Alexander Pineda
@DiarioCoLatino
A diez días de iniciada la cuarentena, centenares de salvadoreños que se dedican a vender distintos productos en las calles de San Salvador ha vuelto. La razón es común: la necesidad. Ayer, el flujo de transeúntes parecía mayor.
Antes de las diez de la mañana de este martes, agentes de la Policía Nacional Civil (PNC), en las afueras de la Biblioteca Nacional intervinieron a un grupo de unos cinco vendedores ambulantes, la indicación era común a todos: vayan a sus casas.
Uno de estos vendedores es Manuel de Jesús Ruiz, quien con una improvisada caja de madera con compartimentos vende dulces y cigarros, mientras un agente policial le llenaba un formulario para posteriormente trasladarlo hacia su lugar de residencia, como dispone el nuevo decreto de Régimen de Excepción. El hombre comentaba que tras más de una semana necesitaba salir a generar ingresos, pues debe pagar 50 dólares mensuales de arrendamiento en el lugar en el que vive.
“¿Quién me va a dar de comer en la casa si soy solo yo, si no salgo a vender no es nadie conmigo”, dijo Manuel de Jesús, quien pocos minutos después subió a la patrulla policial que lo llevaría a su vivienda en un suburbio al sur de San Salvador, con él, iban al menos cuatro comerciantes más.
El jefe de seguridad pública de la Delegación Centro de San Salvador, Álvaro Ortiz explicó que el procedimiento estaba enmarcado en la Ley de Restricción de Derechos Constitucionales Concretos para atender la pandemia COVID-19, que a partir de este lunes 30 de marzo suspendió los derechos de libre tránsito, libre reunión pacífica y de no cambio de domicilio a la ciudadanía, y prohibió a las fuerzas de seguridad pública que llevaran a ciudadanos a sedes policiales por incumplir el confinamiento obligatorio.
El jefe policial dijo que la PNC pretende persuadir a la población de evitar las aglomeraciones. Desde este lunes, la afluencia de personas en el centro capitalino parecía haber incrementado y ayer (martes 31 de marzo), también podía verse en las calles de San Salvador un mayor número de personas y automóviles transitando.
Cuadras más arriba, una vendedora de verduras explicaba que las horas de la mañana son aprovechadas por la población para hacer compras. Y que alrededor de las dos de la tarde, el centro de San Salvador se va tornando desierto. Antes del mediodía el centro comenzaba a vaciarse, había fuerte presencia policial y militar, se encontraban abiertos supermercados, farmacias, ventas de productos lácteos.
Carolina, quien se dedica a vender pomadas cerca del parque Bolívar, relató que la necesidad de subsistir es más grande que el miedo a enfermar, esta vendedora ambulante de medicamentos quedó excluida del listado para acceder al subsidio de $300 ofrecido por el gobierno ante la emergencia por COVID-19.
“Tengo veinticinco años de andar vendiendo en la calle, si tuviera quien me diera un ‘cinco’ yo me quedo en la casa, ya me quedé ocho días encerrada en la casa y hay que salir a rebuscarse, mi esperanza era que me saliera algo ahí (con el subsidio)”, comenta la comerciante de 53 años, y agregó que comprende el actuar de las autoridades en vista de la emergencia.
Sobre la calle Rubén Darío, cerca del Palacio Nacional, policías inspeccionaban el cierre de una venta de ropa y exhortaban a los vendedores a retirarse. La anormalidad de la actividad comercial deja ver cada vez más sus efectos.
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