Luis Armando González
En 1995, a partir de la Propuesta de la Comisión Nacional de Educación, Ciencia y Desarrollo, el gobierno de Armando Calderón Sol (1994-1999) dio inicio a una reforma educativa que llevó al descalabro educativo en El Salvador. Traicionando los ideales humanistas y críticos contenidos en la mencionada propuesta, la reforma tomó un decidido cauce neoliberal, con lo cual se cumplía el propósito de los grupos empresariales emergentes en la postguerra –los “ricos más ricos de El Salvador”—, y sus representantes políticos en ARENA— de poner al sistema educativo en función de un modelo económico terciarizado, maquilero y remesero.
Para imponer este modelo económico era necesaria una reforma económica que se hizo, naturalmente, según los lineamientos del “Consenso de Washington”; también era necesaria una reforma educativa que formara no solo a quienes desempeñarían las tareas laborales requeridas por ese modelo económico, sino a los “consumidores” de los bienes y servicios generados por este. Como ganancia adicional, se debilitaría la organización del magisterio –ANDES 21 de Junio-, fraccionando su quehacer gremial y despolitizando sus demandas.
Desde sus inicios, el enfoque economicista se impuso en la reforma educativa; un economicismo –nutrido del paradigma neoliberal— que impregnó tanto sus objetivos –estar en función del nuevo modelo económico— como la filosofía de la educación, los conceptos, creencias, valores y prácticas pedagógicas y didácticas.
Las consecuencias educativas de ese proceder fueron desastrosas. Prácticamente todos los ejes vitales del sistema educativo fueron drásticamente erosionados desde 1995 hasta 2009: a) deterioro de la infraestructura de la educación pública; b) precaria formación docente (inicial y en servicio); c) debilitamiento de la calidad de la educación en sus componentes científicos, filosóficos, literarios y éticos; d) precarización y desprestigio de la profesión docente; y e) quiebre de la función de la educación como mecanismo de integración social y cultural.
En la medida en que la educación pública se descalabraba, la derecha empresarial, política y mediática promovía la mercantilización de la educación, lo cual se tradujo en la privatización creciente de la oferta educativa, que pasó a convertirse en un negocio redondo desde los niveles parvularios hasta la educación superior.
En fin, la reforma educativa de la derecha lo que dejó al país fue una educación pública en abandono, un mercantilismo educativo cuyo fin exclusivo es la rentabilidad, el mito de que la educación privada es superior a la pública, una cultura educativa anclada en el éxito fácil, el didactismo, la anulación de la ciudadanía (los alumnos y sus familias vistos como clientes), unas expectativas consumistas infladas y un ahogamiento de las capacidades intelectuales, científicas, filosóficas y éticas, en los alumnos y, en general, en la sociedad.
Fue esa educación descalabrada por la derecha la que heredó el primer gobierno del FMLN en 2009. No se trataba, por lo que se ha apuntado, de fallas menores o incluso de una falla en particular: la reforma educativa de ARENA afectó negativamente los ejes fundamentales del sistema educativo. Y para superar ese descalabro se hacía (y se hace) preciso atender cada de uno de esos ejes, lo cual requería (y requiere), además de tiempo, importantes recursos financieros de lo cuales no se ha dispuesto desde 2009, aunque más agudamente desde 2014.
Y es que, en la gestión de gobierno del Presidente Salvador Sánchez Cerén, el fortalecimiento de la educación nacional es una de las principales prioridades. Esto ha supuesto, para este gobierno, atender el descalabro educativo causado por ARENA y sus socios en la reforma educativa, por diferentes flancos. Uno, vital, es la formación de los maestros en servicio, convertida en foco de atención por el gobierno anterior y cuando el Presidente Sánchez Cerén fungía como ministro de Educación. Otro eje atendido es la inclusión educativa, mediante los programas de paquetes escolares y alimentación escolar. Un tercer eje es la dignificación docente que ha sido reivindicada, más allá de aspectos económicos, a través del diálogo franco y abierto entre las autoridades de gobierno y el magisterio. Un cuarto eje, difícil de atender dadas las estrecheces financieras del gobierno, es la infraestructura educativa, la cual ha sido potenciada incluso con tecnología para Internet. Un quinto eje, relacionado con el anterior, es el acceso a tecnologías de la Información y la Comunicación orientadas a favorecer el proceso educativo. Y por último, el eje de la calidad de la educación, para lo cual se está apostando por el cultivo de un conocimiento crítico, científico, filosófico y literario, la ética y el compromiso con la realidad nacional.
Como se ve, son varios los frentes de ataque que se han abierto para revertir el descalabro educativo causado por la derecha desde 1995 hasta 2009. En algunos de ellos se ha avanzado más que en otros. Eso es inevitable, dada la envergadura de las tareas a realizar en cada uno de ellos y dadas las limitaciones financieras con las que ha tenido que lidiar este gobierno. Quizás si se hubieran puesto todos lo empeños en uno solo de los ejes los resultados, para el mismo, serían a estas alturas absolutamente satisfactorios, pero el asunto es que el sistema educativo no descansa solo en un eje: es como si las cuatro patas de una mesa estuvieran deterioradas al extremo y se gastaran todas las energías en reparar solo una.
Siguiendo con la imagen de la mesa, las cinco patas de la educación nacional (formación docente, infraestructura educativa, calidad de la educación, dignificación docente y funciones integradoras de la educación) fueron erosionadas drásticamente por la reforma educativa de ARENA. El segundo gobierno del FMLN, encabezado por el Presidente Salvador Sánchez Cerén, está empeñado no solo en reparar esas cinco patas, sino en añadirle otras patas más a nuestro sistema educativo. Puesta la mirada en el futuro inmediato, nuestro país estaría preparado para una nueva reforma educativa, a partir de la cual se institucionalice el andamiaje educativo, inclusivo, crítico, científico y humanista, que se ha venido afianzando a partir de 2014.