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La nueva política exterior peruana (segunda parte)

Isaac Bigio
Analista internacional
Una buena relación

Resulta difícil entender como Washington quiera cultivar una excepcional amistad con Perú Libre (PL), el único partido de gobierno que se reclama “marxista leninista” en una democracia multipartidaria occidental.

Si las elecciones peruanas se hubieran dado teniendo a Trump como Presidente, la situación hubiera sido otra. Seguramente él hubiese denunciando un “gran fraude”, al igual como antes lo hizo en Venezuela y Bolivia en 2019, y luego en el 2020 en su propio país.

Biden experimentó en carne propia lo que ha sido esa política. A pesar de haberle ganado con más de 7 millones de votos de ventaja, Trump se negó a conceder su derrota e intentó un golpe contra el Capitolio el 6 de enero (el primero en la historia de EEUU).

Biden se dio cuenta que la política de Trump ha logrado desacreditar a EEUU en Venezuela y Bolivia logrando que Maduro se consolide como un “paladín de la soberanía patria” y que en Bolivia el Movimiento Al Socialismo (MAS) pasase de haber ganado con el 47% en octubre 2019 a vencer con el 55% en el 2020, donde duplicó a su más inmediato rival.

De otro lado, tras dos décadas de haber entrado a Afganistán para derrocar a los talibanes, ahora estos aliados de Osama Bin Laden han vuelto al poder humillando a la megapotencia. La influencia de EEUU ha venido cayendo en el mundo a raíz de esos hechos, y tras el revitalizamiento de Rusia (que ha impedido que la OTAN y la Unión Europea avancen sobre las ex repúblicas soviéticas de Moldova, Ucrania y Georgia, y que viene ganando la guerra civil siria en alianza con Irán y el Hezbolá del Líbano) y el agigantamiento de China (que ya empieza a ir disputando a EEUU el rol de ser la primera potencia capitalista global).

Al ver el escenario de las presidenciales peruanas del 6 de junio, Biden tuvo que pensar cuál era la mejor opción para él:

1) Si se sumaba a los cantos de denuncias sin pruebas de toda la derecha peruana y apuntalaba un golpe militar o una victoria forzada de Keiko Fujimori, ello iba a desestabilizar al Perú y radicalizar a Castillo y a sus masas generando una alta crisis social e ingobernabilidad. EEUU no hubiese querido empujarlo a él (quien nunca tuvo una prédica socialista, antiimperialista o antioligárquica) a seguir el camino confrontacional que previos golpes e intervenciones norteamericanos condujeron a Fidel Castro, Hugo Chávez o Evo Morales. EEUU no quería apuntalar a una familia y entorno tan corruptos pues iban a desacreditar más en toda la región y, eventualmente, iban a generar un ascenso social como el boliviano que podría acabar echando a los Fujimori y poniendo en el poder a un Partido del Lápiz más radicalizado y fortalecido.

2) Reconocer inmediatamente la victoria de Castillo (sabiendo que él había sido una década y media militante del Partido Perú Posible del ex Presidente Alejandro Toledo de 2001-2006), que era una figura a la cual se le podría empujar hacia el centro, y que él estarìa dispuesto a tener un buen trato con EEUU a condición que Washington convalide internacionalmente su triunfo e impida que un parlamento adverso (en el cual él ni siquiera llega al tercio de los congresistas) pudiese producirse una vacancia.

Castillo, por su parte, tenía dos opciones para garantizar su triunfo electoral:

1) Impulsar masivas movilizaciones callejeras llamando a multitudes a imponer con sus acciones un aumento salarial, nacionalizar el gas y otros recursos, dar ingreso libre a las universidades y otras demandas.

2) Llegar a un acuerdo con EEUU y sus socios, lo que implicaba no apostar por la primera salida, sino de garantizar a los grandes inversionistas y al mercado que iba a mantener a los directores del Banco Central de Reserva, de la Superintendencia de Bancos y Seguros y buena parte de las instituciones, comprometiéndose a preservar la actual constitución (hasta poder cambiarla) y al modelo económico vigente.

Castillo no quiso ir por la primera ruta buscando evitar mayor polarización y un eventual golpe, y prefirió la segunda y conciliadora alternativa que tanto Biden como él puedan seguir. El resultado ha sido la estructuración del primer gobierno izquierdista electo de nuestra historia, el cual, a diferencia del de Juan Velasco (1968-75) o del primer quinquenio de Alan García (1985-90), nunca se ha proclamado como “socialista” o “revolucionario” y se ha comprometido a no hacer ninguna nacionalización o control de precios.   

Guido Bellido, a pesar de reclamarse como el primer Premier “marxista leninista” de la historia peruana, ha debido desistir de su inicial propuesta de romper relaciones diplomáticas con EEUU (como una de las primeras cosas que dijo un eventual gobierno de PL iba a ser en caso de llegar a Palacio), ha vuelto a suscribir el acuerdo con USAID (al cual Venezuela y Cuba acusan de intromisión militar norteamericana), ha autorizado el ingreso de tropas extranjeras (incluyendo de EEUU) para ejercicios militares, y ha aprobado la ley para cremar y desaparecer cadáveres de terroristas, concesiones totalmente inimaginables para PL poco antes de llegar a la Presidencia.

