Dora Olivia Magaña
Averno de la palabra
Como dijera nuestro estimado y solidario poeta Rafael Mendoza de “Piedra y Siglo”, look lo que no conoceremos en su diversidad y extensión es lo que escribieron muchos sobrevivientes de la guerra que emigraron.
Iniciamos pues bajo el auspicio de Mauricio Vallejo-Márquez esta serie sobre escritores y escritoras salvadoreños que emigraron a Estados Unidos y residen principalmente en la ciudad de Los Ángeles, California.
El escritor Óscar René Benítez oriundo del departamento de La Unión goza de una larga trayectoria literaria. Entre sus obras publicadas figuran las novelas “Inmortales”, “Las huellas de una lucha sin final” y “Cuando concluyó la guerra”. Ha publicado también los siguientes libros de poesía: “Te cantó mi corazón”, “Sollozos en el viento”, “Treinta poemas de amor para María”, “Versos de otoño”, “Cuando caiga la noche” y “Al filo del ocaso”.
Como novelista, Oscar René Benítez es un autor interesado en exponer los acontecimientos sociales de nuestro tiempo y su trabajo juega un papel muy importante dentro de la Diáspora Salvadoreña.
Su poesía es fluida y rica en imágenes, logra plasmar en ella la angustia de los emigrantes, la resignación de los que dejan país y familia para salvar del hambre y desamparo a esas mismas gentes que aman; seres que deambulan por los caminos, veredas y ciudades de los países que atraviesan, y en muchas ocasiones encuentran su final en el desierto del Norte. Refleja en ella los temores del olvido que aquellos que viven en el gélido norte tienen; los desarraigos y rompimientos que se viven. Escribe “y cuando vuelves a casa, lloras por ellos, lloras por la viejecita que serás y por los hijos que se quedaron extrañándote un día y que ya de adultos, te castigarán con olvido”. A pesar de entender y vivir ese sufrimiento, Óscar continúa conservando la sensibilidad y solidaridad latente. Entre muchos de nosotros, los escritores centroamericanos en Los Ángeles, le consideramos como el hermano mayor que nos ha ayudado y guiado en el camino de las letras y la publicación de nuestros trabajos. En su poesía romántica, saluda a la mujer con pasión y respeto recordando ese pasado y el vacío dejado en la partida.
En la actualidad funge como Cónsul de Poetas del Mundo para el Estado de California, Estados Unidos, ha participado también en encuentros literarios en diferentes países como Chile, Cuba y México, entre otros.
EL ÚLTIMO SUSPIRO
(en honor a todos aquellos que en su afán
por llegar a Estados Unidos perdieron la vida)
Del Libro “Al filo del ocaso” -2011
De modo que te tragó la distancia.
Es como goma de mascar, se estira,
mientras te envuelve un manto de nostalgia.
Y dejaste una mujer que suspira,
hijos con ojos llenos de esperanza.
No sabes cómo, pero estás despierto,
persiguiendo un sueño —o quizás dormido,
crees estarlo— al escuchar el gemido
de aquellos que mueren en el desierto,
abatidos por la sed y por el hambre.
Entre el cactus —soldado traicionero—
y el sol inclemente, asfixiante y duro,
tumban tus sueños, trizan tu futuro.
En el juego el horizonte es primero,
huye, se esconde, se acerca, se aleja…
Y aparecen de pronto los delirios,
aleteando van y vienen, enjambre
graznando muerte, penas y martirio
en tus ojos velados por el hambre.
¡Del alma se te escapa un alarido!
Al partir todos te desearon suerte,
la mujercita entre llantos, y los niños,
entre risas, haciéndote cariños;
no vieron los coqueteos de la muerte
ni escucharán hoy la agonía de tu queja.
Erróneamente hay muchos que te llaman
Mojado con odio y con desprecio,
adjetivo vano, palabra rota…
Tus labios buscan agua y, ¡ni una gota
que sacie ya la sed en tu garganta!
Mojado te nombró algún hombre necio
mientras mueres de sed bajo una planta
sin sombra ni hojas, armada de espinas.
Deja tus sueños, que te cubra el manto
de la noche profunda y aniñada.
Tus ojos se quedan ¡ay! sin más llanto
y el norte se hizo polvo, se hizo nada.
Pero duérmete en paz, hermano iluso,
lejos del suplicio de las esquinas,
la discriminación y del abuso,
del jefe explotador y la miseria.
Yo pido que duermas en paz, hermano,
desde mi oscuro porvenir incierto;
pues tu último suspiro en el desierto,
ya se quedó apretado aquí en mi mano.
EN MI BOCA
Del libro “Al filo del ocaso”
Lo sé, ya no estás conmigo.
Esta soledad me lo recuerda siempre.
Pero te busco en vano en el vacío
que inclemente llena hoy mis brazos;
y aunque ya nunca más te abrace,
te confieso que me atormenta tu ausencia.
Tiembla aún en mi boca
el susurro tibio de tus labios
cuando ahogabas las palabras en un beso
y perdura la luz interminable de tu mirada
cuando tus ojos me miraban fijamente.
Ah, eras la magia de aquellos atardeceres,
tibieza de noches interminables
y ternura de madrugadas que parecían eternas.
En la quietud de este crepúsculo de matices que duelen
vienes a mí como un ciclón
que aunque sacude, no se toca;
y presiento tus manos cual dos alas
volando tibias hacia mi rostro;
y de pronto sólo el vacío desolador
me envuelve en su frío de metales, ¡y te nombro!
