Myrna de Escobar,
Escritora
El día inició caluroso y con la fatiga propia de sus días, me preparo a salir de casa, no sin antes buscar los recibos para el banco. El estrés hace mella en mi sonrisa escasa, pero espero que éste sea un día mejor. Aunque el miedo me atrapó por un instante en el oscuro dintel del portón del condominio que habito.
El instinto me detiene un instante, pero confió en Dios. Tengo muchas diligencias en mi única mañana libre de la semana. La chapa no abre. Será otra señal más, —pienso—. Sintió de inmediato un vuelco en el estómago y lo siguiente que veo en el suelo fue mi cuerpo lastimado. Tengo un muslo roto y gimo de dolor. Frotó mis ojos, mis piernas tiemblan. Un grito de auxilio se ahogó en mi garganta. En el bolso llevo los cuadernos que no necesito. Pienso en la advertencia de mi esposo de no llevar el dinero en la cartera y pagar cuanto antes los recibos. Subo de prisa al apartamento a dejar los cuadernos. ¿Cómo explicarle lo que había visto? Temo parecer loca si le digo lo que vi. Me persigno y resuelvo salir.
Ésta vez la llave abrió sin problemas. Veo una camioneta azul polarizada al final del pasaje que usualmente recorro. Me pareció sospechosa, pero con el salmo 33 en mi memoria continuó. Al llegar al final de la primera calle un hombre apareció. Me intimida su mirada. Puede ser el nuevo vecino de quien todos están hablado. Para mí, él y sus dos perros salchichas son desconocidos. Para despistarme, él los llama por su nombre. — pienso. Vuelvo la mirada y la vecina de manera despreocupada e irresponsable riega la acera mientras chatea con su celular. Es un alivio que este allí.
Llegó a la parada, abordó el primer bus y me acomodó para leer, como de costumbre, pero no logro iniciar la lectura. Estoy alerta. Guardó el libro y miró a todos en el transporte colectivo con recelo. Me siento perseguida por mi propia sombra. En el Telebanking temo gritar de miedos ante la cámara. No sé si hablar con el guardia. ¿Cómo explicarle lo visto minutos antes de salir de casa?
Salgo del banco y abordó el siguiente bus. Mis manos me delatan. Sudo copiosamente. Estoy a punto de paralizarme cuando la cancioncita del semáforo me advierte continuar. Me sintió torpe para continuar con el viaje. En el camino me encuentro con Lesly, una colega del trabajo. Le habló de lo que estoy sintiendo. Me reconforta saber que me escucha. Olvido toda mi paranoia al saber lo que le ha sucedido al bajar del bus. Perdió todo su salario en un atracó al otro bus en que venía.