La Refugio

Marlon Chicas

El Tecleño Memorioso

 

En anteriores ocasiones he escrito sobre el importante papel de los hombres y mujeres que ejercieron la pesada tarea de “mecapaleros” en Santa Tecla, así como su valioso aporte al tránsito de mercancías en la ciudad. En torno a estos típicos personajes, ¿quién no recuerda la sentencia de algunos padres de enviar a sus hijos a ejercer este oficio si no se era dedicado al estudio?

Este trabajo, la historia de El Salvador señala que los mecapaleros eran hombres que transportaban pesadas cargas sobre sus hombros a pie, principalmente en los centros de abasto. La palabra mecapal proviene del náhuatl mecapalli derivado de mecatl “cuerda” y palli “hoja” que significa «hoja de cuerda», que al mismo tiempo era una estructura de madera en forma de caja que se cargó en la espalda.

Los mecapaleros transportaban fardos de maíz, arroz, frutas, loza, entre otros, desde su lugar de origen hasta los mercados.

Los mecapaleros eran el símil del tlameme en náhuatl «cargar» o «el que lleva algo», esta es una palabra de origen náhuatl tlamama referido a los cargadores indígenas que transportaban cargas en la época prehispánica y colonial, por lo que utilizaban un mecapal.

En esta oportunidad recordaremos a una octogenaria mujer que se dedicó a ello en el Mercado Central de esta localidad, la memorable Refugio (+), quien solía destacarse por un florido vocabulario cuando se sentía acosada por algunos traviesos ciudadanos que se aprovechaban de la falta de lucidez de esta en algunas ocasiones.

En su obra “Estampas Tecleñas” el perpetuado cronista Rafael Ruíz Blanco (+), hace una breve alusión a la Refugio, quien fuera la competencia de “Paco Flauta” en tan fatigosa labor, con lo que se dinamizó la economía del municipio, así como alegrar las tardes con sus ocurrencias.

En sus últimas apariciones en público, Refugio solía apoltronarse en una grada de la antigua alcaldía tecleña, solicitando algunas monedas para su manutención, por lo que frecuentaba utilizar el apelativo de “Mami”, a quien se solidarizaba con su causa, aunque en ocasiones su falta de perspicacia le hacía proferir a voz en cuello más de algún improperio a la santa progenitora de algún parroquiano.

Según referencias de algunos tecleños consultados, Refugio era familiar de una conocida empresaria de autobuses de antaño, así como de la propietaria de una pupusería que funcionó en la intersección de la octava avenida norte y primera calle poniente, en las cercanías de la histórica cantina de “Chico Chile”.

Tiempo después esta función fue desarrollada por los “Monchos”, quienes utilizaban carretas que se ubicaban al costado poniente del Parque Daniel Hernández, entre los que sobresalía uno de nombre Martín, entre muchos otros. ¡La Refugio, parte de nuestra historia¡

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