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La necesidad urgente de una economía global solidaria

German Rosa, malady cialis s.j.

Cada noche se vive una preocupación en nuestros barrios marginales de El Salvador, de Centroamérica, o de cualquier parte del mundo donde se sufren situaciones dramáticas de pobreza. Las noches son eternas cuando no se puede dormir y la angustia invade hasta el último poro más recóndito del cuerpo de quienes experimentan esas realidades.

El sueño de los justos

Apenas se puede dormir porque se piensa en lo que va a ocurrir al día siguiente. “Debo pagar la luz, el agua, la cuota de alquiler de la casa pero no tengo dinero; tengo que comprar los frijoles y las tortillas y no me alcanzó el salario; debo pagar la colegiatura de mis hijos y estoy desempleado(a); estoy enfermo y no puedo comprar las medicinas o tengo a mi mujer enferma y no puedo llevarla al médico, porque en los hospitales públicos vivimos tal precariedad que nos dan el diagnóstico, pero no hay medicina; tengo que comprar los zapatos pero no me ajustó el salario, etc…”. Este es el sueño de los justos. Lograr sobrevivir y salir adelante a pesar de las situaciones tan precarias que se viven en nuestros barrios marginales, nuestros cantones, nuestros pueblos y ciudades realmente es un milagro de Dios.

Esta es una realidad dramática que viven más de dos mil millones de personas que tienen un ingreso de 2 dólares al día. Como dice nuestra gente en las situaciones de necesidad o situaciones de sufrimiento: “Empieza Cristo a padecer”. Cristo padece en todos los seres humanos que viven estas situaciones inhumanas.

La pobreza se vive en Centroamérica pero también en África: “en el África subsahariana el número de personas extremadamente pobres en 2010 (414 millones) era el doble que en 1981 (205 millones)” (Banco Mundial, abril de 2013, The State of the Poor: Where Are the Poor and Where Are They Poorest?, en http://goo.gl/Vue9Ju, visitada en noviembre 2015).

A pesar del sueño de que disminuya la pobreza y se logre una mayor igualdad en el mundo, este problema es tan grande que poco avanzamos en el tema. En 1995 el 89% del Producto Mundial Bruto le correspondía al 25% que constituye el sector más rico de la población mundial, mientras que al 75% de la población mundial le correspondía solamente el 11% restante. La situación es más dramática cuando nos damos cuenta que al 25% más pobre le correspondía tan sólo el 1,43% del Producto Mundial Bruto (Cfr. Luis González Carvajal. Entre la Utopía y la Realidad. Curso de Moral Social, Editorial SAL TERRAE, Santander, España, 1998, pp. 135-136).

Después de muchos años, nos damos cuenta con mucha preocupación que las dinámicas económicas globales no van en la dirección de acabar de una vez por todas con la miseria del mundo: “en 2015 alrededor de 800 millones de personas (uno de cada nueve habitantes de la tierra) no disponen de alimentos suficientes para llevar una vida sana y activa. La inmensa mayoría de quienes pasan hambre vive en países en vías de desarrollo, en los que el 12,9% de la población está infra-alimentada” (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), 2015, El estado de la inseguridad alimentaria en el mundo, en http://goo.gl/LdNRmF, visitada en noviembre 2015, p. 3).

Analicemos la situación de la pobreza y de la exclusión más detenidamente. Retomamos algunos aspectos y el espíritu del documento de la Compañía de Jesús titulado: “Por una economía global justa”. Este documento se hará público las próximas semanas.

La pobreza es un problema global

El Programa de las Naciones Unidas en el estudio del desarrollo humano del año 2015 arroja la siguiente información: 2,200 millones de personas viven en condiciones de vulnerabilidad crónica, en situación de pobreza o en riesgo de padecerla. Asia meridional es la región en peor situación, con 800 millones de personas pobres y 270 millones cercanas a serlo. En el mundo globalizado 1,500 millones de personas viven en situación de ‘pobreza multidimensional’, es decir, privaciones en sanidad, educación y estándares básicos de vida; 800 millones de personas corren el riesgo de entrar a esa condición. Actualmente 842 millones de personas padecen hambre crónica (12% de la población mundial). La mitad de la fuerza laboral mundial tiene trabajos informales o precarios. El 80% de la población mundial carece de sistema de pensiones y de seguro de desempleo. Entre la población más vulnerable están las mujeres, las minorías – étnicas, lingüísticas, religiosas, sexuales o migrantes -, personas que viven en zonas rurales o remotas, o que tienen algún tipo de discapacidad, y los países sin litoral o con pocos recursos naturales (Cfr. http://otra-educacion.blogspot.it/2014/08/indice-de-desarrollo-humano-america.html).

