Adalberto Santana
En la presente tercera década del siglo XXI el fenómeno del narcotráfico es uno de mayores problemas de México y de algunos países latinoamericanos. Sin embargo, ese problema es más complejo en su desarrollo y funcionamiento en la sociedad y en la economía de los Estados Unidos (EU). Las detenciones y condenas a los llamados narco-empresarios de las drogas ilícitas, como son los casos de Joaquín “el Chapo” Guzmán, Ismael “el Mayo” Zambada ambos del llamado cartel de Sinaloa y del “super policía” Gerardo García Luna, ex Secretario de Seguridad en el narco-gobierno del ex presidente mexicano, Felipe Calderón Hinojosa. Es una situación que ha puesto en clara evidencia los nexos entre narcotraficantes y los políticos de claro corte neoconservador ligados al Partido Acción Nacional.
Gerardo García Luna como alto funcionario en los gobiernos de los ex presidentes neoconservadores mexicanos, Vicente Fox Quezada y Felipe Calderón Hinojosa, puso de relieve la doble moral que ha predominado en la administración de esos mandatario mexicanos. Situación que también es muy recurrente en la política gubernamental estadounidense. Ya sea en la Casa Blanca, la Administración para el Control de Drogas (DEA) y la Agencia Central de Inteligencia (CIA). Formalmente la DEA tiene como misión: “hacer cumplir las leyes y reglamentos sobre sustancias controladas de los Estados Unidos y llevar ante el sistema de justicia penal y civil de los Estados Unidos, o de cualquier otra jurisdicción competente, a aquellas organizaciones y miembros principales de organizaciones, implicados en el cultivo, fabricación o distribución de sustancias controladas que aparezcan o estén destinadas al tráfico ilícito en los Estados Unidos; y recomendar y apoyar programas no relacionados con la aplicación de la ley con meta de reducir la disponibilidad de sustancias controladas ilícitas en los mercados nacionales e internacionales” (https://www.dea.gov/es/quienes-somos/sobre-la-DEA). Por ejemplo, en los años ochenta la CIA enviaba en sus aviones armas a la contrarrevolución nicaragüense para combatir al gobierno sandinista y retornaban a los EU cargados de drogas.
Señalábamos que en la vida real, diversos son los efectivos de esas corporaciones estadounidenses que han colaborado con los narcopolíticos, como es el caso con García Luna o con los hijos del “el Chapo” Guzmán. Otro ejemplo, en esa llamada actividad del tráfico ilícito de drogas, también figura el ex presidente Juan Orlando Hernández (JOH) de Honduras. Hoy en día también extraditado a EU y condenado en Nueva York, junto con su hermano “Tony” Hernández y los capos mexicanos. Recordemos que el narcogobierno catracho de JOH estuvo fuertemente vinculado con organizaciones y actividades empresariales del narcotráfico hondureño y mexicano, pero también de la DEA. En Honduras se apoyó al cartel de los “Cachiros” (https://insightcrime.org/es/noticias-crimen-organizado-honduras/cachiros-perfil/). Haciendo memoria histórica sobre la producción y tráfico de drogas, pensemos que no es exclusivamente una actividad criminal. Es esencialmente una industria transnacional que incluye procesos de producción y distribución de drogas ilícitas (marihuana, cocaína, heroína, morfina, drogas de diseño, fentanilo, etc). Así, cuando esa variedad de productos llega a su fase de consumo, el valor de esas mercancías se eleva en la misma medida en que el centro de consunción se encuentra lo más alejado del centro de producción. De tal manera que la dinámica del mercado de drogas ilícitas, se inserta en una relación económica estructural: centro – periferia. Véase mi libro: El narcotráfico en América Latina (México, Editorial Siglo XXI).
Puede interpretarse que esa relación de un centro de producción periférico (latinoamericano) y un centro de consumo (en los países y economías centrales como los EU), expresa que por un lado se desarrolla la producción clandestinas de ese tipo especifico y por el otro se desarrolla el consumo. Así, en las naciones centrales, donde la consunción adquiere su máxima expresión y por tanto es mayor el valor de la acumulación de ganancias. Mercancías que circulan necesariamente en una economía subterránea. Así, la ganancia de esos productos genera un gran valor agregado. Dado que la adquisición de esos productos opera en un mercado clandestino, que no se encuentra regulado formalmente (por ejemplo, no paga impuestos) y esto hace que su valor se eleve y genere mayores ganancias. Claro que esto se da en aquellos productos que por su proceso de producción es más complejo, y su valor en el mercado adquiere un mayor costo. Tales son los casos de los productos más sofisticados como la cocaína, heroína y morfina. Sustancias que adquieren un mayor valor en los centros de consumo (EU y Europa). En tanto que las drogas ilícitas que por su enorme volumen de producción industrial y su bajo valor en el mercado, como la marihuana, el fentanilo, etc. adquieren una gran tasa de ganancia en virtud de detentar un mayor número de consumidores. Sin embargo, esos mismos consumidores de estos productos, por lo regular se ubican en los sectores más pobres y marginados de la economía estadounidense.
Así, los narcotraficantes latinoamericanos (Joaquín “el Chapo” Guzmán, Ismael “el Mayo” Zambada, Juan Orlando Hernández, entre otros), y el “super policía” Gerardo García Luna, obtenían y lograron marginalmente con sus socios de la narcopolítica, acumular un máximo del 10 por ciento de las ganancias. El grueso de ellas más del 90 por ciento generado por las drogas ilícitas introducidas al mercado estadounidense queda en los mismos centros financieros de los EU. Por ejemplo, se reconoce que en el condado de Dade, en el estado de la Florida, ahí se ubica el mayor centro de lavado del dinero procedente del mercado de drogas. En los grandes y medianos bancos del sistema financiero estadounidense, es donde se depositan las enormes ganancias del mercado de drogas ilícitas. Esa es la doble moral de la economía del narcotráfico. En ese espacio de poder de los EU, es donde opera desde Miami, la llamada mafia cubano americana.