Luis Arnoldo Colato Hernández
Educador
La reciente crisis derivada de la emergencia por las lluvias hizo patente que carecemos de una dirección efectiva, lo que es consecuente con la ilegalidad del régimen que nos gestiona.
Es consecuente porque estos regímenes no solo se caracterizan por la ineficiencia, pues no se conforman de elementos capaces realmente, pues cuanto más talentoso sea el ser humano, menos se someterá a la incapacidad, como sí lo hacen los sobalevas que componen el círculo presidencial.
Esto porque el problema se traduce políticamente en el número de lamentables pérdidas humanas que deberían poderse prevenir, reconociendo el grado de vulnerabilidad que padecemos territorialmente, y para lo cual no se es capaz de generar una política creíble.
Debemos por supuesto añadir las pérdidas materiales, no cuantificadas por el oficialismo, y que no se harán pues pertenecen a Juan Pueblo, que no cuenta para el oficialismo.
Esto no es un cuestionamiento que se corresponda con el interés de señalar por señalar, sino con el hecho de que la improvisación ha alcanzado en el régimen el grado de política, actuando siempre por reacción, derivando en los costes señalados arriba.
Y sí, se corresponde a un proceder distintivo del régimen, lo que podemos apreciar con el dengue, el cual ya hace algo más de 2 meses había sido anticipado desde la OMS, así como por el colegio médico, sin que las autoridades respondieran preventivamente.
El resultado, más muertes prevenibles, esta vez de menores, así como el desarrollo de una respuesta publicitaria del régimen, lo que lo caracteriza, con helicópteros de la FAES bombardeando con nubes de rocío venenoso los centros urbanos, sin ninguna efectividad por supuesto, más coste al erario público, para finalmente visitar las colonias y barriadas los equipos de abatizadores, como siempre, con la novedad de ser acompañados en cada vivienda, por soldados.
¿Qué hace la tropa ingresando armada a los hogares junto a los abatizadores?
Que decir además sobre el tema del coste de la canasta básica, la cual sabemos que por razones climáticas en estos días todos los años aumenta especulativamente, añadiendo presión a la muy alicaída economía familiar salvadoreña, sin que esta pueda acudir a nadie pues se corresponde con el hecho de ser nuestro mercado de carácter oligopólico.
La respuesta del régimen es la amenaza a los vendedores, de entre los cuales, por supuesto hay los que abusan, por lo que hay que reprimirlos. Empero el hecho es que estos responden a una política bien establecida, que es precisamente la de especular con los precios, pero que además deriva de un mercado que responde a 2 o 3 oligarcas, quienes deciden realmente estos precios.
Así, el control supuesto ofrecido por el régimen se convierte, aparentando responder a los intereses de la población, en una medida que favorece la especulación de esos oligarcas, promoviendo un mercado negro.
Como sea, la cuestión es que la permanente ausencia de dirección que padecemos, como la característica improvisación manifiesta en sus desaciertos, solo promueve más desorden generando menos institucionalidad.
¿Hasta cuándo?