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LA REPÚBLICA DEL CABALLO MUERTO

 

Álvaro Darío Lara,

Escritor y docente

Con un telón musical de fondo perteneciente al célebre tango de Enrique Santos Discépolo,  “Cambalache” (1934), ingresé en la mágica oscuridad del teatro, hace un par de días.

Nada más agradable que ver actuar a una decena de jóvenes  estudiantes de distintas carreras y facultades de la Universidad “Dr. José Matías Delgado”, quienes conforman ese elenco del “Teatro Matías”, que tiene ya larga data, y entre quienes se han contado, directores importantísimos como los ya fallecidos: Jorge Alberto Jiménez y Salvador Solís. Y los maestros Baltazar López, y su actual director, el Maestro Fidel Cortez, todos verdaderas leyendas del teatro salvadoreño.

La obra puesta en escena fue “La república del caballo muerto”, del dramaturgo argentino Roberto Espina (1926), un conjunto de textos, que dan cuenta de un mundo absurdo, cruel, cómico y trágico; esperpéntico y sublime, donde todo es posible,  y donde la contradicción y la paradoja humana están a la orden del día.

De “La república del caballo muerto”, pudimos apreciar tres historias, bajo el esquema de tres actos cortos: “Buenos modales”, “Ser o no ser” y “El propietario” (este último nos trajo viejos recuerdos, ya que originalmente, lo vimos hace muchos años, en los teatrillos de títeres, que fueron tan cotidianos entre nosotros los de entonces…, en el decir de Neruda).

Pero la “República del caballo muerto” se lució con la energía y gracia de estos chicos salvadoreños del siglo XXI.  Naturalmente, es un elenco que va y viene, imponiéndose  a la extenuante demanda de los estudios superiores; pero el teatro sobrevive, y será una experiencia inolvidable, incluso, en la mayoría de estos novísimos actores del hoy, que no continuarán en las tablas del espectáculo, pero sí en las más difíciles tablas de la vida.

Ojalá para el experimentado magisterio de Fidel, y para el urgido  y auténtico teatro nacional, una o varias vocaciones se salven. Ojalá.

Sin embargo, en el eterno hoy, ¡qué disfrute nos proporcionaron! Gracias a ellos, a la universidad, y al Maestro Fidel Cortez ¡Adelante!

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