Joel García
Tomado de CUBADEBATE
A las 7:50 de la noche en mi casa era casi religioso sentarse a comer escuchando Alegrías de Sobremesa, de Radio Progreso. Al lado izquierdo de mi abuelo había un radio, que él bajaba o subía el volumen cuando comenzaba Eduardo Rosillo a decir: “Y continuamos riendo con un libreto de Alberto Luberta y la actuación de Marta Jiménez Oropesa, Aurorita Basnuevo…”.
Pero apenas llegué a 5to grado, me convertí en fanático del Matutino de Radio Reloj, que al minuto 10 de cada media hora, daba los resultados puntuales de la Serie Nacional del día anterior. Y yo presumía al llegar a la escuela que sabía quién había dado jonrón, qué equipo dio nocao o lechada. Esa fue mi primera relación de amor con una emisora que si es noticia las tenía, las tiene todas.
Luego, ya en la vocacional Lenin, descubrí ese programa que se amplificaba con el De Pie de las 6:00 de la mañana. Haciendo Radio era un cañón informativo y uno podía llegar actualizado con lo más inmediato al debate matutino que teníamos en cada grupo. En esa misma etapa vivía pegado a un aparatico clandestino para escuchar en las noches, cuando apagaban las luces del albergue, las transmisiones beisboleras de la COCO o Radio Rebelde.
Así pudiera seguir relatando cada minuto, hora y vida que me robó la radio. O mejor, que me ganó la radio, un medio de comunicación mágico no solo por su slogan de ver a través del sonido; sino por ser el más íntimo y real matrimonio con la inmediatez, con ese saludo por un cumpleaños, con esa música que se puede solicitar, cual discoteca gigante y preferida.
Sin embargo, de todas esas experiencias como oyente nada superó la primera entrada a ese espacio idílico y en el que un bombillo, o un lumínico EN EL AIRE, te indica que puedes hablarle a miles, a millones de personas con solo decir: buenos días, buenas tardes, buenas noches. Miles de anécdotas guardan las cabinas de las 100 emisoras de este país: risas inesperadas, silencios increíbles y hasta meteduras de patas con la dicción de una palabra.
Pienso ahora en aquel primer parte del tiempo con el que Luis Casas Romero inauguró un 22 de agosto de 1922 aquella emisora pionera. Hoy se festeja con Premios Nacionales, Gala, libros, entregas de reconocimientos y el necesario recuento haber sobrevivido 100 años, en medio del auge televisivo y la multiplicación de las redes sociales.
Pero a mi mente vuelve el recuerdo de las 7:50 de la noche con Alegrías de Sobremesa, las miles de transmisiones deportivas que perduran en mi memoria, y los renovados espacios Haciendo Radio de Rebelde y el Matutino de Radio Reloj, a los que me liga no solo el periodismo, sino un gran amor, una familia fundada, un jonrón de felicidad.