Carlos Girón S.
La generalidad de las personas aquí y en otros lugares oímos hablar de los graves problemas que se están generando a causa del cambio climático a nivel global, check pero no nos interesamos ni preocupamos por analizar en qué medida hemos contribuido a esto que cada vez avanza como amenaza de un desastre ecológico que atente contra la vida de todas las especies vivientes a nivel mundial. Tampoco nos preocupamos por saber cómo o en qué medida puedo yo o usted, see amigo lector, for sale contribuir a frenar semejante peligro.
Cualquiera diría que no es nada o muy poco lo que uno pudiera hacer en el sentido apuntado, pero sería equivocada la idea cuando hay uno y mil detalles con los que se puede ayudar. Ahorrar energía eléctrica, economizar el agua dulce, disminuir los desechos, especialmente los plásticos, no consumir tanto la comida “chatarra” como lo vamos haciendo cada vez en mayores proporciones, con lo que no sólo dañamos el medio ambiente, sino que también deterioramos nuestra salud.
Los negocios de esa clase de comida son de los mayores contaminantes y degradadores del medio ecológico. Reparen en los volúmenes industriales de recipientes plásticos, de papel y cartón, que son requeridos para la venta de los productos alimenticios, y luego desechados. La materia prima necesaria para los vasos y cajas de cartón proviene de los árboles, principalmente; los plásticos, del petróleo, cuya extracción a nivel mundial está causando un grave desbalance en el volumen tanto de la tierra como del agua, potable y salobre en los mares.
Según los oceanógrafos, los mares y océanos están aumentando sus volúmenes de agua de dos maneras: a) por un lado, han aumentado su temperatura, provocando su expansión, por lo que van ocupando más espacio, incrementando su nivel. Así, todos los grandes océanos del planeta han registrado un aumento de temperatura, y b) el calentamiento global es la causa del derretimiento de glaciares y placas de hielo, lo que vierte aun más agua a los océanos, contribuyendo al aumento de su nivel. Esto, como es obvio, pone en grave riesgo a los poblados en las proximidades de las costas. Y esto no es tanto a futuro, sino del presente, como lo acabamos de constatar en las inundaciones sufridas en las playas de Conchalío, el Mahaual, el Tunco y otras, donde los dueños de los negocios lo perdieron todo.
Otra consecuencia grave del trastorno climático en el mundo son las agudas y prolongadas sequías que ya han echado a perder grandes cosechas de cereales, aquí en nuestro país, los vecinos y otras regiones, lo que a su vez se constituye en otra amenaza de padecer a corto plazo hambrunas o la falta de los suficientes alimentos para nuestra supervivencia.
Ante la tragedia que se avecina y cuyos signos están a la vista y nos golpean, hay justificada razón para la preocupación de los científicos en todas partes, como también de los ecologistas, urgiendo a los gobiernos a tomar acciones inmediatas y suficientes con el fin detener la devastación en gran escala de la vida en sus diversas manifestaciones en las especies.
Pero los gobiernos no responden, o lo hacen tibiamente, preocupados por defender la estabilidad y crecimiento de las economías. Irónico, pero verídico. Se niegan a la vigencia plena de pactos como el de Kyoto, para reducir la emisión de los gases de efecto invernadero que están dañando gravemente la capa de ozono, filtradora de las radiaciones solares que absorbidas en exceso son perjudiciales.
Bueno es señalar que en estos momentos el presidente estadounidense, Barak Obama, está sometiendo al Congreso la propuesta de un plan de medidas para contrarrestar el calentamiento global, lo que, de ser aprobado, vendría a ser un paliativo al gigantesco problema que afronta la Humanidad.
Pero, a saber, pues con las petroleras, ni pensar que van a suspender la extracción del subsuelo del petróleo y gas natural. Eso a pesar de que la ciencia avanza a paso rápido en mecanismos que permitan utilizar la energía solar que sustituya los otros energéticos que agotan los recursos naturales. Tampoco quizá piensan hacer nada las grandes empresas comerciales nacionales y transnacionales, sobre todo las de alimentos y demás productos, que ya se han vuelto indispensables para la gente, todas ellas consumidoras insaciables de materias primas naturales.
A la par de esto van las cantidades exorbitantes de desperdicios de productos alimenticios, sobre todo en los países que se dicen desarrollados. No parece haber preocupación de ahorrar en ese sentido, pensando en el futuro y en el hecho de que hay millones de seres en el mundo que padecen y mueren de hambre.
Ante tal cuadro, cada uno podríamos ponernos a pensar ¿qué puedo hacer yo para contribuir a que no siga acentuándose el descontrol climático y ecológico? Por ejemplo, puedo proponerme disminuir u olvidarme de consumir tanta comida “chatarra”; evitar las bebidas enlatadas o envasadas en plásticos no degradables; economizar al máximo el agua dulce, conformarme a consumir solamente la indispensable para las necesidades básicas. Podríamos, ya en común, también interesarnos en sembrar muchos árboles para compensar las talas y descuajes despiadados que personas irresponsables e inconscientes llevan a cabo en muchas partes. En fin, hay tantas maneras que con buena voluntad pueden buscarse y aplicarse pensando en nuestra propia supervivencia y la de toda la Humanidad.
El apremio mayor debería ser pensar en la seria responsabilidad que nos cabe a cada uno de los habitantes del planeta, de no dejarle como herencia a las generaciones del futuro, un mundo de escombros e inhóspito, un desierto lleno de chatarra de hierro y cemento… Sería un crimen de lesa humanidad.