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La paradoja del bien y el mal en la política. El peligro de construir una sociedad democrática como un panal…

German Rosa, s.j.

Estamos acostumbrados más a construir una democracia basada en los malestares que en los proyectos. Por esta razón el título de este artículo de opinión pretende despertar la conciencia para pensar a fondo las implicaciones del inminente proceso electoral. La política se asocia con frecuencia con el mal. A menudo el ciudadano común y corriente asocia el quehacer político con todo lo que tiene que ver con la corrupción y lo malo que ha visto en la palestra política. El poder político con frecuencia lo convertimos en un ídolo que desencadena terribles consecuencias. La idolatría pervierte la dimensión divina que posee intrínsecamente la mediación política.

En los procesos políticos no podemos olvidar que la elección en sí misma es un ejercicio de libertad, muchas veces condicionada, pero si se hace con plena conciencia es dar lugar a un acto libremente ejercido que puede inclinar la balanza hacia donde tienen puesta la mirada los electores. Las elecciones son actos de libertad individual pero también de libertad colectiva que orienta la voluntad política hacia un proyecto definido de país o nación. Sabemos que hay realidades deplorables, producto de un quehacer político indeseado, que atentan contra todo derecho de los ciudadanos y que atentan en definitiva en contra del gran soberano que es el pueblo.

1) El mal en la política: construir la sociedad como un panal…

El mal en la política lo identificamos con los abusos de poder, la violencia desmedida, la evasión fiscal, el nepotismo, la invasión de la privacidad, el beneficio de los que se instalan en las distintas instancias del Estado a expensas de los impuestos de los ciudadanos. La política demuestra muchas veces el desinterés de quienes ejercen el poder con respecto a los sectores vulnerables, los empobrecidos, las víctimas del conflicto armado, los trabajadores, los desempleados, los jóvenes, las personas de la tercera edad, los emigrantes, etc.

Ciertamente que hay situaciones en las que se pueden subrayar estos males. Y el mal es fruto de acciones individuales o de los políticos que las practican día a día, que luego se van convirtiendo en modos de organización, se van estructurando, se hacen tradición y no hay modo de cambiar estas malas costumbres… Se construye en la realidad lo que narra la famosa fábula de las abejas de Bernard Mandeville. La fábula dice lo siguiente: “Había una colmena que se parecía a una sociedad humana bien ordenada. No faltaban en ella ni los bribones, ni los malos médicos, ni los malos sacerdotes, ni los malos soldados, ni los malos ministros. Por descontado tenía una mala reina. Todos los días se cometían fraudes en esta colmena; y la justicia, llamada a reprimir la corrupción, era ella misma corruptible. En suma, cada profesión y cada estamento, estaban llenos de vicios. Pero la nación no era por ello menos próspera y fuerte. En efecto, los vicios de los particulares contribuían a la felicidad pública; y, de rechazo, la felicidad pública causaba el bienestar de los particulares. Pero se produjo un cambio en el espíritu de las abejas, que tuvieron la singular idea de no querer ya nada más que honradez y virtud. El amor exclusivo al bien se apoderó de los corazones, de donde se siguió muy pronto la ruina de toda la colmena. Como se eliminaron los excesos, desaparecieron las enfermedades y no se necesitaron más médicos. Como se acabaron las disputas, no hubo más procesos y, de esta forma, no se necesitaron ya abogados ni jueces. Las abejas, que se volvieron económicas y moderadas, no gastaron ya nada: no más lujos, no más arte, no más comercio. La desolación, en definitiva, fue general. La conclusión parece inequívoca: Dejad, pues, de quejaros: solo los tontos se esfuerzan por hacer de un gran panal un panal honrado. Fraude, lujo y orgullo deben vivir, si queremos gozar de sus dulces beneficios” (https://www.diariocolatino.com/la-fabula-de-las-abejas-la-democracia-y-el-indiscreto-desencanto-de-la-politica/). No haremos la descripción completa de la fábula, pero sí la introducimos para que reflexionemos sobre nuestro contexto electoral.

La fábula de las abejas es una parodia de una sociedad inglesa aristocrática, en el incipiente siglo XVIII, que presagia el deseo infinito del tener y de consumir de la sociedad moderna. Es lo que nos ha llevado a la revolución del consumo esclavizando el deseo y convirtiéndonos cada vez más en consumidores y cada vez menos en creadores, en detrimento de la naturaleza. Tal disposición hace tanto mal a nuestro pueblo con las consecuencias inherentes de los desastres naturales.

Sin embargo, nos damos que cuenta que la política no es una fábula. Es la práctica que organiza el conjunto de la sociedad y con sus aciertos o sus errores pueden afectarnos grandemente. El despilfarro, la vanidad, el lujo y el orgullo han arrollado la vida de innumerables personas que han sufrido directamente estos excesos del quehacer político.

No cabe duda que la revolución del consumo y la cultura de lo descartable nos ha lanzado a la construcción de una sociedad con estas características que también han afectado grandemente las democracias de hoy en día.

2) El bien en la política: mostrar la dimensión divina del poder al servicio de los ciudadanos

Si nos detenemos a pensar todo el bien que se puede lograr cuando se practica una política como debe ser, nos daríamos cuenta que las elecciones podrían convertirse en una posibilidad real para revertir males que existen en la sociedad política y en la sociedad civil, lo que beneficiaría a la sociedad en su conjunto.