La embajadora extranjera que más aparece en los medios de Lima es la estadounidense Lisa Kenna, la cual ha sido ampliamente fotografiada al entregar donativos al Presidente o al Ministro de Cultura, todos los cuales han demostrado los estrechos vínculos con ella y la potencia que representa.

La cancillería quiso profundizar en esa línea, pero cuando el vicecanciller peruano Luis Enrique Chávez sostuvo que su gobierno no reconoce a ningún gobierno en Venezuela, el Premier Bellido salió a desmentir diciendo que el gabinete que él preside sí reconoce a Maduro con quien Castillo se reunió en México. Además le invitó a salir de su puesto si no está de acuerdo con ello. El ministro del interior Juan Carrasco se solidarizó con la cancillería contra el jefe del gabinete.

Esto último muestra cierta crisis en el gabinete, la poca disciplina que el Presidente del Consejo de Ministros ejerce sobre éste y la gran diferencia que hay entre el actual canciller Oscar Maúrtua con el primero que tuvieron (Héctor Béjar), quien hubiese querido acercar a Lima a la Alternativa Bolivariana de Nuestra América (ALBA), el bloque anti-EEUU conformado por Bolivia, Cuba, Nicaragua, Venezuela y varias Antillas anglo-parlantes. Maúrtua es el único ministro de Castillo que antes sirvió en otro gobierno (el de Toledo) y el propio ministro Aníbal Torres le caracteriza a él y al Presidente del BCR Julio Velarde de ser los representantes de la derecha en un gobierno de izquierda que va hacia el centro. El nuevo canciller llegó a decir poco antes de llegar a su puesto que Maduro es un dictador corrupto.

Inversionistas del mundo uníos … y vengan al Perú.

Éste es el mensaje que Castillo hizo llegar a los grandes inversionistas cuando estuvo en EEUU, ya sea en una cena con sus representantes, en la OEA o en la ONU.

A pesar de todas las acusaciones que le hace el fujimorismo en su contra, el nuevo Presidente jamás ha coreado el lema “Proletarios del Mundo, Uníos” ni tampoco ha mencionado la palabra “proletario” (o, incluso, “burgués”), ni ningún léxico propio del Manifiesto Comunista. Más bien, abiertamente, él ha descartado tener algo que ver con el comunismo o el chavismo y en ninguna oportunidad ha utilizado frases como “socialismo”, “imperialismo”, “anticapitalismo” u “oligarquía”.

Ha demostrado que su lenguaje y acciones nada tienen que ver con el marxismo, pues él continúa muchos de los postulados de su original partido. A diferencia de Toledo él sí se toma en serio la lucha contra la corrupción, la pobreza y el racismo.

A los inversionistas les ha propuesto que han de ser bien recibidos y que no ha de realizarse ninguna sola expropiación, con lo cual ha marcado distancias frente al Velazcato y al primer quinquenio aprista. Una de las razones por las cuales la remuneración mínima vital sigue congelada desde hace 42 meses en S/ 930 (que entonces equivalía a casi $290 y hoy es de alrededor de $220) es para buscar atraer capitales y estabilizar el modelo.

Castillo ha reafirmado que el Perú es básicamente un país minero para exportar minerales, un planteo que muchos izquierdistas en el pasado pudieran haber cuestionado por centrarse en exportar materias primas y sin valor agregado.

La ventaja que un gobierno suyo ofrece frente a otros anteriores es que durante su mandato se combatirá duramente a la corrupción y se respetará la ley, lo cual ha de facilitar una buena regulación y que las empresas no quieran burlar la libre competencia mediante sobornos o influencias.

Ante la acusación de Keiko Fujimori que él es un partidario del terror y un pro-terrorista, Castillo en todos sus discursos atacó duramente al terrorismo indicó que lo combatiría en todas sus formas (dando a entender que allí incluiría al de derecha) y que el Perú tiene tantos corruptos como para hacer exportaciones de ello.

Castillo ha propuesto corregir pero no trastocar el modelo. Constantemente ha hablado de su experiencia como maestro rural y ha explicado que se debe descentralizar el Estado peruano y las instituciones internacionales acercándose a los pueblos.

Su meta es reducir los efectos de la pandemia, las extremas desigualdades, el hecho que la desnutrición escolar ha saltado del 40% al 60% y ofrecer mayor acceso a la educación, salud y alimentación a los más pobres.

Habló en la OEA acerca de la necesidad de defender los derechos laborales y sindicales, de no volver a perseguir dirigentes sindicales que expresan el descontento genuino de sus trabajadores y de cómo sus padres han sido tan pobres que usan el mechero por carecer de luz eléctrica.

Un elemento importante en su disertación ante la OEA fue su planteo de que los pueblos deben autoconvocarse y de que se requiere de una nueva constitución. Paradójicamente hizo ese llamado el mismo 20 de septiembre en que se cumplía el 199 aniversario de la primera asamblea constituyente peruana. Desde entonces hasta hoy se han dado una docena de cartas magnas, a un promedio de menos de una cada década.

