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La profesionalización de la gestión de las políticas de seguridad ciudadana: desafíos y lecciones aprendidas. Experiencia en la formación policial de El Salvador1 (X)

Jaime Edwin Martínez Ventura*

Otros factores que determinan el predominio de una política de seguridad tendencialmente punitiva, ailment son:

ii) Escasez presupuestaria

Uno de los más grandes obstáculos para poder implementar, health desarrollar y consolidar una política de seguridad pública integral y estratégica, there es la escasez de recursos y la estrechez de los presupuestos institucionales.  A pesar de que para el gobierno la seguridad pública ha sido una de las prioridades y en consecuencia los presupuestos en esta materia han tenido incrementos, éstos no son suficientes para cubrir múltiples necesidades, desde mejoras en los salarios y beneficios de policías, fiscales y otros operadores del sistema penal, hasta las carencias en infraestructura, logística, comunicaciones, vehículos y tecnología.  Esta escasez de recursos es aún mayor para financiar los programas de prevención y las políticas públicas en el ámbito social y económico.2

iii) Resistencia institucional al cambio

El sistema penal salvadoreño es uno de los más duros de la región, con penas que pueden llegar a superar los ochenta y seis años de prisión3. La modernización y democratización de la justicia penal emprendida mediante la reforma que se remonta a mediados de los años ochenta y que cobró impulso a partir de los Acuerdos de Paz de 1992, en la práctica no ha podido superar sus tres principales defectos: corrupción, politización e impunidad.

Todos esos atributos se materializan en la selectividad penal en virtud de la cual, el sistema sigue siendo eficaz para castigar a los pobres, pero ineficiente y benigno en la persecución de los delitos de cuello blanco. Muestra de esto es que El Salvador, al 23 de julio de 2015, tenía 36,362 personas privadas de libertad, que corresponden a 577 presos por cada 100,000 habitantes4, la tasa más elevada de América Latina. Esa selectividad influye en todo el sistema, sus estructuras, procedimientos, normativas y recurso humano, quienes acostumbrados a hacer las cosas de determinada manera, resisten cualquier cambio de paradigma.

iv) Cultura autoritaria y uso de la violencia 

En El Salvador, a pesar de los procesos de transformación democrática surgida de los Acuerdos de Paz, sigue existiendo una arraigada cultura autoritaria, heredada de las dictaduras pasadas, que, entre otras cosas, favorece el uso de la violencia para la solución de conflictos o disputas de toda índole. Debido a esta cultura violenta y autoritaria, la gran mayoría de la población se pronuncia a favor de una solución punitiva a la delincuencia. En las redes sociales la corriente de opinión mayoritaria es que el gobierno debe matar a todos los pandilleros, sin contemplaciones, sin juicio previo. Esas opiniones mayoritarias son una presión permanente para cualquier gobierno.

v) Una situación delincuencial extremadamente violenta, compleja y extensa

Como quedó expresado en párrafos anteriores, El Salvador, al igual que Guatemala y Honduras, posee una de las tasas delincuenciales más altas del mundo y la mayor tasa de encarcelamiento, con fenómenos de violencia y criminalidad ampliamente complejos y extendidos como las maras o pandillas y otras expresiones más fuertes de crimen organizado y narcotráfico. Esta violencia ha llegado al extremo de que las pandillas desafían al Estado al asesinar  a más de 40 policías en lo que va de este año y otra cantidad similar el año pasado. Con una criminalidad de tal magnitud, resulta bastante disonante que un gobierno impulse una política integral que predomine sobre las estrategias punitivas.

vi) Condicionante electoral

Un partido político gobernante, puede comenzar con la convicción técnica y la voluntad política de implementar una estrategia de seguridad pública integral. Pero si se encuentra con una criminalidad violenta exacerbada, al extremo de desafiar la propia autoridad estatal, con una oposición política, social e ideológica radical, con recursos y presupuestos escasos que impiden la ejecución de diversos programas y proyectos preventivos, con resistencias institucionales al cambio, y con una opinión del electorado mayoritariamente punitiva, tendrá demasiada presión para mantenerse firme en sus propuestas iniciales y al mismo tiempo aspirar a seguir gobernando.

