de la espiritualidad

Más adelante se suprimió todo lo que podía producir una apertura espiritual demasiado sensible. Occidente ha caído en el materialismo y, como compensación, se ha creado una imagen demasiado abstracta de la espiritualidad, separando radicalmente el espíritu del cuerpo. Y la música, en mayor grado que las otras artes, se sitúa justamente entre esos dos dominios, en las regiones del alma, de los sentidos interiores, de lo imaginario. Desde hace largo tiempo la música llamada clásica no se contacta sino con el intelecto; y esto también ocurre a menudo en Oriente. Esta supresión se efectuó en varias fases; pero en el siglo XIX todo quedó consumado. La música popular comienza su agonía; cae en el olvido toda la música del siglo XVIII y la anterior; los secretos de interpretación se pierden. Y para compensar esta declinación, se resucita una tradición muerta, el canto gregoriano, pero completamente despojado, endulzado, etéreo, para no dar por ningún motivo la impresión de una influencia sobre el cuerpo y sobre la emoción. Hablando de la inspiración, esta es siempre importante en Occidente. Se espera de un intérprete que esté inspirado. Este problema no se plantea evidentemente con la música electrónica o los “objetos musicales”, a propósito de los cuales se puede hablar en rigor de inspiración en la concepción.

Por otra parte, la inspiración ha cedido el paso a la técnica, al espectáculo. Los artistas orientales, como los griegos, consideran que ellos están sumergidos en una atmósfera donde flotan sonidos musicales –ese mundo imaginario del que hablábamos— y que basta con captarlos. Pero entonces la inspiración significaría estar en otro estado, trascenderlo todo. Cuando se llega a ese estado de inspiración, se entra de golpe en la significación de una pequeña frase melódica. Ella habla y se siente que está viva de una manera diferente a la habitual. Entonces uno entra en sí mismo y esa frase nos lleva hacia otra y se siente la posibilidad de desarrollar algo nuevo.

Llega un momento, con ciertos instrumentos en particular, en que el ejecutante siente que no es él quien está produciendo la música; ella actúa por sí sola. Muy a menudo es la mano la que piensa, ella lo hace.

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Por Ralph M. Lewis, F.R.C. (Pasado Imperator de la Antigua y Mística Orden Rosacruz AMORC, …