Las personas que están excluidas de los beneficios económicos y financieros de la globalización no encuentran un lugar social ni las oportunidades para lograr una vida digna. La pregunta fundamental es: ¿por qué si todos tenemos la misma dignidad muchos millones de personas viven en situaciones precarias e indignamente y sólo el 10% está en la cúspide del bienestar? De hecho, menos de cien individuos de distintas partes del mundo poseen, juntos, más riqueza que la mitad de la población mundial (Fondo Monetario Internacional, junio de 2015, Causes and Consequences of Income Inequality: A Global Perspective, en https://goo.gl/dfHnQE, visitada en noviembre 2015).

En la globalización la tendencia observable es que la riqueza se va concentrando cada vez más en los que tienen más recursos económicos y financieros. Los datos de Credit Suisse revelan que, desde 2010, el 1% de los individuos más ricos del mundo ha incrementado su participación en el conjunto de la riqueza a nivel mundial. La riqueza de las 80 personas más ricas del mundo se ha duplicado en términos nominales entre 2009 y 2014, mientras que en 2014 la riqueza en manos del 50% más pobre de la población se ha reducido con respecto a 2009 (Cfr. https://oxfamintermon.s3.amazonaws.com/sites/default/files/documentos/files/riquezaTenerloTodoQuererMas190115.pdf).

Los datos disponibles muestran también el fenómeno de la desigualdad en la región latinoamericana. El 20% de los hogares con menores ingresos capta, en promedio, un 5% de los ingresos totales, con participaciones que varían entre menos del 4% (en Honduras, el Paraguay y la República Dominicana) y el 10% (en el Uruguay). La participación en los ingresos totales de la quinta parte de la población más rica obtiene el promedio del 47%, con un rango que va del 35% en el Uruguay al 55% en el Brasil. En la mayoría de los países (con excepción de Honduras, el Paraguay y la República Dominicana), la participación de la quinta parte más pobre en los ingresos totales se ha incrementado entre 2002 y 2012, mientras que la del quintil más rico se ha reducido en casi todos (excepto el Paraguay), con el descenso del índice de Gini  (Cfr.http://repositorio.cepal.org/bitstream/handle/11362/37881/S1420855_es.pdf;

jsessionid=251DC072407F00F2A2443010A1505D02?sequence=1).

Al tratar el tema de la pobreza es importante decir que no basta con el crecimiento de las economías nacionales, es necesario aplicar medidas para una distribución más equitativa de los ingresos. Esto ha ocurrido en Brasil en el período del 2001-2007. Un mayor crecimiento con equidad ha sido el resultado de  factores tales como las mejoras en la educación y las transferencias monetarias directas a las familias (por parte del Estado). Por ejemplo, el incremento del salario mínimo aumenta la capacidad adquisitiva de los sectores más vulnerables y relanza la demanda interna del mercado de bienes y servicios (Crf. http://www.ipc-undp.org/pub/esp/IPCOnePager89.pdf). En el caso de nuestros países, el factor externo de las remesas familiares pueden incidir en la disminución del coeficiente de Gini y favorece una “mayor equidad”. ¿Qué pasaría si faltaran las remesas en nuestros países?

La pobreza se va transformando en estado permanente de exclusión para millones de personas

El problema de la pobreza se ha complicado de tal manera que poco a poco se va convirtiendo en un estado de exclusión social permanente para millones de personas en este mundo global y fragmentado.

Esta situación ahoga a grandes sectores sociales en nuestros países, crea también embudos que fomentan la exclusión: las mujeres tienen menos posibilidades y oportunidades de empleo, de hecho, son menos remuneradas; los jóvenes retrasan por muchos años su incorporación al mercado laboral, pues el empleo se convierte en un bien raro o difícil de alcanzar; el impacto se hace sentir más fuerte en las zonas rurales o urbanas marginales. El problema de la desigualdad es que no ayuda al crecimiento ni al desarrollo personal, ni al social. Se fomenta la inequidad y consolida pequeños grupos que dominan la sociedad económica, política y culturalmente.