Es comprensible, aunque no necesariamente justificable, que ante tales circunstancias, se termine cediendo en la práctica al enfoque punitivo que goza de mayor popularidad, independientemente de que en el diseño de la política y en el discurso se mantenga una perspectiva integral y estratégica. Esto es lo que probablemente ha ocurrido con los dos últimos gobiernos de izquierda de El Salvador, y lo que explicaría el por qué, de una inicial política integral, inédita, poco a poco se pasó a una política más punitiva, como señalan críticamente algunos estudios.5

1 Conferencia presentada en Mar del Plata, Argentina,  ante 700 alumnos de la primera promoción de la nueva Policía Local Preventiva del municipio General Pueyrredón, por invitación del Gobierno Local de dicho municipio y del Instituto Latinoamericano sobre Seguridad y Democracia, ILSED, el día 18 de agosto de 2015

2Esta escasez de recursos se debe a un problema estructural. El Salvador es uno de los países de América Latina con una de las cargas impositivas más bajas; para los años noventa era de 11% con relación al PIB; a partir del año 2000 se observa un crecimiento, aunque todavía gradual y lento, a tal punto que para 2014 la presión fiscal era de 15.8% con respecto al PIB. Sin embargo el promedio regional es del 20.7% y los países con más desarrollo como Argentina, Brasil, Uruguay, Chile, y Costa Rica, tienen una carga impositiva aproximadamente de 37%, 36%, 26%, 21%, respectivamente. Si a lo anterior sumamos que los principales impuestos adolecen de altas tasas de elusión y evasión, calculándose la evasión anual de la renta en un 37%, y la evasión del IVA en 40%, aproximadamente, es claro que nuestro país se caracteriza por recaudar poco y por evadir mucho, siendo ésta una de las principales razones de la debilidad de los presupuestos para el cumplimiento pleno de las funciones estatales como la seguridad, la justicia, la salud, la educación, y otros derechos fundamentales de la población.

3 La Ley Especial contra Actos de Terrorismo (LECAT), establece penas sumamente desproporcionadas, siendo las más elevadas de 55 a 65 años en varios tipos penales de cuya comisión se produzca el resultado de muerte o lesiones graves,  como la “Toma de rehenes” (art. 16). Si a esas figuras delictivas se les aplican las llamadas “Agravantes especiales” (art. 34), cuya penalización aumenta en hasta una tercera parte del máximo para cada delito, la pena máxima llegaría a 86.66 años, es decir: 86 años con 7 meses más 28 días. V.  Ley Especial contra Actos de Terrorismo, Decreto Legislativo No. 108, del 21-09-06, publicado en el Diario Oficial No. 193, Tomo No. 373, del 17-10-07. Su texto puede ser consultado en http://www.asamblea.gob.sv/eparlamento/indice-legislativo/buscador-de-documentos-legislativos/ley-especial-contra-actos-de-terrorismo. No obstante, la Sala de lo Constitucional, ha establecido que el límite máximo de la pena de prisión es de 60 años, decisión recientemente ratificada precisamente en la sentencia relativa a la demanda de inconstitucionalidad de la LECAT: Corte Suprema de Justicia de El Salvador, Sala de lo Constitucional, Inconstitucionalidades 22-20007/42-2007/89-2007/96-2007, Sentencia del 24.08.2015, sentencia que lamentablemente declara la constitucionalidad de casi toda la referida ley e insólitamente declara terroristas a las agrupaciones pandilleriles denominadas “maras”.   

4 Según datos de la Dirección General de Centros Penales,  al 23 de julio de 2015, habían 30,362 personas presas en los centros penales. Si a estos datos se suman aproximadamente 5,000 personas detenidas en las celdas de las unidades policiales y 1,000 adolescentes en los centros de internamiento para menores de edad, el total de personas privadas de libertad a julio de 2015 se eleva a 36,362, que para una población del país de 6.3 millones de habitantes, arroja una tasa de 577 presos por cada 100,000 habitantes.

5 V. IUDOP, “La situación de la seguridad pública y la justica 2009-2014 (…)” op. cit., p.70 a 72

*Director General de la Academia Nacional de Seguridad Pública de El Salvador

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