Es cierto que la libertad de expresión que vive El Salvador permite que cualquiera se exprese o manifieste sus discursos por medio de protestas de calle o a través de la redes sociales.
Muchas protestas, inclusive, han afectado los derechos de otros, como cuando los alcaldes y alcaldesas del partido ARENA cerraron importantes puntos de estratégicas carreteras, el año pasado, para exigir el pago del FODES. Millares de trabajadores y automovilistas fueron afectados.
Este tipo de protestas, por supuesto, deben ser rechazadas, criticadas, porque no se vale que por un reclamo, por justo que sea si ese fuera el caso, no puede realizarse a costa de afectar a otros, sobre todo si es a la inmensa mayoría de la población.
La noche del lunes ocurrió algo más grave que lo anterior, cuando una veintena de supuestos vendedores informales pusieron fuego a las ventas frente al mercado de abasto en la colonia Zacamil, de Mejicanos, que no solo quemó los puestos del exterior, sino que prendió fuego en el mercado, destruyendo totalmente unos diez puestos.
El mercado estuvo a punto de ser devorado por las llamas, sino es por la pronta intervención de trabajadores municipales que llegaron con una pipa, y, tras la llegada del Cuerpo de bomberos con el equipo necesario.
Si la intervención del cuerpo de bomberos no hubiese llegado a tiempo, esta es hora que estuviéramos lamentando la destrucción del mercado, todo, por una protesta inapropiada, sino es que todo había sido así planificado.
El señor alcalde de Mejicanos anunció que presentaría una denuncia ante la Fiscalía General de la República, para deducir responsabilidades.
Ojalá y la Fiscalía logre identificar a quienes pusieron fuego a los puestos de venta, porque lo que ocurrió en el mercado de Zacamil más que una protesta fue una acción vandálica.
Como hemos dicho arriba, en el país hay suficiente libertad de expresión para protestar cuando se quiera y en el lugar que se quiera, pero de la protesta al vandalismo hay un gran brecha de diferencia.
Este lamentable hecho debe servir a todo el movimiento popular y social, en particular, y al pueblo en general, que la protesta es válida si no se afecta a terceros, mucho menos si se hace uso del vandalismo.