Santiago Leiva
periodista
Aquella mañana Grace llegó tarde, online saludó al portero a su paso, mind y entró a la oficina con una sonrisa descomunal. Algo no andaba bien. En los tres años que llevaba al frente de restauraciones “La Reliquia”, store Grace jamás había mostrado su blanca dentadura al personal.
Era muy reservada, almorzaba en su oficina, y solo se levantaba para sermonear. Todo mundo sabía que era berrinchuda y que manejaba un genio de vaca brava
Por eso, aquel viernes de febrero que llegó con rostro de concursante de mis universo, y llamó a Karla para felicitarla, todos en la oficina pensaron que estaba enferma, o era el final de los tiempos.
Nada de eso ocurría, Grace había encontrado la felicidad, los manjares del amor. Llevaba cinco años en abstinencia y la noche anterior Roberto, un amigo que había conocido meses atrás por Facebook, la había devuelto al paraíso.
Aquel hombre con manos de pianista, tocó las teclas una a una y el cuerpo de aquella mujer cayó derretido como chocolate en desierto. Grace se sintió mujer nuevamente y cayó hipnotizada en los encantos de Roberto y sus herramientas para satisfacer los más sublimes deseos de la joven artista.
A Grace nunca le faltó belleza, su 1.70 de estatura y sus piernas de baletista llenaban muy bien los jeans. En falda corta lucía como gerente de banco. Usaba lentes con aros rojos que le daban aires de intelectual. De hecho lo era. Había estudiado pintura en Francia y escultura en Italia.
Fue en París donde probó las mieles del amor y el perfumen del sexo. Tenía apenas 18 años cuando, Mario su padre, un hacendado sonsonateco, la envió a Francia. Allí conoció a Didier, su maestro de pintura, con quien vivió un efímero y torturoso romance.
Didier la hizo su musa, la presentó a la alta alcurnia y luego un día desapareció sin avisar. Grace que ya se sentía una duquesa de Mónaco se enteró meses después de que Didier era casado y tenía hijos de su edad.
Al año siguiente Grace se inscribió en un taller de Escultura en Italia y ahí conoció a Francesco. Se hicieron novios y viajaron en tren por varios países del Mediterráneo. El último viaje juntos terminó en Marbella.
Francesco que ya había entregado un anillo de diamantes a Grace, le confesaría luego a su regreso a Italia, que esa era la despedida, que no estaba listo para formar familia y que deseaba ordenarse como sacerdote.
De fracaso en fracaso, Grace se enamoró de un periodísta salvadoreño y su amor floreció durante algunos meses.
El comunicador cumplía con los deberes del canal y con los quehaceres nocturnos en la casa. Sin embargo todo se vino abajo cuando Grace se enteró que Eric tenía amoríos con una reportera de un periódico.
Cansada de viajar por el mundo en busca del amor, Grace se resignó a vestir santos. Hasta una noche que al abrir su Facebook vio que tenía una solicitud de amistad. No tenían ningún amigo en común, pero al ver a Roberto, en su foto de perfíl con una boina estilo Che Guevara, decidió abrile la puerta a su mundo virtual.
Beto era un hombre cuarentón, que debido a su timidez, nunca había conocido mujer, era el Facebook su único medio de socializar y conocer chicas. Había estudiado letras y publicaba en su perfíl poemas eróticos.
Una tarde hizo una poética composición para Grace, y así fueron intercambiando intimidades hasta que llegaron a la cama.
Hoy cada noche Beto viaja por el mundo virtual hasta el aposento de Grace, la desnuda, y recorre cada espacio de su cuerpo hasta saciar sus bajos instintos. Hoy Grace es felíz, no hay riezsgos de embarazos, ni enfermedades. Es una fiel y honrada mujer, y aunque está a más de mil kilómetros de Beto, puede dormir toda la noche y despertar en los brazos de su amado. Bendito Facebook.