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La poesía en el país de la retórica –Ethos y contexto en la lírica de Roque Dalton– (entrega final)

Álvaro Rivera Larios

Escritor 

El poeta que se orienta pragmáticamente y que lee sociológicamente el rostro plural de sus destinatarios en una sociedad como la salvadoreña, prescription al igual que los antiguos retóricos, case no es un partidario abstracto de la claridad textual. Lo que hará, recipe en términos creativos, será elegir un estilo de acuerdo con el tema y con la competencia literaria de los posibles receptores concretos de su voz en una circunstancia determinada. Un poeta dotado de conciencia retórica sabe que al elegir un lenguaje complicado para configurar un texto –en una sociedad en la cual las competencias lectoras están desigualmente distribuidas–, estará restringiendo, acotando, el universo social de sus posibles receptores. Dalton era plenamente consciente de este problema, pero aun así nunca estuvo dispuesto a renunciar al complejo territorio ganado por la lírica moderna, ni siquiera en esos textos donde sus poemas parecen desplomarse en la peor de las obvias claridades.

Como el orador ideal de Cicerón, nuestro poeta llegó a manejar varios grados de complejidad estilística. En un libro como “Taberna y otros lugares” podemos encontrar la coloquialidad popular de “La segura mano de Dios” y el hermetismo de “Los extranjeros”. La coloquialidad del primer poema no se presenta al lector como la voz directa del poeta, sino que como la máscara verbal del personaje que enuncia los versos: el asesino del general Martínez. Esta sencilla teatralización del poema coloca a nuestro escritor por encima del simplista debate entre los partidarios de la claridad y el hermetismo.

Los partidarios del hermetismo poético –como el lenguaje standard exigible a todo poema– suelen hacer gala de su desprecio por el público. Ese desprecio supone un alejamiento y negación  de la  retórica, un rechazo de la intención comunicativa, un olvido de la gradación de los estilos y de su uso de acuerdo con estimaciones genéricas y circunstanciales.  Dicho desprecio le confiere al hermetismo una dimensión abstracta que lo deslocaliza y lo confina al territorio de una inteligencia creativa individualista y ensimismada en un lenguaje intransitivo.

Algunos estiman que el lenguaje hermético de la poesía es el único lenguaje admisible del poema y su único criterio de valor. La pluralidad de rostros y papeles que la poesía asume en su vida social y en su convivencia con otros lenguajes ha de acomodarse a las líneas de exigencia formal establecidas por una poética que expulsa de su seno a la retórica. Con estos ojos y estas herramientas del formalismo deslocalizado muchos se asombran de la pobreza estilística de los “Poemas Clandestinos” y la condenan. Su ceguera interpretativa nace, en mi opinión, del olvido de la retórica, del rechazo de los textos cuyo estilo dialoga con una circunstancia interiorizada en el proceso creativo. La retórica llegó a verse como un recetario fosilizado, cuando en su versión más lúcida lo que pretendía era educar la inteligencia casuística del creador de discursos. Esa ligazón del lenguaje a lo que era el tema del discurso, el género al cual pertenecía y a los oídos de un público particularizado, contemplaba la utilización de una palabra compleja, pero no la convertía en El criterio de exigencia estilística valido para todas la expresiones verbales posibles en todas las circunstancias. Encarada frente la compleja visión de los estilos que tiene la retórica, la poética del hermetismo parece una gran simplificación.

El hermetismo abstracto y deslocalizado, cuando se enfrenta a los Poemas Clandestinos es incapaz de manejar la hipótesis de que la coloquialidad de sus versos pueda ser una máscara. Así que pasa por alto que ahí hay cuatro personajes con sus breves y ficticias fichas biográficas: Vilma Flores, Timoteo Lue. Jorge Cruz y Luis Luna.  Sus identidades estilísticas quizá no estén bien logradas, pero cada uno de los personajes podría distinguirse por sus obsesiones temáticas. La hipótesis de que estamos ante los discursos de cuatro seres ficticios no debería despreciarse, dado que este recurso ya lo había utilizado el poeta en otros libros. Echarle en cara su claridad estilística, y explicar esta como un tropezón literario debido a razones ideológicas, supone olvidar que el estilo llano es un estilo (y que como tal entraña sus dificultades)  y olvidar también que, como elección literaria, la coloquialidad pudo ser el resultado de cálculos formales hechos en una situación retórica concreta. Detrás de la engañosa simplicidad de los Poemas Clandestinos hay una serie de pliegues formales que los alejan de la inmediatez creativa y los distancian de una poética general de carácter conservador. Utilizar un lenguaje cercano a la claridad para  construir la voz de unos personajes no es lo mismo que elevar la coloquialidad a la condición de rostro obligatorio de toda posible expresión poética.  Dalton huía por igual de quienes planteaban opciones estilistas claras u oscuras por encima de las precisiones que imponían el contexto y el momento de una determinada comunicación literaria.   Ya decía el poeta en su Recuento de Praga que en estos asuntos había que condenar la premeditación y las conclusiones mecánicas. Para Dalton tanto un lenguaje como el otro eran medios que debían ponerse a dialogar con unos temas, unos fines y unos lectores ubicados en una situación retórica concreta. En lo que atañe a los Poemas Clandestinos, lo que podría reprocharse a ciertos textos no es que pertenezcan al género de la poesía didáctica sino que como poemas didácticos sean fallidos.

 

 

 

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«Para enflorar». Foto: Karen Lara. Portada Suplemento Cultural Tres Mil Sábado, 2 de noviembre 2024.