Por Yemeli Ortega
Tijuana/AFP
Gabriel no sueña con ser futbolista o cantante de rock. A sus 17 años, sale quiere trabajar de albañil en Estados Unidos para ser el sustento de su familia en México, rx aunque eso signifique aventurarse solo en un viaje clandestino lleno de peligros.
«Tienes que dormirte en el cerro, ir caminando todo el rato, bajadas, subidas. Los migras (Patrulla Fronteriza) te pueden ver o localizar por las huellas, y si te alcanzan todo es en balde», cuenta a la AFP este joven, unas horas después de haber sido deportado de Estados Unidos a la mexicana ciudad de Tijuana (noroeste) por tratar de cruzar la frontera ilegalmente.
Huyendo de la pobreza y la violencia, cada vez más niños y adolescentes de México y Centroamérica se aventuran completamente solos rumbo a Estados Unidos, un fenómeno que para el gobierno del presidente Barack Obama se ha convertido en crisis humanitaria.
«Yo lo que quiero es trabajar (en Estados Unidos). Allá sí puedes juntar para una casita, hacerte de un cochecito, mandar dinero para la familia… Acá nada más va saliendo dinero para comer», dice Gabriel, quien muestra la seguridad de un adulto.
Roberto Rendón, encargado del albergue gubernamental que le ha acogido en Tijuana, pone la realidad sobre la mesa: «Tenemos que avisarle a tus papás, recuerda que sólo eres un menor de edad».
Del 1 de octubre pasado al 31 de mayo, la Patrulla Fronteriza estadounidense interceptó a 47.017 menores que inmigraban sin documentos y sin la compañía de un adulto, casi el doble del número registrado entre el 1 de octubre de 2012 y el 30 de septiembre de 2013.
«Me siento más contento de regresar a casa», dice Antonio, otro joven deportado de 17 años que aparenta varios menos en sus amplios pantalones estilo rapero.
Aunque en el caso de Antonio sus padres lo quieren de vuelta en su natal Guanajuato (centro), los encargados de albergues para menores migrantes coinciden en que muchas familias presionan a sus hijos para que vuelvan a intentar cruzar la frontera.
Jóvenes «polleros»
A lo largo de su ruta clandestina, los menores son acechados por bandas criminales, no sólo para extorsionarlos, secuestrarlos o venderlos a redes de prostitución, sino también para hacerlos parte de sus tropas.
Antonio asegura que su «pollero», como se llama a los traficantes de
personas, parecía tan menor como él. «Era un muchacho también», dijo.
«Se tiene registro de que muchos jóvenes son empleados para el tráfico de personas en las fronteras», debido a que no son imputables ante la justicia, explica Javier Urbano, coordinador del Programa de Asuntos Migratorios de la privada Universidad Iberoamericana.
Hacia el lado este de la frontera las cosas se agravan. Ahí, los menores ya realizan extorsiones a migrantes e incluso participan de asesinatos, según un abogado de niños migrantes que pidió el anonimato.
Si los menores son altamente vulnerables en su ruta, los peligros no se acaban una vez que quedan a resguardo de las autoridades, pues muchos temen ser devueltos a su lugar de origen, de donde salieron huyendo.
«Me llevaron a un cuarto muy grandísimo donde están revueltos chavos (chicos), chavas (chicas) y adultos. Ahí estuve cinco días», cuenta un joven hondureño, capturado cerca de la frontera sur de México, por donde cruzó a la edad de 16 años.
Este chico, que salió de su país amenazado de muerte por pandilleros, permaneció dos meses en instalaciones de migración hasta que México le otorgó el estatus de refugiado. Ahora estudia sastrería y sueña con vestir a las estrellas de Hollywood algún día.
El mundo no es Disneylandia
En los primeros cuatro meses de 2014, más de 6.000 niños y adolescentes mexicanos fueron deportados de Estados Unidos. Muchos de ellos habían intentado cruzar ya más de cinco veces.
Superado por esta situación, el gobierno estadounidense habilitó tres bases militares como albergues para menores, mientras que el secretario de Seguridad Interna, Jeh Johnson, subrayó que los menores que han cruzado la frontera en los últimos meses no obtendrán estatus legal o ciudadanía, y que en cambio son considerados «prioritarios» para ser deportados.
Por su parte, México deportó en 2013 a 8.577 menores migrantes de otros países, principalmente centroamericanos, que atraviesan el país con la esperanza de llegar a Estados Unidos.
«Hay leyes, hay seguridad, hay reglas… eso se tiene que entender», dice a la AFP José Luis Valles, director general de control y verificación del Instituto Nacional de Migración (INM), quien considera que «todo el mundo sería Disneylandia» si Estados Unidos abriera sus fronteras sin condición.