Para Castillo debe haber sido muy importante haber sido tan aplaudido por la OEA y haber sido tan alabado por su Secretario General. Todo un contraste con lo que pasó previamente con la delegación fujimorista liderada por el congresista Montoya al cual la OEA no quiso recibir y la prensa no quiso cubrir cuando vinieron a pedir que la OEA desconozca los resultados electorales.

Llevarse bien con todos

Castillo ha mencionado que su gobierno se ha de llevar bien con todos los países y que su estrategia es multipolar. Ha saludado la participación europea y china como observadores en la CELAC y mantiene un buen vínculo con la administración Biden.

Sin embargo, hay algunas decisiones que no han de ser del agrado de algunos. El reconocimiento previo a la República Árabe Saharaui Democrática, el único país semita de habla castellana, es algo que ha de disgustar al reino de Marruecos que lo ocupa (con el aval de EEUU e Israel), y con quién Perú tiene relaciones.

En Brasil se habla de que el Presidente peruano hizo un desplante a su homólogo del Brasil por que cuando Bolsonaro hablaba en la ONU se vió salir al hombre del sombrero.

En todo caso el discurso inclusivo y a favor de la ecología, los pueblos nativos y de la lucha contra el coronavirus era la cara opuesta de Bolsonaro quien es muy anticomunista y antisocialista, está en conflicto con todos los pueblos nativos amazónicos y se niega a vacunarse o usar mascarillas.

Uno de los saludos que más ha venido empleando el nuevo Presidente es el de hablar a nombre de los quechuas, aymaras, shipibos, comibos y aguajunes. Así habló en sus dos primeros mensajes presidenciales y ante la OEA. Eso evidencia un intento de integrar a todas las nacionalidades amerindias. Sin embargo, si se trata de ser inclusivos no hay que olvidar que hay medio centenar de lenguas nativas en el Perú y que la tercera en orden de cantidad de hablantes es el asháninka. Este último pueblo, al cual el Presidente no suele incorporar en sus saludos protocolares, es el que ha tenido el mayor porcentaje de víctimas durante la guerra interna y fue la base de la única rebelión inca que expulsó a los conquistadores (la de Juan Santos Atahualpa “Apu Inka”). Para ser inclusivos, igualmente, no solamente hay que hablar de los afrodescendientes sino de la gran inmigración china y nipona que vino al país en condiciones de semiesclavitud y semi-servidumbre y que han hecho de Perú el país más orientalizado de Occidente.

Castillo reiteradas veces apuntaló al plan del secretario General de la ONU, António Guterres, para hacer frente a las desigualdades sociales y a la pandemia.

Uno podía haber esperado que Castillo hubiese cuestionado a las grandes potencias por la forma en la cual han mantenido en el atraso y la opresión a su país, tal y cual lo hizo ante el rey Felipe I al recibir la banda presidencial. Empero, él trató de evitar ello para tender puentes a todas las potencias (desde Washington hasta Madrid). Todo indica que él busca distanciarse de su inicial radicalismo para moverse al centro.

Conclusiones

Esta gira ha sido tremendamente productiva para Castillo. Si bien algunos de sus críticos derechistas le han cuestionado por su indumentaria, lo cierto es que su sencillez y la de su primera dama y el uso del sombrero chotano es algo que le da fuerza. Él aparece como un hombre que viene desde abajo y desde los rincones más olvidados de su patrio evidenciando la posible fortaleza y representatividad de una democracia.

Ha evitado caer en los discursos beligerantes contra el imperialismo que han caracterizado a los socialistas del siglo XXI (con los que él no se identifica, aunque PL sí), pero ha dado luz verde a realizar gabinetes binacionales con Bolivia. Si bien las condiciones para reestructurar la Confederación Peruana Boliviana pueden estar dadas por que hay dos gobiernos izquierdistas similares a ambas orillas del Titicaca, ni las condiciones internacionales ni nacionales de ambos Estados lo han de permitir, por lo menos en el futuro inmediato.

Algo que ha jugado a favor del viaje de Castillo es que el cuerpo de Guzmán no hubiese sido cremado durante su gira, con lo cual se ha evitado una serie de cuestionamientos, pues ninguna democracia (hasta donde yo sepa) legisla que los cadáveres de presos puedan no ser entregados a sus familias y puedan ser quemados y dispersados por el mar.

Castillo ha logrado muchos avances, incluyendo las felicitaciones de Almagro y buenas vinculaciones con EEUU y la CELAC, lo cual ha de plasmarse, posiblemente, en un incremento en las encuestas y en un espaldarazo a su política económica y diplomática, y a su deslinde con el senderismo.

La nueva diplomacia no plantea chocar con el FMI en torno al pago de la deuda externa ni promover un Movimiento No Alineado o Tercermundista. Ésta busca cultivar buenas relaciones con todos, incluyendo EEUU, y tratar de ser una bisagra entre la CELAC y la OEA, entre los gobiernos nacionalistas y derechistas de las Américas.   

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