Página de inicio » Suplemento Tres Mil | 3000 » La primavera guatemalteca

La primavera guatemalteca

Álvaro Darío Lara

Escritor y docente

 

La revolución democrática guatemalteca del 20 de octubre de 1944 (realmente un proceso de reforma política, social, educativa, cultural y económica), tuvo como una importante génesis, la urgente necesidad, de un sector de la burguesía, y de las clases medias y populares de Guatemala, por modernizar el sistema de grave opresión que se arrastraba desde la colonia y de la república liberal.

El 20 de octubre de 1944, asume la conducción del gobierno una junta revolucionaria, compuesta por dos militares y un civil: Jacobo Árbenz Guzmán, Francisco Javier Arana y Jorge Torriello Garrido. Así comienza no con buena dosis de dificultad, pero con gran esperanza, uno de los períodos más prometedores y hermosos para los procesos democráticos centroamericanos, la llamada revolución de octubre: los diez años que comprenden de 1944 a 1954, y que están determinados históricamente, por las administraciones del doctor Juan José Arévalo Bermejo (1945-1951) y del coronel Jacobo Árbenz Guzmán (1951-1954).

Este proceso transformador de la sociedad guatemalteca no puede entenderse sin el escenario mundial caracterizado por el desarrollo (Carta del Atlántico, 1941) y el fin de la segunda guerra mundial; y por el inicio del período posbélico (Guerra fría).

El Salvador, por su parte, vive un proceso, que, salvando las diferencias de contexto, guarda relación con el guatemalteco, tras las heroicas jornadas cívicas de abril y mayo de 1944, que dan al traste con la dictadura del General Hernández Martínez.

La llegada de Jacobo Árbenz Guzmán “el Coronel de la Primavera”, como lo llamó el dramaturgo guatemalteco Manuel José Arce Leal, significó el inicio de una profundización del proyecto modernizador en Guatemala. Este proyecto descansaba en la industrialización de la economía, reduciendo las importaciones y aumentando las exportaciones, y exigía, además, un cambio fundamental en la tenencia de la tierra, para aumentar la capacidad adquisitiva de la población, especialmente el fortalecimiento de los sectores medios.

La reforma agraria, significó para Árbenz, entonces, la prioridad número uno, en sus proyecciones de cambios económicos y sociales. Sin reforma agraria, no podría tener éxito la industrialización. Por ello, después de un período de serios análisis y discusiones políticas muy amplias, el presidente Árbenz decide la ejecución de la reforma agraria, a través del famoso decreto 900. El decreto 900 recibe la arremetida rabiosa de la oligarquía nacional, la jerarquía y el clero de la iglesia católica, las fuerzas armadas, la prensa reaccionaria, y lógicamente el gobierno de los Estados Unidos, sus aparatos de inteligencia (CIA) y los intereses de la empresa transnacional United Fruit Company.  Todos ellos lanzan una campaña de desprestigio al gobierno del coronel Árbenz.

Finalmente, el presidente Árbenz, víctima de la conspiración, renuncia el 27 de junio de 1954. Se inicia así, una noche de cuchillos largos para Guatemala. El aborto de estos procesos democráticos hará pagar serias facturas a Guatemala, y es un ejemplo claro para la región, del fracaso de los intervencionismos.

Ver también

Amaneceres de temblores y colores. Fotografía de Rob Escobar. Portada Suplemento Cultural Tres Mil. Sábado,16 noviembre 2024