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La partida de un ser querido

Varinia Arévalo*

La partida de un ser querido siempre constituye un espacio de reunión. No importa la cantidad de años que hayan pasado sin que se hayan visto las personas allegadas a quien nos deja. Tampoco importa si son familia o compañeros de trabajo, pilule ni su forma de pensar. Todos nos reunimos alrededor del ser querido, recordado y empezado a extrañar.

Mario era la personificación del trabajo, y escogió uno de los más difíciles: trabajar por su país; un país que siempre creyó posible. Amó la política desde muy tempano y recorrió sus caminos y veredas. Con su hablar pausado siempre tuvo un buen consejo, un argumento sustentado, una opinión relevante. Ostentó el título de hijo, padre, esposo, hermano, abuelo, tío, amigo, colega, camarada, diputado, negociador, embajador, coordinador, dirigente revolucionario.

La cordialidad fue una de sus grandes virtudes y la tenacidad una de sus mayores fortalezas. Siempre fue un gran conversador porque sabía hacer algo que pocos saben: sabía escuchar. Jamás desacreditó a alguien por pensar distinto y en su pensamiento de izquierda consolidó sus altos valores democráticos. Creyó en el consenso, en que no hay diferencia que no pueda ser superada con arte y paciencia, es decir, con inteligencia.

Quienes tuvimos el privilegio de convivir con él aprendimos, valoramos y apreciamos su trabajo, sus convicciones pero en especial su esencia y fortaleza basada en una sutil delicadeza.

La muerte siempre constituye un hecho misterioso, permite que afloren emociones y pensamientos muchas veces desconocidos, nos pone a prueba de cierta manera y nos muestra a cada uno muchas veces un rostro distinto y a pesar de ser un hecho tan triste como inevitable nos da una oportunidad para quedarnos con lo más importante y trascendental de quien nos deja.

¿Qué nos deja Mario? demasiadas cosas. Hay a quienes les deja su recuerdo de joven tocando guitarra y jugando basquetbol, el espíritu intrépido de un estudiante universitario alzando su voz en una marcha, el hecho doloroso de haber perdido un hijo amado en la construcción de una utopía, sus increíbles dotes en el sutil arte de la diplomacia y la negociación, la memoria vívida y precisa de hechos, personas, y situaciones de décadas de nuestra historia, la capacidad de leer entre líneas lo que no se dice, el arte del silencio y de la búsqueda de las palabras precisas, el disfrute de unas buenas ostras y un par de cervezas en el mar, su gusto por la sencillez y los muebles de manos artesanas, su sabiduría en comprender que no existen enemigos sino adversarios, su sensatez en no generar discusiones sino diálogos.

Te despedimos con cariño Mario, con un profundo respeto y admiración. Tu trabajo de tejedor fino hace falta. Sin duda hoy es un día muy triste. Se va alguien grande que hizo mucho por nuestra historia. Se va sin pompa ni ruido, así como trabajan los que lo hacen con convicción, sin esperar nada a cambio. Hasta pronto querido Mario. Cultivaremos tus virtudes en tu honor.

*Sobrina de Mario Aguiñada Carranza

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