Karachi/AFP
La ola de calor que vive el sur de Pakistán estos últimos días ha dejado más de 1.000 muertos, ampoule según balance facilitado este jueves por los hospitales y las ONG locales.
La mayoría de estas muertes tuvieron lugar en Karachi, prostate la mayor ciudad del país con unos 20 millones de habitantes, donde las temperaturas alcanzaron los 45ºC el pasado fin de semana, afectando, sobre todo, a los más pobres, a los jornaleros y a los ancianos.
Al menos 1.079 personas fallecieron en los últimos cinco días en los principales hospitales de la ciudad (929 en los establecimientos públicos y 150 en los privados), según un recuento efectuado el jueves por un periodista de la AFP.
«El balance supera ahora los 1.000 muertos y podría alcanzar los 1.500 porque algunas personas murieron en sus casas o en clínicas privadas» dijo a la AFP Anwar Kazmi, un portavoz de la Fundación Edhi, la principal organización caritativa del país.
Las víctimas se agolparon en los hospitales, que están en estado de alerta, y en las unidades de cuidados instaladas en la ciudad.
Cerca de 80.000 personas tuvieron que ser atendidas el pasado fin de semana por problemas de insolación y deshidratación.
Después de que se alcanzaran temperaturas superiores a los 40ºC, la brisa marina y las nubes han dado un respiro a los habitantes de esta ciudad portuaria en los dos últimos días, y este jueves los termómetros marcaban 34ºC.
Las familias de las víctimas también han tenido problemas para enterrar a sus fallecidos, pues los sepultureros tenían que trabajar a un ritmo incesante bajo el sol abrasador.
«La mayoría de los fallecidos son «personas de más de 50 años, más sensibles a los golpes de calor, y gente que trabajaba al aire libre», explicó el doctor Qaiser Sajjad, de la Asociación de Médicos de Pakistán.
Múltiples causas
Los trabajadores pobres se ven obligados a trabajar a diario en pleno aire libre, sean cuáles sean las condiciones climáticas.
«También ha habido niños» entre las víctimas, añadió Sajjad, que lamentó que muchas muertes se hayan producido por la falta de conocimientos de los habitantes sobre la insolación, la forma de evitarla y de tratarla.
La ola de calor coincide, además, con el inicio del mes del Ramadán, durante el cual millones de musulmanes en el país dejan de comer y beber desde la salida hasta la puesta de sol.
La población estaba, por tanto, debilitada ante la repentina subida de la temperatura, y la ley paquistaní prohíbe comer y beber en público durante el día, lo cual no facilitó la labor del personal médico.
Ante la magnitud de la catástrofe, varios dignatarios religiosos pidieron a los más débiles que interrumpieran el ayuno, recordando que el Corán permitía hacerlo «para preservar la salud de quienes corren el riesgo de enfermar o morir».
Tampoco han ayudado los cortes eléctricos, frecuentes en Pakistán, que impiden poner en marcha los ventiladores y aires acondicionados, y han interrumpido el suministro de agua en Karachi.
Los partidos políticos locales se culparon mutuamente de la situación, sobre todo de los cortes eléctricos, provocando una oleada de críticas en los medios y en las redes sociales, que denunciaron su inacción y su intento de sacar provecho de la crisis.