Luis Armando González
El Presidente Salvador Sánchez Cerén recibió, en días recientes y en nombre de la República de El Salvador, la presidencia pro tempore de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC). Según lo señala el propio organismo, la CELAC “es un mecanismo intergubernamental de diálogo y concertación política. Su membresía incluye a los treinta y tres (33) países de América Latina y el Caribe. Surge con el compromiso de avanzar en el proceso gradual de integración de la región, haciendo un sabio equilibrio entre la unidad y la diversidad política, económica, social y cultural de los 600 millones de habitantes de América Latina y el Caribe. Desde su puesta en marcha, en diciembre de 2011, la CELAC ha contribuido a profundizar el diálogo respetuoso entre todos los países de la región, en temas como el desarrollo social, la educación, el desarme nuclear, la agricultura familiar, la cultura, las finanzas, la energía y el medio ambiente”1.
Hablamos, por tanto, de una importante instancia de integración, cooperación y diálogo regionales, que en la época actual –marcada por drásticos cambios en el orden mundial y especialmente en la realidad política interna de EEUU— está llamada a jugar un papel de primer orden en las estrategias de desarrollo a ser impulsadas en América Latina y el Caribe.
¿Cuál es el significado que reviste para El Salvador el haber recibido la presidencia pro témpore de la CELAC? Hay, por lo menos, dos aspectos a destacar al respecto.
En primer lugar, se trata de un reconocimiento al liderazgo político del Presidente Sánchez Cerén. A nadie, dentro o fuera del país –y con una información equilibrada sobre la realidad nacional—, se le escapan los obstáculos para gobernar que ha tenido que enfrentar el Presidente Sánchez Cerén, desde el inicio de su gestión en 2014 y que continúan en estos momentos. Obstáculos –principalmente en la modalidad de sabotaje financiero al Ejecutivo— generados por la derecha (política, mediática y empresarial), con la finalidad que desestabilizar al gobierno y crear en la población una sensación de caos e incertidumbre.
El Presidente de la República, con prudencia, apertura al diálogo y don de gentes, ha sabido sortear las trampas y juego sucio de la derecha salvadoreña. Sin un liderazgo político firme eso no hubiera sido posible, y sus homólogos de América Latina y el Caribe han reconocido ese liderazgo en su homólogo salvadoreño.
En segundo lugar, se trata de un reconocimiento para la sociedad salvadoreña en un momento clave de su historia: la conmemoración del XXV Aniversario de los Acuerdos de Paz. Desde la mirada latinoamericana y caribeña, lo logrado por El Salvador en 1992 no fue poca cosa: superar una guerra civil por la vía de la negociación política.
Tampoco es irrelevante lo que vino después: la creación de una institucionalidad política que impidiera el regreso al pasado autoritario –un mal con el que también han lidiado los países de la región— y que sirviera de fundamento a la democratización política. Lo cual no significa que se desconozcan los grandes desafíos que tiene el país en materia socio-económica, de violencia criminal, migraciones, educación y medio ambiente, desafíos también presentes en la región latinoamericana y caribeña, tal como se hizo evidente en la V Cumbre de la CELAC, celebrada en República Dominicana, el 24 y 25 de enero de 2017.
¿Y por qué reconocimiento para la sociedad? Sencillamente, porque la democracia en El Salvador sólo ha sido posible por al sacrificio, la entrega y el dolor de miles de salvadoreños que antes y durante la guerra civil lo dieron todo –incluso su vida— por un El Salvador democrático, justo e inclusivo.
Sin lo anterior no se puede entender a cabalidad el significado de la presidencia pro tempore de la CELAC otorgada a El Salvador. Es como si los Estados miembros de la CELAC se quisieran contagiar del espíritu de los Acuerdos de Paz. El Presidente Sánchez Cerén lo dijo de esta manera en Nuevo Cuscatlán, el pasado sábado 28 de enero: “El Salvador asumió la Presidencia Pro Tempore [de la CELAC]… y nosotros lo asumimos también retomando el espíritu de los Acuerdos de Paz porque ese espacio es un espacio de unidad, pero es un espacio diverso, hay diversas formas de gobierno, hay diversas rutas de trabajo, pero se puede construir la unidad en la diversidad”.