Hugo Fajardo Cuéllar*
Como es tradición todos los 24 de diciembre de cada año, en las sociedades de tradición Judea cristiana se celebra la navidad. Palabra que proviene del latín Nativitas, que significa: Nacimiento; por lo que dicha tradición consiste en un acto para recordar y meditar sobre el nacimiento del niño Jesús, en la ciudad de Belén y su importancia para reflexionar en el sentido espiritual del aquí y ahora de nuestras vidas, como una pausa en el devenir de nuestra existencia.
En El Salvador, la tradición de celebrar la navidad se ha mantenido desde sus inicios, por muchos años, pero por primera vez en la historia de dicha tradición, la navidad se celebrará en medio de un régimen de excepción, el cual suprime por decreto legislativo el goce de algunos derechos fundamentales que, le son inherentes a toda persona, y que desde el mes de marzo del 2022 se ha venido prorrogando, a tal grado que a mediados de diciembre la Asamblea Legislativa aprobó la novena prorroga de dicho régimen.
Dentro de ese contexto, vale la pena plantear algunas reflexiones sociológicas sobre lo que significa celebrar la navidad, en una sociedad como la salvadoreña, en la cual se impuso un régimen de excepción que al juzgar por los hechos, llegó para quedarse por tiempo indefinido, y que ha sometido la vida de todos los salvadoreños a los dictámenes de un régimen autoritario, que bajo la justificación del combate a la delincuencia pandilleril, lo cual no se niega que sea algo necesario para nuestra sociedad, pero que su implementación ha suprimido gran parte de las condiciones básicas que garantizan una convivencia democrática.
Vallan entonces las siguientes reflexiones sociológicas, sobre la navidad en El Salvador, en medio de un régimen de excepción que aún sigue prorrogándose.
La navidad, es un tiempo que nos invita a todos y todas a meditar sobre la importancia del amor, la paz y la felicidad, como pilares fundamentales que dan sentido a nuestras vidas. Esos pilares solo se pueden edificar y fortalecer, en una sociedad que propicie las condiciones necesarias y suficientes para el desarrollo de una convivencia democrática, en donde haya respeto a las diferencias sociales y políticas y se genere un clima de armonía y cooperación entre los diferentes sectores para la construcción de una sociedad con mejores condiciones de vida para todos.
La navidad, es tiempo para el amor, pero no en el sentido romántico y tradicional del término, sino del amor en su sentido cristiano, es decir, el amor `por el prójimo que nos enseñara Jesucristo, el rabí de Galilea, para ayudar al necesitado y compartir con los más pobres y humildes. Esos pobres, sobre todos aquellos que han sido encarcelados sin deber nada, quienes hoy en tiempos de régimen de excepción son los que más sufren y pagan las consecuencias de la aplicación de dicho régimen, que solo persigue a los descalzos, pero no es aplicable a los delincuentes de cuello blanco o vinculados a las esferas del poder.
También la Navidad es tiempo para reflexionar sobre la Paz, pero no la paz, solo como ausencia de guerra, ni como resultado de un régimen de excepción que impone violencia y sometimiento de toda la población, ante la institucionalización de la violencia del Estado. Sino la verdadera paz, cimentada en la justicia social y económica, en donde existan salarios y pensiones verdaderamente dignos, y una paz fundada en la libertad de la persona humana, que le permita sentirse tranquila y segura en la sociedad en que vive.
Finalmente, y aunque hay mucho más que reflexionar sobre la navidad, hay que decir que esta época del año, aunque no es la única, es una de las más propicias para experimentar la felicidad, no solo por ser los últimos días del año, sino `porque es un espacio de tiempo especial que nos invita a meditar sobre el nacimiento del hijo de Dios que se hizo hombre entre los humanos y sacrificó su vida por la humanidad, para que esta luche por liberarse del pecado y busque incesantemente la felicidad.
Es decir, se trata de la verdadera felicidad, que no se encuentra en la fantasía de la vida cotidiana, en la que las muchedumbres se afanan comprando muchas cosas en el mercado y celebrando fiestas por doquier, más allá de lo realmente necesario, sino la felicidad que solo se encuentra en el reencuentro con el Dios que habita y palpita en cada uno de nosotros y que nos permite ser realmente feliz no solo conmigo mismo sino con los otros y sobre todo con las más débiles y necesitados.
Que el Amor, la Paz y la Felicidad prevalezcan en los corazones de todos los salvadoreños, en esta navidad y el año venidero, para lo cual es justo y necesario el cese inmediato del régimen de excepción, el cual debe dejar de ser la regla, por estarse prorrogando cada fin de mes sin saber cuándo va a terminar; de tal manera que si Monseñor Romero estuviese vivo, lo más probable es que les dijera a los dirigentes del gobierno: “En el nombre de Dios y de este pueblo, les pido, les ruego, les ordeno, cese el estado de excepción”. Solo así se tomará al camino de la verdadera paz, justica y felicidad para las grandes mayorías de la sociedad salvadoreña.
* Sociólogo y Abogado, Master en Derechos Humanos y Educación para la Paz, Catedrático a tiempo completo en la Universidad de El Salvador, Facultad Multidisciplinaria de Occidente.