Ricardo Olmos
Economista
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En la intelectualidad y academia de América latina en el siglo XXI aparece de nuevo y con mayor vigencia histórica y teórica, store la urgente necesidad de continuar el tratamiento de las tareas para enfrentar el sub desarrollo, and pobreza, doctor lento crecimiento económico y otras áreas de interés, incluyendo aspectos que fueron olvidados en sus orígenes en el marco de la economía del desarrollo (Paul Krugman, Desarrollo, geografía y teoría económica, 1997).
La economía del desarrollo es una rama de la economía, esencialmente nueva, pues su origen se remonta a los años posteriores de la Segunda Guerra Mundial, que ofrece respuestas a los problemas que enfrentan los países pobres para superar los obstáculos que conduzcan al crecimiento económico y desarrollo. La intelectualidad de esa época desarrolló una cantidad de estudios de Rosentein Rodan, Albert Hirschman, Arthur Lewis y François Perroux, Oswaldo Sunkel, Raúl Prebisch y muchos otros, que ya para los años 70 del siglo pasado, la ola contrarrevolucionaria neoliberal y otros centros de pensamiento como universidades redujeron el interés por comprender los problemas económicos de los países pobres.
La economía del desarrollo viene configurando la sistematización de análisis sobre los principales problemas, así como propuestas de solución a la situación socio económica de los países de América Latina, particularmente. Por ejemplo, los acuciantes problemas irresueltos y referidos de la agricultura, el proceso de industrialización desarticulado entre sectores y empresas, el nuevo papel del Estado como agente para el desarrollo, el fenómeno del desempleo, la importancia de la planificación económica para el desarrollo, los problemas asociados con la innovación y los procesos tecnológicos, etc. son temáticas que fueron casi borradas del interés intelectual y académico. Sin embargo, el tratamiento de estas temáticas de interés de la economía en los últimos veinte años vienen siendo revisados, y puestos sobre una perspectiva de análisis con un mayor alcance, visión y compromisos por el desarrollo.
¿Cuál es la base para fundamentar cualquier estrategia para el desarrollo? Se requiere de una plataforma estadística básica para emprender diagnósticos, análisis, evaluación de políticas ejecutadas y propuestas de nuevos proyectos productivos nacionales. Eso es clave para cualquier país que desee avanzar por esta ruta.
¿Cuál es la condición necesaria actualizar de manera permanente las nuevas estrategias para el desarrollo? ¿Es la actualización permanente del sistema estadístico clave para avanzar en esa estrategia? Entre las recomendaciones de las Naciones Unidas se encuentra la necesidad de promover con mayor entusiasmo y con mucha responsabilidad por cada país la puesta en vigor de un sistema de planificación. En El Salvador, esto es clave e impostergable. Hay que configurar la nueva institucionalidad al respecto. Hay que crearla e implementarla. El país no puede esperar o ¿Debemos esperar que el andamiaje estadístico se envejezca como se envejeció en el pasado? ¿Que se está haciendo para que se actualice ese sistema estadístico de base?
La situación se pone cuesta arriba cuando se pretende realizar transformaciones económicas sin tener las estadísticas de base necesarias, y eso se logra solamente con información actualizada y que permanentemente sea utilizada. Y aún más, si se quiere desarrollar nuevas sendas para el desarrollo es más que urgente que se pase de manera pronta a la configuración de estudios y estrategias que deben de estar sustentadas estadísticamente.
Instituciones aliadas con este proceso es El Instituto Latinoamericano y del Caribe de Planificación Económica y Social (ILPES) con más de cincuenta años de generar pensamiento renovado para ejecutar las políticas públicas donde el Estado, el mercado y la sociedad se vinculen cada uno de ellos para crear sendas que conduzcan al crecimiento económico, propicien el cambio estructural, y por consiguiente, el desarrollo de nuestras sociedades.
Realizar este ejercicio prospectivo significa ir en dirección a solventar la urgente necesidad de “planificar el proceso de planificación” (CEPAL, 2012) en un mundo complejo con una volatilidad económica y financiera mundial.
En el proceso de la reconstrucción europea, allá por los años 50, la intelectualidad de la época, promovió los diferentes planes para el desarrollo, experiencia que fue canalizada y ejecutada en planes quinquenales en América Latina, habiendo recibido esta región el apoyo de la Conferencia de Punta del Este, en 1961, cuando se creó la Alianza para el Progreso. Este fue el momento en que los Estados Unidos de América levantó el veto ideológico para apoyar los procesos de planificación en América Latina y transformarla como el instrumento legítimo de intervencionismo progresista. (CEPAL, Cuadrado Roura, Juan R. 2014). A lo largo de los últimos años, la ideología está cediendo a las necesidades de la planificación para el desarrollo pues la sociedad solicita, más urgentemente, que el sector público haga el ejercicio de promover y estimular el desarrollo y que la planificación sea un ejercicio de la política pública por excelencia. ¿Significa esto que el mercado a través de la empresa privada de todo tamaño no debe participar en este esfuerzo? Los postulados teóricos y las estrategias impulsadas desde la CEPAL y desde el ILPES indican que el sector público debe promover la más amplia coordinación como función clave, impulsando este ejercicio sinérgico que conduzca a la puesta en acción de las estrategias para el crecimiento de los sectores económicos con la participación de la empresa privada. En un primer momento, ofreciendo más apoyo a los sectores más dinámicos y con efectos positivos de arrastre económico para otras actividades claves. Posteriormente, este ejercicio se debe promover con la más extensa articulación del aparato productivo existente, y me refiero a la conexión entre las diferentes empresas para dinamizar los mercados propios. Es decir, los mercados del proveedor con las empresas mayormente demandantes de bienes y servicios, ampliando los encadenamientos “hacia adelante y hacia atrás”, tal como lo han realizado otras economías adelantadas a las nuestras. Este encadenamiento debe partir de las potencialidades entre los países o economías más cercanas, y porque no decirlo, con las economías centroamericanas.
Los desequilibrios productivos territoriales en nuestro país y en Centroamérica no pueden ser abordados y ejecutados sino es con el impulso de planes de mediano plazo con los socios económicos del área. Hay que diseñar proyectos productivos de interés binacional.
Los padres de la planificación indicativa como Jean Monet y Pierre Massé (Le plan ou l´anti-hasard, 1965) estarán entonces orgullosos pues sus ideas fructificaron en tierras tan lejanas de Europa y de Francia, en países como los nuestros, en donde casi todo es tratado de manera ideológica y no le apostamos al progreso y al desarrollo nacional.
Economías pequeñas como la salvadoreña con un tejido empresarial con reducidos niveles de productividad y atomicidad en su funcionamiento, deben promover un nuevo empeño a la puesta en vigor de la articulación entre ellas mismas, con nuevos establecimientos económicos, para alzarse con nuevas economías de escala que generen producción para el mercado local y fuera del país.
El pensamiento cortoplacista del empresario salvadoreño ha conducido a la configuración de unidades económicas sin mejora en el nivel de producción para mercados amplios, y que aún no se aprovechan, como son los tratados de libre comercio suscritos desde hace años. Se requiere cuanto antes reducir los niveles de asimetrías entre las empresas existentes en el país. Esa heterogeneidad empresarial no es garante si se quiere avanzar hacia el desarrollo.