En nuestra historia nos percatamos que siempre ha existido una paradoja en el quehacer político. La paradoja es muy palpable cuando se ha prometido realizar proyectos concretos que benefician a la población y se hace totalmente lo contrario. Hay políticos que sí han amado, servido y le han cumplido a su pueblo; ¡ojalá fuesen siempre la mayoría!, y también políticos que lo han defraudado, que se han servido y lucrado del pueblo, ¡que esperemos sea la minoría! Podemos asegurar que siempre seremos testigos de esta paradoja. Sin embargo, no podemos constatarlo en modo conformista porque los procesos electorales sirven para librarnos del peligro de convertir la sociedad democrática en un panal que produce mucha miel. De hecho, hay rasgos de maldad en quienes desempeñan la política corrompiéndola, pero también hay rasgos de bondad en aquellos que dedican su vida a lograr el bien común y construir una sociedad más justa y equitativa.

Si hacemos una buena elección, apostaremos por quienes realmente se ponen al servicio de la sociedad, por quienes no buscan lucrarse ni se contentan con reproducir la triste fábula de las abejas de Mandeville. ¡Lejos de nosotros querer reproducir la fábula de las abejas en nuestras democracias centroamericanas! Aunque pueden existir rasgos de lo que expresa la fábula en nuestras sociedades, también hay grandes beneficios y logros alcanzados en la política.

El “telos” o el fin de la política desde los cimientos de la reflexión aristotélica es el bienestar de los ciudadanos, llámese felicidad, justicia, etc. Empujar la actividad política en la dirección del beneficio del gran soberano que es el pueblo, en los procesos electorales, tiene sus implicaciones de gran trascendencia. Destacamos algunas de ellas.

Cuando se participa activamente en las elecciones es para incidir de manera directa en el control parcial o total del Estado. Hay que tomar conciencia de ello. En nuestras democracias el paso más difícil de dar es la construcción de la democracia económica para enfrentar la pobreza, la marginación y la exclusión social de una gran mayoría de los electores.

3) Construir una sociedad democrática que responda a las necesidades de los sectores más vulnerables

La gente esperaría una política más inclusiva, con una dirigencia política más cercana a su pueblo; que consulte permanentemente sobre sus necesidades, y que responda, tanto estratégicamente a largo plazo como coyunturalmente, a las urgencias de la población más necesitada. El planteamiento democrático que se hace es cómo lograr que las mayorías empobrecidas, las personas marginadas, los excluidos participen en la discusión y en las decisiones económicas y financieras más importantes del país. De ahí la prioridad del contrato o de los acuerdos de nación que deben prevalecer sobre la política partidista. Nos atrevemos a plantear que es precisamente en el tema de la democracia económica en donde se hacen evidentes las contradicciones de las distintas opciones políticas porque se plantean las exigencias de cambios estructurales que estremecen todo el sistema político. El Informe sobre Desarrollo Humano del PNUD 2016 plantea la necesidad de políticas articuladas en cuatro ejes fundamentales para atender a los excluidos: aplicar medidas para los grupos con necesidades especiales; empoderar a los excluidos; construir un desarrollo humano resiliente; llegar a los excluidos mediante políticas universales. Según nuestra opinión, este es un planteamiento que articula la democracia política y la democracia económica.

Y en nuestra región centroamericana, dada la realidad de la pobreza y exclusión socioeconómica, tal como lo plantea el PNUD, “será preciso empoderar a las personas excluidas, de tal forma que, si las políticas y los actores pertinentes no cumplen sus cometidos, dichas personas puedan alzar la voz, reclamar sus derechos y recurrir a mecanismos de reparación” (Informe PNUD sobre Desarrollo Humano 2016, Panorama general, p. 11).

Pero además, hay un aspecto que no podemos eludir en los procesos electorales. El ejercicio de la gestión pública, si es verdaderamente democrático, tiene que rendir cuentas a los electores. Y esto no como resultado de una mala práctica del ejercicio de la política cuando salen a la luz pública las situaciones escandalosas de las cuales son testigos los mismos electores: desfalcos, evasiones fiscales, malversación de fondos públicos, etc. Rendir cuentas de la gestión pública se debe hacer antes, durante y después de finalizar un período de la administración pública.

La participación política ciudadana debería mantener una tensión entre la convicción política propia y la responsabilidad, entre los fines políticos proyectados y la acción para lograrlos, todo ello sobre la base de lo posible y lo razonable con los recursos de los que se dispone. La participación activa de la opinión pública no solamente se hace en el ejercer el sufragio electoral sino también en la toma de decisiones para institucionalizar la democracia económica. La democracia educa a la población para la organización y el ejercicio colectivo de la libertad. La gran necesidad hoy es la de enfrentar a fondo temas fundamentales que aparecen en los sondeos de opinión pública que afectan a la sociedad entre los que se destacan: la delincuencia, la inseguridad, la violencia, el alto costo de la vida, el desempleo, la pobreza, la corrupción.

Todos estos temas tienen un connotado eminentemente socioeconómico. No hay que olvidar que en los procesos electorales, el fraude más grande consiste en defraudar los clamores y las esperanzas del gran soberano que es el Pueblo.

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