Salvador Ventura
Es válido criticar o enjuiciar con argumentos y la verdad las obras y los proyectos de un gobierno, buy viagra pero es infame e intolerable cuando se juzga o se ataca con hipótesis, rumores, apreciaciones o utilizando la mentira o las interpretaciones.
El Diario de Hoy en su Nota del Día, publicada el viernes 4 de julio del año en curso, titulada Chaplin, “Tiempos Modernos” y la petrificación ideológica, recomienda a funcionarios del gobierno y al secretario general del FMLN, reunirse con productores para que “comprendan de que depende la riqueza creada por ellos para pagar la enorme burocracia y sostener programas sociales”.
El editorialista parte de una premisa falsa: no les concede a los imputados en sus críticas la mínima capacidad para saber cómo se produce la riqueza y quienes la crean; de paso fustiga los “programas sociales” y la “pesada carga burocrática”. En el fondo, como es natural, hay una defensa del sistema capitalista y una negación a la creatividad y valores de las fuerzas políticas progresistas.
Sería utópico o tanto como arar en el mar, pedirle al editorialista de marras reparar sus imprecisiones y sus atentados contra la verdad, pues al hacerlo (la verdad se cumple mejor por medio del restablecimiento del honor y los derechos del injuriado) confirmaría sus graves errores y su falta de ética en los comentarios.
Del mismo modo, esta reparación o aceptación de sus imprecisiones, atentaría contra su amor propio, pues implica el reconocimiento de su falta. La autocrítica muy difícilmente aparece en el lenguaje o en el diccionario cotidiano del señor Altamirano.
Y la generalización al intentar justificar sus apreciaciones, es también un error, pues de manera perversa insinúa que en este país se está construyendo un sistema distinto al afirmar “los socialistas fracasan cuando se meten a productores, pues las ventajas que logran a base de privilegios, exclusión de la competencia y creación de monopolios, rápidamente se pierde al enfrentar la competencia tanto interna como externa…” (?).
Por ventura alguien entiende el atolondrado palabrerío del editorialista de El Diario de Hoy, pues habla de privilegios, exclusión de la competencia y creación de monopolios, cuando en este país, los que por largos años han gozado de privilegios y han concentrado los negocios en pocas manos, son los señores feudales de la oligarquía.
¿Quiénes han tenido en los últimos años el monopolio de las semillas, los fertilizantes y la variedad de abonos? Ha sido la familia Cristiani; lo mismo se puede decir de la producción e importación de medicinas, de la leche en polvo, la distribución de la energía eléctrica y hasta las pensiones, y paremos de contar.
Su odio enfermizo hacia “los rojos” lo lleva permanentemente a la contradicción, pues mientras habla de que “es muy importante, que conozca y valore el aporte que hace el conocimiento”, por el otro ataca el avance en la tecnología y los programas sociales como la entrega de computadoras a los estudiantes.
El acudir a la tecnología de punta, el acceso a internet y a todas las herramientas proporcionadas por la ciencia, contribuirá a una mejor formación de los niños y los jóvenes y, en consecuencia, a un mayor desarrollo de nuestro país, tal y como requieren organismos como la UNESCO.
La entrega gratuita de paquetes escolares, zapatos y uniformes no se puede calificar como “despilfarro”, pues de manera directa han contribuido a combatir la deserción e incrementar la matrícula escolar, como fácilmente se puede comprobar consultando las estadísticas del Ministerio de Educación.
La tecnología ha cambiado el mundo de raíz, tal como sostiene en su atolondrado comentario el editorialista; pero según sus parciales apuntes, eso es bueno para países altamente desarrollados; pero no funcionaría en repúblicas como la nuestra, pues no gozamos de conocimientos ni enseñanza apropiada.
Y siguiendo con su razonamiento, lo mejor para El Salvador sería privatizar la educación, erradicar los subsidios y los “programas sociales” (así en comillas como el señor editorialista lo escribe) y obligar a los padres de familia a pagar los estudios de sus hijos, desde primaria a la universidad.
De esta forma se educarían en centros escolares exclusivos y tendrían acceso a la tecnología y al conocimiento impartido por expertos en la materia. En síntesis, volver al pasado de la exclusión, de la marginalidad y la concentración de la riqueza y del “conocimiento” en las manos minoritarias de siempre.
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