*Nelson de Jesús Quintanilla Gómez, Sociólogo y Diputado de la Asamblea Legislativa de EL Salvador, períodos 2012-2015 y 2015-2018.
El pasado 25 de noviembre de 2016 a eso de la 10 y 29 minutos de la noche fallece el líder histórico, revolucionario de todos los tiempos, presidente de la República Socialista de Cuba y comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de su país hace su partida física a los 90 años de edad dejando un gran legado para su pueblo, para la América latina y el Mundo para seguir la lucha por la liberación de los pueblos y construir sociedades más humanas, solidarias y soberanas e independientes en todos los sentidos.
Gobernó su país desde el triunfo de la Revolución en 1959 hasta el año 2006 cuando delego su poder en su hermano Raúl Castro para dar continuidad al desarrollo de la sociedad socialista, a su solidaridad con los pueblos que buscan la liberación del dominio capitalista y del modelo neoliberal que tiene en extrema pobreza a muchos pueblos y naciones del mundo.
Fidel Castro fue abogado de profesión, Doctor en derecho Civil y Licenciado en Derecho Diplomático, un luchador histórico, revolucionario de corazón, dio su vida por su pueblo, solidario con las causas y luchas justas, enemigo permanente de las injusticias y de las dictaduras militares, combatiente permanente del capitalismo y constructor permanente de la sociedad socialista, ejemplo de hombre integral, visionario, con una concepción científica del mundo y con una firme convicción de lucha ante el imperialismo.
Sin duda que Fidel era un gran estratega militar, comprobado no sólo en la Sierra Maestra sino en su cuidadosa planificación de la gran batalla de Cuito Cuanevale, librada en Angola entre diciembre deb1987 y marzo de 1988, y que precipitó el derrumbe del régimen racista sudafricano y la frustración de los planes de Estados Unidos en África meridional. Pero además era un consumado político, un hombre con una fenomenal capacidad para leer la coyuntura, tanto interna como internacional, cosa que le permitió convertir a su querida Cuba -a nuestra Cuba en realidad- en una protagonista de primer orden en algunos de los grandes conflictos internacionales que agitaron la segunda mitad del siglo veinte. Ningún otro país de la región logró algo siquiera parecido a lo que consiguiera Fidel. Cuba brindó un apoyo decisivo para la consolidación de la revolución en Argelia, derrotando al colonialismo francés en su último bastión; Cuba estuvo junto a Vietnam desde el primer momento, y su cooperación resultó de ser de enorme valor para ese pueblo sometido al genocidio norteamericano; Cuba estuvo siempre junto a los palestinos y jamás dudó acerca de cuál era el lado correcto en el conflicto árabe-israelí; Cuba fue decisiva, según Nelson Mandela, para redefinir el mapa sociopolítico del sur del continente africano y acabar con el apartheid (Boron, 2016).
De acuerdo con Atilio Boron, Fidel ha muerto, pero su legado –como el del Che y el de Chávez- vivirá para siempre. Su exhortación a la unidad, a la solidaridad, al internacionalismo antiimperialista; su reivindicación del socialismo, de Martí, su creativa apropiación del marxismo y de la tradición leninista; su advertencia de que la osadía de los pueblos que quieren crear un mundo nuevo inevitablemente será castigada por la derecha con un atroz escarmiento y que para evitar tan fatídico desenlace es imprescindible concretar sin demora las tareas fundamentales de la revolución, todo esto, en suma, constituye un acervo esencial para el futuro de las luchas emancipatorias de nuestros pueblos.
Sin duda alguna, Fidel Castro es un símbolo de orgullo, de dignidad, de resistencia y de lealtad a los principios y su prestigio ha superado las fronteras de su tierra natal para irradiar el mundo. El líder histórico de la Revolución Cubana tomó las armas a favor de los oprimidos y reivindicó sus derechos a una vida decente. Procedente de una de las familias más adineradas del país, renunció a todos sus privilegios de clase para defender a los sin voces, abandonados a su suerte e ignorados por los pudientes, así lo hizo Schafik y el Beato Monseñor Romero en El Salvador. Este es legado que deja Fidel a los revolucionarios del Caribe, América latina y el Mundo.
Es importante recalcar que, Fidel Castro dispone de una legitimidad histórica. Armas en mano luchó contra la sangrienta dictadura de Fulgencio Batista durante el ataque al cuartel Moncada en 1953 y durante la insurrección en la Sierra Maestra de diciembre de 1956 a diciembre de 1958. Triunfó contra un régimen militar brutal dotado de un impresionante poder de fuego y apoyado por Estados Unidos. En un contexto de hostilidad extrema ha realizado el sueño de José Martí de una Cuba independiente y soberana y ha guiado a su pueblo en el camino de la emancipación plena y definitiva oponiendo una resistencia a toda prueba frente a las pretensiones hegemónicas de Washington que intentaron matarlo pero que siempre salió adelante y bien librado.
Tres facetas caracterizan al personaje de Fidel Castro. En primer lugar es el arquitecto de la soberanía nacional que ha realizado el sueño del Apóstol y Héroe Nacional José Martí de una Cuba independiente y ha devuelto su dignidad al pueblo de la Isla. Después es el reformador social que se ha ubicado al lado de los humildes y los humillados creando una de las sociedades menos injustas del Tercer Mundo. Finalmente es el internacionalista que ha tendido una mano generosa a los pueblos necesitados y que ha ubicado la solidaridad y la integración en el centro de la política exterior de Cuba (Lamrani, 2016).
La partida física del comandante en jefe, Fidel Castro no significa la muerte del líder histórico, más bien, Fidel vive en los corazones de cada cubano, de cada revolucionario de cualquier nacionalidad por su ejemplo de lucha.