MUJER MIGRANTE
(a todas aquellas madres que sufren
la pena de haber dejado atrás a sus hijos por darles un futuro mejor)
Del libro “Al filo del ocaso”
Cuando rompes el silencio
con tu voz poblada de lejanía,
se adivina en tu rostro el gesto de tristeza
que cruelmente fue aferrándose a tu alma.
Se llena tu mirada de melancolía inextinguible
que te apretuja el corazón de madre
y hay en tus labios un sollozo disfrazado de sonrisa
cuando piensas en los hijos que no verás más
y de repente se te llenan los ojitos de llanto.
Cómo te gustaría cambiar de pronto
el silencio pulcro de los aposentos que limpias
por la risa y la algarabía de tus niños,
que algún día inevitablemente te desconocerán
y no te perdonarán el abandono
a pesar de las remesas mensuales y del sacrificio.
Aquí, no existe el tiempo para los lamentos,
debes madrugar empeñosa y beber el café de prisa,
sacudir muebles caros y fregar pisos afanada
para que a ellos allá, nunca les falte nada.
Y cuando vuelves a casa, lloras por ellos,
lloras por la viejecita que serás y por los hijos
que se quedaron extrañándote un día
y que ya de adultos, te castigarán con olvido.
TÚ, MUJER
Del libro “Al filo del ocaso”
Torbellino de luz que me envuelve,
cometa de polvo sideral que me arrastra,
locura enfermiza de estremecimientos,
causa incontenible de delirios.
Ternura lúbrica de suspiros,
manantial cristalino de locura;
grito, susurro, jadeo,
en una sola palabra te encierro: “Mujer”.
ASÍ TE QUIERO
Amo todo aquello que eres
lo luminoso y lo oscuro
los arrebatos y la dulzura
la mezcla de ternura y pasión
tu alma rozando la locura
Amo tu entrega y tu desdén
tu arrogancia seductora
tu sometimiento incondicional
y el vuelo de tus muslos
entre mis brazos
Así te quiero
entre lo culto y lo salvaje
por lo divino y lo mundano
de tu cuerpo y de tu alma
por el gemido y el suspiro.
Amo tus celos incontrolables
las caricias tan ciertas
que estremecen mi piel
y el beso oportuno
de tus labios jugosos y dulces.
ASÍ
-del libro ’Versos de otoño’
Como el ala de un pájaro muerto,
abandonada y moviéndose
acostumbrada al viento,
como deseosa de alzar el vuelo
y sin poder ya romper el aire tibio del ocaso.
Como los viejos zapatos
acostumbrados al camino y a los pasos
se quedan solitarios
cual dos navíos naufragados,
ya sin la marcha esperada,
ya sin el sonido de las piedras.
Así,
persiste entre mi angustia la tristeza.
MIENTRAS SUSPIRAS
-Del libro “Al filo del ocaso”
Emerges del silencio vestida de nostalgia,
y del melancólico manto con que se cubre el tiempo
van desprendiéndose los instantes que juntos dibujamos.
¡Y eres tú! mujer de piel de luna llena
la que ahora acorta la distancia
invadiendo los sentidos.
Ahora me recordarás quizás mientras suspiras,
¡ay! pasaste del llanto a la añoranza,
de la añoranza a la esperanza y después
a la resignación como último recurso.
Pero no hubo espacio en tu corazón para el olvido.
En la densa niebla del tiempo transcurrido
aún se adivinan los atardeceres:
nosotros tomados de la mano,
un solo asiento en el autobús para los dos,
un solo plato para la cena,
tus ojos mirándome tiernamente,
y la pasión de una juventud que se nos escapó.
Muchas fueron tus lágrimas, mujer.
Y aunque me esperabas sabías que no volvería,
que aquel vacío que en tus brazos yo dejaba
como el tiempo y la distancia también era interminable.
Yo guardé las mías, las apretujé en mi corazón
y por las noches se escapaban en avalanchas de sollozos
que me hundían en un insomnio demente y lastimoso.
Como antes, hace tanto tiempo ya,
rompías mi silencio con un beso dulce y un suspiro,
ahora lo llenas con tu recuerdo
y aferrada vives aquí en mi corazón.
INTENSAMENTE
Del Libro “Al filo del ocaso”
Hoy que ha pasado el tiempo,
no la culpo por el manto de soledad
que su adiós me fue dejando.
Tampoco le reprocho
los silencios interminables
que me invaden el alma
cuando cerrando los ojos la recuerdo.
Ni es su culpa esta melancolía
que me rasguña la memoria
de aquellos instantes que juntos vivimos.
¡Ah, la cascada negra de su pelo entre mis manos!
En mis dedos aún conservo
el aroma de flores silvestres de su cuerpo
y la tersura de pétalos recién abiertos.
¡Hasta mí la traen los acentos del aire!
Escucho enloquecido la música de su voz,
la ternura susurrante en sus labios
y siento el calor de la copa de su vientre
que como una araña tejía madrugadas.
Hoy que ha pasado el tiempo,
intensamente, en cada latido la recuerdo
y la busco en el horizonte sinuoso de la memoria
y apenas consigo recordar sus estremecimientos;
sus párpados cerrándose tiernamente
como apresando los instantes y los sueños.