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La opresión mediática en El Salvador

JOSÉ GUILLERMO MÁRTIR HIDALGO

Según el director de la Radio YSUCA, Carlos Ayala Ramírez, los objetivos de los Acuerdos de Paz eran: terminar el conflicto armado, lograr el respeto irrestricto de los derechos humanos, impulsar la democratización y reunificar a la sociedad salvadoreña1. Por ende, una de las principales demandas que protagonizan los procesos de democratización es la democratización de la comunicación. Ya que la democracia va más allá de la mera gobernabilidad política. La democracia supone valores democráticos en la esfera social, económica y cultural. Ayala Ramírez apunta, que fue mínimo lo que se logró avanzar en la democratización de la comunicación. Denuncia que sigue ausente el derecho de la sociedad civil a la comunicación y expresión. El derecho de expresión, de información y de comunicación, es un derecho de la sociedad civil y no un privilegio de minorías. En el entorno salvadoreño, los medios de difusión han pertenecido al mismo sector minoritario, en íntima alianza con el poder estatal. Los medios no son simples transmisores ajenos a intereses políticos, ideológicos y económicos. Al informar los medios lo hacen desde una opción específica, a favor de grupos minoritarios con poder político, económico y militar. El acceso de la sociedad civil a los medios ha sido muy reducido.

El “fin social” de los medios se ha centrado en ser transmisores de ideología y ser concebidos como negocio. Aunque, los medios deben cumplir un fin social genuino y el Estado es el garante que la expresión y la comunicación no sea privilegio de pocos. Los medios de comunicación en la globalización neoliberal, promueven el lenguaje del mercado y su fin último es el afán de lucro. Ayala Ramírez piensa que los medios alternativos de comunicación favorecen el proceso de democratización. Los medios alternativos de comunicación son emisores de información independientes, compuestos por periodistas que trabajan de forma independiente u organizaciones sociales, ecologistas, culturales y políticas.

En opinión del periodista franco-español, Ignacio Ramonet, en las sociedades democráticas los medios de comunicación no están funcionando2. Hoy por hoy los medios son “el problema” de la democracia. Los medios no tienen una distancia crítica del poder y de los intereses económicos, ya que están muy ligados a ellos. A los medios se les llamo “el cuarto poder” puesto que podían propiciar un perfeccionamiento democrático. Porque en la democracia, comenta Ramonet, los poderes se equivocan y es la prensa que permite corregirlos y así perfeccionar la democracia. Pero en la Globalización, el poder económico está encima del poder político y en el seno del poder económico está el poder financiero. En la Globalización no son los Estados los actores, sino, los grupos empresariales dominantes. La industria mediática puede cohabitar en las esferas de información, publicidad y cultura de masas. Tiene los mismos criterios que aparecen en otros sectores de la economía: profesiones precarizadas, productividad exigente y proletarización de la profesión periodística. El poder mediático se ha unido al poder económico, lo que permite adquirir poder político. La industria de la información y la comunicación no  vende información a la gente, sino,  vende gente a los anunciantes. Por lo que la información que entrega a la gente debe ser fácil, sencilla, digerible, sensacionalista y espectacular. Cuanto más sencilla, primitiva y maniquea es la información, más gente la podrá consumir. No obstante, de la calidad de información depende la calidad de democracia.

EL HOMBRE MULTIMEDIA

Para el politólogo italiano Giovanni Sartori, lo que hace único al Homo Sapiens es su capacidad simbólica. En su obra “Homo Videns: la sociedad teledirigida” nos dice, que el mundo en que vivimos se apoya en el video-niño, que se ha educado en el tele-ver y su  consecuencia es el video-vivir3. Es decir, el hombre video-informado es incapaz de comprender abstracciones. Ya que la televisión ha modificado y empobrecido el aparato cognoscitivo del Homo Sapiens. El lenguaje-palabra distingue al hombre como animal simbólico. Los libros, los periódicos, el teléfono y la radio, son elementos portadores de comunicación lingüística. Pero con la llegada del televisor y la televisión hay una ruptura, ya que el hecho de ver prevalece sobre el hecho de hablar. La acción de ver se había desarrollado, engrandeciendo lo más pequeño o permitiendo ver a lo lejos. La televisión nos permite verlo todo sin tener que movernos. La televisión modifica primero la naturaleza de la comunicación, la traslada del contexto de la palabra al contexto de la imagen. La palabra es un símbolo, la entendemos si conocemos la lengua a que pertenece. La imagen es pura y simplemente representación visual. La imagen se ve y para verla basta con poseer la vista, por lo que la imagen puede verse en chino, árabe o inglés.