Nuestra querida Centroamérica necesita una gran inversión social para mejorar los indicadores de inclusión y participación. Un ejemplo de esto es lo que ocurre en la educación a nivel regional. En los últimos 20 años, la región centroamericana ha logrado avances importantes en la proporción de jóvenes que finalizan algún ciclo educativo completo. El progreso en educación primaria es notable: el porcentaje de jóvenes de 15 a 19 años que concluyó este ciclo pasó del 60% en 1990 al 94% en 2012. En el período comprendido entre 1990 y 2012, el porcentaje de jóvenes que concluyeron el ciclo secundario se duplicó con creces, pasando del 26% al 59% al final del período. Sin embargo, la tasa de conclusión de la educación universitaria o en centros de formación superior es todavía muy baja a nivel regional: a pesar de que la proporción de jóvenes de entre 25 y 29 años que concluyó este nivel de enseñanza también se duplicó durante las últimas dos décadas, en promedio solo el 10% de los jóvenes han logrado finalizar ese ciclo (Cfr. http://ceal.co/wp-content/uploads/sites/8/2015/01/S1420729_es1.pdf).

Nunca en la historia han existido tantas posibilidades y tanto capital en el mundo como ahora, pero a la par de un crecimiento económico financiero y de una elevada productividad existe una exclusión social tan grande que resulta escandalosa.

Los que tienen recursos, poseen más posibilidades de desarrollo humano, social, económico y financiero. Los que carecen de recursos, están en desventaja, no pueden participar del mercado del trabajo, de los bienes y servicios, y mucho menos de los mercados financieros o de capitales.

El mercado no asigna de manera automática y equitativa, como se dice en “el mito” de la mano invisible de Adam Smith, los recursos económicos y financieros. Existe una gran desigualdad mundial donde la renta del 20% de las personas más ricas del mundo es 28,7 veces más elevada que la del 20% más pobre. Esto demuestra de hecho que hay algo en el mundo, en la economía y las finanzas que es inhumano e injusto.

Sin embargo, desear sociedades más participativas y solidarias no es un sueño imposible. De hecho hay países que se las han arreglado para mantener niveles bajos de desigualdad, es decir, niveles “aceptables” o tolerables de desigualdad. Así ocurre en Suecia, Eslovenia, Montenegro, Hungría y Noruega (Cfr. https://es.wikipedia.org/wiki/Anexo:Pa%C3%ADses_por_igualdad_de_ingreso).

En América Latina, los países que redujeron tanto la pobreza como la vulnerabilidad son: Argentina, Chile, Costa Rica y Uruguay, según el informe del desarrollo humano del PNUD en el 2015. También en dicho informe constatamos que América Latina y el Caribe ocupan el primer lugar entre las regiones en desarrollo en el nuevo Índice de Desarrollo de Género, según el cual el valor del IDH para las mujeres es ligeramente más bajo que el IDH de los hombres (equivalente al 96.3 % de este último), lo que significa que hay mayor igualdad social y económica entre hombres y mujeres. Argentina, Barbados y Uruguay se encuentran entre los 16 países en el mundo en que los valores del IDH para las mujeres son iguales o superiores a los de los hombres.

América Latina y el Caribe siguen siendo las regiones más desiguales del mundo en términos de ingresos, a pesar de registrar la mayor caída en la desigualdad. Uno de los temas más inquietantes es la situación de inseguridad ciudadana que sigue siendo alarmante. La tasa de homicidios es 3 veces mayor al promedio mundial. Nuestra querida Centroamérica es la subregión más violenta. Las vulnerabilidades persistentes amenazan con revertir los logros alcanzados. Más de 1/3 de la población en América Latina y el Caribe corre el riesgo de caer en la pobreza. Hay más de 45 millones de personas vulnerables, en riesgo de caer en pobreza multidimensional, es decir, con carencias concurrentes en salud, educación y nivel de vida. Entre los grupos más vulnerables están los pueblos indígenas, pues tienen menor escolaridad, acceso desigual a la tierra y a otros bienes productivos, y menos oportunidades. Los trabajadores informales también son altamente vulnerables (Cfr. http://otra-educacion.blogspot.it/2014/08/indice-de-desarrollo-humano-america.html).

Vista esta realidad que presentan los estudios sobre la pobreza y de la exclusión social, no podemos quedarnos de brazos cruzados. Este es un reto para todos los ciudadanos. Es un reto a la sensibilidad y la solidaridad de unos con otros. Y para los que tenemos una opción de fe cristiana o religiosa, esta realidad plantea la necesidad de una auténtica espiritualidad de la solidaridad. Hablaremos de este tema en nuestra próxima reflexión.

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