Por David Alfaro
03/12/2024
La oposición política en El Salvador enfrenta hoy una crisis que va mucho más allá de la falta de liderazgo o recursos: es una crisis de identidad, propósito y unidad. Las fuerzas que se autodenominan opositoras parecen navegar en un mar de contradicciones ideológicas y estratégicas, donde cada sector lucha por sus propias banderas sin encontrar un punto de confluencia común que las cohesione frente a un enemigo compartido: el Sistema de Cosas plasmado en la Dictadura de Nayib Bukele.
La Derecha Política Perdida en la Lucha Cultural
La derecha política salvadoreña, históricamente representada por ARENA, parece haber perdido el norte de su lucha política. Sumida en una batalla contra la ideología progresista o “woke”, se enfoca en temas culturales, siempre alejada de los problemas estructurales del país como la desigualdad económica o la concentración del poder en manos de una nueva élite. Su discurso moralista ha convertido a la derecha partidria en una maquinaria obsoleta, incapaz de ofrecer una alternativa real al autoritarismo.
Una Izquierda Política Desideologizada y Fragmentada
Por otro lado, la autodenominada izquierda, representada en teoría por el FMLN, ha abandonado sus principios históricos fundamentales. En lugar de liderar la lucha contra las injustas relaciones de producción o el sistema económico que perpetúa la pobreza, se ha perdido en debates que no tocan las raíces de la opresión. La defensa del derecho al aborto o de identidades secuales son temas legítimos, pero no pueden ser el eje central de una izquierda que debería estar encabezando la lucha contra la precarización laboral y la explotación.
El FMLN, reducido a un partido político sin identidad con lo que históricamente fue, es producto de un proceso en el que la oligarquía salvadoreña salió como la gran vencedora ideológica tras los Acuerdos de Paz. Esa oligarquía, como poder fáctico, logró que la izquierda revolucionaria abandonara su objetivo de transformación sistémica y se convirtiera en una organización más dentro del juego electoral, neutralizando su capacidad de cambio profundo. La lucha por refundar la nación, por transformar las estructuras de poder, quedó relegada a un ideal del pasado.
El Elemento Perdido de las Organizaciones Populares: La Lucha por Cambiar el Sistema
En los años 70 y 80, el movimiento popular salvadoreño contaba con un elemento cohesionador crucial: la conciencia de que no bastaba con reformas superficiales; era necesario cambiar el sistema en su totalidad. La consigna no era simplemente resistir, sino refundar la nación. Esta conciencia permitió una organización sólida y una movilización popular masiva, que trascendía las diferencias sectoriales en pos de un objetivo común: la construcción de un país más justo y equitativo.
Hoy, ese espíritu ha desaparecido. Las luchas actuales son legítimas, pero fragmentadas y carentes de una visión unificadora. Los diferentes sectores: médicos, maestros, ambientalistas, defensores de derechos humanos, etc. pelean sus batallas de forma aislada, sin un proyecto común que los articule. La ausencia de politización y conciencia social ha convertido las demandas en gritos dispersos que el régimen puede ignorar o cooptar fácilmente.
La Oligarquía: El Poder Fáctico que Siempre Gana
Mientras tanto, la oligarquía salvadoreña sigue siendo el verdadero poder detrás del trono. Ha sabido adaptarse a cada cambio político, asegurándose de que, independientemente del gobierno de turno, sus intereses económicos permanezcan intactos. Durante los Acuerdos de Paz, esta oligarquía no solo preservó su poder, sino que logró domesticar a la izquierda, transformándola en una fuerza política sin uñas ni dientes. Hoy, bajo el régimen de Bukele, la oligarquía sigue beneficiándose, mientras el pueblo sigue esperando las promesas incumplidas de justicia social.
Bukele: El Beneficiario de la Fragmentación
Toda esta dispersión y ausencia de conciencia social es el terreno perfecto para que la dictadura de Bukele prospere. El régimen aprovecha la división para debilitar cualquier intento de resistencia organizada. Promete soluciones superficiales a grupos específicos, cooptando sus luchas y desactivando su capacidad de movilización. Al mismo tiempo, utiliza la maquinaria propagandística para reforzar la idea de que no existe una alternativa viable, que la oposición es débil y desorganizada.
El Enorme Reto de la Unidad y la Conciencia
El reto para la oposición y los movimientos sociales en El Salvador no es solo enfrentar a un régimen autoritario, sino reconstruir una base social y política que pueda articular una lucha unificada. Se necesita recuperar la conciencia de que el enemigo común no es solo Bukele, sino el sistema de opresión que él representa. La lucha no debe limitarse a demandas sectoriales; debe ser una lucha por refundar la nación, por transformar las estructuras de poder y construir una sociedad más justa. El Salvador necesita, más que nunca, un nuevo pacto social, una nueva conciencia colectiva. Solo entonces, las montañas que hoy parecen inamovibles podrán ser derrumbadas.