El autor refiere que estamos pasando a una edad “multimedia”, donde los medios de comunicación son numerosos y la televisión ha dejado de ser la reina, el nuevo soberano es el ordenador. El ordenador unifica la palabra, el sonido y las imágenes, introduciéndonos en las “visibles” realidades virtuales. La televisión está  produciendo una metamorfosis en la naturaleza misma del Homo Sapiens, nuestros niños ven televisión durante horas antes de aprender a leer y a escribir, por lo que se habitúan a la violencia, urdiendo, ulteriormente,  un adulto violento. Un niño formado en la imagen, el video-niño, se reduce a un hombre que no lee. Transformándose en un adulto sordo al estímulo de la lectura y del saber transmitido por la cultura escrita. Todo nuestro vocabulario cognitivo y teórico consiste en palabras abstractas, que no se pueden traducir en imágenes.

Nuestro autor apuesta por una síntesis entre el hombre de la cultura escrita y el hombre de la cultura audiovisual, pero, actualmente no hay una integración, sino, un atrofiamiento de la capacidad de entender. El crecimiento cultural vía internet depende, del número de personas que la utilicen como instrumento de conocimiento. El problema es que los niños se inician con la televisión a los tres o cuatro años, cuando llegan al internet el interés cognitivo no está sensibilizado para la abstracción.

La televisión invade toda nuestra vida, “formando a los niños” e influenciando a los adultos por medio de la “información”. La video-política es uno de los múltiples aspectos del poder del video. La opinión es una convicción frágil, es simplemente un “parecer” sobre lo cual no se requiere prueba. La opinión pública se expone a flujos de información exógenos, por lo que corre el riesgo que la opinión del público se convierta en “hetero dirigida”. La televisión se exhibe como portavoz de una opinión pública que es eco de regreso de su propia voz, ya que la videocracía fabrica una opinión hetero dirigida. Los sondeos de opinión son respuestas a preguntas, que dependen del modo que se formuló la pregunta y el que responde, se siente “forzado” a dar una respuesta improvisada. La mayoría de opiniones son frágiles e inconsistentes. Los sondeos no son instrumentos de demo-poder, son una expresión de poder de los medios de comunicación sobre el pueblo.

La subinformación es información insuficiente y la desinformación, distorsión de la información. La televisión da menos información que cualquier otro instrumento de difusión masiva. La fuerza de la televisión es hablar por medio de imágenes, es decir, “mostrar” las cosas de las que habla. La obligación de “mostrar” genera una exigencia de “mostrarse”, produciendo pseudo acontecimientos, solo porque hay una cámara que lo está grabando. La noticia se reduce a uno o dos minutos, con esta reducción de la comprensión, desaparece el encuadre del problema. Una parte de la desinformación televisiva es involuntaria, pero, hay distorsiones informativas a través de falsas estadísticas, entrevistas casuales, permitiendo excentricidades y privilegiando el ataque y la agresividad. Como la televisión es un espectáculo, un ataque puede resultar un espectáculo. Pero el aspecto más grave es, que la televisión viola el principio de convivencia cívica, llevando a la pantalla a los victimarios. La televisión puede mentir y falsear la verdad, pero, ofrece al espectador la sensación que lo que ve es la verdad. Los efectos de fondo de la video-política son: su incidencia en la opinión pública, su incidencia electoral y su incidencia en el modo de gobernar.

