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LA NOSTALGIA DE MIRAR LOS RECUERDOS

Gabriel Moraes

Escritor

 

Al mirármelo, era la doble prueba de quererte cada día, y yo me tocaba el corazón para responderme y responderte que sí.

Cada mañana tenía dos veces el brillo de lo que no puede olvidarse, y por las noches, el guiño de dos estrellas diciéndome buenas noches.

Desde donde te amo, llevando tu nombre, ahora sólo tengo la sensación que me dejó la costumbre de usarlo en los vaivenes de las horas, compartiendo mis alegrías y mis penas.

No era necesario que me preguntaran si junto a los caminos de mi vida sonreían unos labios de mujer, los dos ojos tuyos confirmaban con los movimientos o la quietud de mi mano izquierda que vos existís mientras yo viva, porque ahí estaba él con los recuerdos únicamente míos, cuando firmé y me puse el halo de hombre comprometido.

En los momentos de tormenta, cuando pueden naufragar el alma y los sentimientos, hasta negar o escupir lo más sagrado, con mi propia voz en silencio me hacía memoria de lo difícil que fue comenzar nuestra historia de amor:

De las lágrimas que hemos llorado uno al lado del otro, de las pocas ocasiones que hemos celebrado tus cumpleaños o los míos, del júbilo de verte venir cuando te esperaba bajo la lluvia, de la primera noche que dormimos juntos.

Me despedí de él como cuando se presiente perder para siempre algo muy querido. Yo estaba a la orilla de esa incertidumbre como a la orilla de un río turbulento, preguntándome si hacía lo correcto, era, quizás, la última vez que me desprendía de aquella simple cosa que se volvía experiencia y viceversa, objeto y  testimonio material entre dos personas que desean hacer visible su amor.

Desoyendo el arrepentimiento que me hablaba desde adentro,  con amargura lo entregué agachado como una sombra y me alejé de allí derramando gotas de sangre, no pude más y junto al ciego  rincón de una calle solitaria, me arrodillé para pedirte y pedirme perdón….

Lloré porque yo mismo me arrancaba una de las páginas más hermosas que  he y había vivido.

Los lamentos de mi hijo enfermo podían mucho más que  las raíces profundas que me dejó dentro aquella prenda dorada.

Los tiempos son difíciles y tuve que empeñar el anillo de mi matrimonio contigo, quizás ya no vuelva a recuperarlo nunca más, pero vos y yo seguimos siendo familia de tres cariños.

Categories: Suplemento Tres Mil | 3000
Tags: Narrativa
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