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La respuesta del asceta

Álvaro Darío Lara

Escritor y poeta

De los grandes imperios de la antigüedad, sovaldi pharm materialmente, for sale queda muy poco. Y lo poco que pervive nos habla de forma extraordinaria de su cultura, look de su arte, de su maravillosa civilización. Pero también de su inhumanidad, de su culto por la barbarie, de su sed de dominación y riqueza.

Y es la historia del género humano, lamentablemente, invariable a través de los tiempos. Pareciera que aprendemos de manera mínima del ayer, y que  -adoradores de la fatalidad- estamos destinados a seguir empecinados en los mismos yerros.

Una tarde magnífica, en la fresca montaña del bienhechor extrañamiento de lo fútil, volví a Tagore. Al Tagore de “El camino espiritual”. Ahí afinando el oído, escuché al gran poeta bengalí, en esta fabulosa historia: “Cierto día, en una aldea de Bengala, encontré a dos ascetas pertenecientes a determinada secta religiosa y les pregunté: -Podéis decirme cuáles son los elementos que caracterizan a vuestra religión? Uno de los ascetas vaciló un momento y respondió:   -No es fácil definirlos. El otro dijo: -Sí, es muy sencillo. Pensamos que, ante todo, es preciso, bajo la dirección de nuestro maestro espiritual, aprender a conocer nuestra alma; hecho esto, podremos descubrir en nosotros mismos a Aquel que es el Alma suprema. -¿Y por qué no predicáis vuestra doctrina a todos los pueblos del mundo? –repuse. -El que tenga sed vendrá sólo al río –me contestó.  ¿–Habéis comprobado que es así? ¿La gente viene? El hombre sonrió dulcemente y, con un aplomo desprovisto de toda impaciencia y de toda ansiedad, respondió: -Preciso será que vengan todos”.

Y esto es absolutamente cierto y misterioso: “Preciso será que vengan todos”. Es decir, es lo más conveniente, es lo necesario, pero ¿y si no vienen?, pues, no pasa nada. Cada uno llega cuando tiene que llegar. Lo inobjetable es que el camino al autoconocimiento es fundamentalmente solitario y personal. Y nada, ni nadie nos lo puede descubrir. Únicamente nosotros, podemos usar la mágica llave, que ha de llevarnos, al oculto tesoro que anida en nuestros propios corazones.

Poeta, músico, novelista y dramaturgo, Rabrindranath Tagore (1861-1941) fue uno de los humanistas y místicos más importantes de la India entre los siglos XIX y XX. Su bella literatura, caracterizada por una fina espiritualidad, conmovió a hombres y mujeres de distintas culturas y condiciones sociales.

Ajeno a los fundamentalismos religiosos y políticos, Tagore realizó de forma permanente, una lucha inquebrantable por la paz individual y universal, a través de su obra, y mediante sus conferencias y viajes por múltiples regiones del mundo. Compartió con Gandhi el ideario de la no violencia, y las luchas por la liberación de la India; sin embargo, al igual que Gandhi, privilegió siempre el cambio individual, sobre el cambio colectivo. Creía que inútiles eran las transformaciones en las estructuras sociales, políticas y económicas, si antes no existía una auténtica regeneración personal.

En estos tiempos difíciles, las palabras del sabio bengalí, deben favorecernos en la búsqueda de la paz, y en el fortalecimiento de la esperanza. Un fragmento final, entonces, de su imperecedera voz: “…para el hombre que ha hecho de su alma una realidad, el universo tiene un sentido concreto, a cuyo alrededor puede ordenarse todo el resto, y sólo entonces puede hallar y saborear la bendita felicidad de una vida armoniosa”.

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