La video-política personaliza las elecciones, en la pantalla vemos personas y no el programa del partido. El video-líder más que transmitir mensajes es el mensaje. En la personalización de las elecciones, lo más importante son los “rostros”, ya que la política en imágenes se funda en la exhibición de personas. La video-política tiende a destruir el partido, por lo menos, al partido organizado de masas. Los políticos se han liberado del partido, pero, se han convertido en un patológico servir a todos. La televisión favorece una política dirigida y reducida a episodios emocionales. Ya que la racionalidad del Homo Sapiens está retrocediendo y la política emotiva provocada por las imágenes agravan los problemas.

La televisión empobrece la información y la formación del ciudadano, el mundo en imágenes ofrece el video-ver que desactiva nuestra capacidad de abstracción. En lugar de disfrutar de una democracia directa, el demos está dirigido por los medios de comunicación.

La red ofrece cantidad y velocidad de información para una elección infinita e ilimitada, lo que termina por asfixiarnos. El exceso de bombardeo nos lleva a la nimiedad y nuestro quehacer se reduce a pulsar los botones de un teclado. Sartori enuncia, que algunos teóricos de la comunicación creen que la televisión mejorará cuando ocurra un orden plural y competitivo por la concurrencia de televisiones privadas. Pero en Estados Unidos, la televisión se ha desarrollado en condiciones de independencia y plena competencia, lo que ha sobrevenido en una información política y en una formación anómala de la opinión pública. El hombre multimedia es un hombre sin raíces firmes, es un ser pobre de mente y espíritu. Y un hombre que pierde su capacidad de abstracción es incapaz de razonar. La televisión produce un efecto regresivo en la democracia debilitando su soporte: la opinión pública.

EL VIDEO-NIÑO SALVADOREÑO

El promedio de estudio de los salvadoreños es sexto grado. Si bien en la zona urbana la escolaridad sube al séptimo grado, por el contrario, en la zona rural baja hasta el cuarto grado. El once punto ocho por ciento de la población es analfabeta, es decir, seis cientos quince mil dos cientos ochenta y tres personas. El analfabetismo es mayor en las mujeres (13.7%) que en los hombres (9.6%). A la vez, el analfabetismo es mayor en la zona rural (18.9%) que en la zona urbana (7.6%)4.

En la encuesta de opinión “Hábitos y Consumo de Lectura”, se entrevistaron a dos mil personas en sesenta municipios del país. El cincuentiún punto quince por ciento de ellos, nunca ha leído un libro completo en su vida. El treinta y tres punto treinta por ciento no lee, porque no tiene tiempo. Y el veinte punto diez por ciento rechaza la lectura, porque la considera aburrida. El salvadoreño promedio muestra un desinterés por la lectura5.

A esto agreguemos que los niños son adictos a ver, en televisión, programas tóxicos para su salud mental. Al mismo tiempo son adictos a los videos juegos y a las redes sociales. Las amas de casa son escoltadas en el día, por telenovelas y programas bellacos. Los hombres adultos permanecen fascinados por programas de deportes. Y los adolescentes pasan adheridos al internet y a las redes sociales. Los medios de comunicación emiten mensajes perjudiciales y la sociedad salvadoreña está seducida por ellos. Es una sociedad sin valores que presenta mansedumbre ante los medios de comunicación . Los programas de los medios de comunicación en El Salvador difunden antivalores, usan un bajo vocabulario y no recurren a aspectos intelectuales. La mayoría de programas son “enlatados” y los pocos que se producen, degradan la imagen del país. El objetivo de los medios de comunicación es mantener el índice de audiencia, no importa el grado cultural que puedan transmitir sus programas. En El Salvador, el video-niño es sugestionado por el video-poder de los medios de comunicación. Los cuales en un marco dictatorial, prescriben la video-política en la videocracia salvadoreña.

Los medios de comunicación tienen obligación de producir emisiones pedagógicas y sensibilizar a la población con mensajes creativos, culturales y educativos. Ya que si solo muestran mensajes negativos, así serán sus comportamientos y sus efectos.

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