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La revolución silenciosa

Ricardo Olmos
Economista

En el libro de la Sostenibilidad fiscal y reformas tributarias en América Latina (Arenas de Mesa, Alberto, Cepal, septiembre de 2016, 260p) en la parte inicial se afirma con mucha propiedad las palabras del Presidente del BID, Luis Alberto Moreno, que “El desarrollo de las instituciones en América Latina y el Caribe es una revolución silenciosa pero necesaria para el crecimiento sostenido de nuestra región”. Y enfatiza diciendo que  “La mejora de las instituciones y las políticas fiscales no solo constituye uno de los mayores retos que enfrenta la región, sino también una de las oportunidades más relevantes para ampliar sus posibilidades de desarrollo económico y social” y al final del prólogo referenciado de ese libro se lee: “Ante la creciente conciencia de que una región que tiene tantas posibilidades de progreso debe adecuar sus instituciones para que respondan a nuevos y viejos desafíos…” Y es que en efecto, el auge de éste enfoque se observa al revisar la historia económica como disciplina de las ciencias económicas, estudios realizados a lo largo de casi cuarenta años por Douglass North que presenta la importancia de las instituciones con resultados para la economía de los Estados Unidos, Europa y en los países de América Latina. El legado se centra en la oportunidad de revisar con mayor interés lo que estamos haciendo nosotros en estas regiones menos desarrolladas como es la centroamericana en ese ámbito. ¿Por qué de éste creciente interés depositado a las instituciones? ¿Cuál es la importancia de la Nueva Economía Institucional? ¿Cuál es la nueva visión de la NEI sobre el funcionamiento del Estado? Los economistas han venido definiendo desde hace años diferentes roles al Estado procurando que éste, en efecto, contribuya al desarrollo. Sin embargo, quienes han impulsado políticas económicas en la región a lo largo del tiempo consideraron al Estado como una entidad externa como algo exógeno y que viniera a conducir el desarrollo. Como una especie de mesías con las decisiones omnipresentes para resolver los problemas del subdesarrollo para los países de América Latina, principalmente. Mientras otros, como son los economistas neoclásicos, muy por el contrario no le otorgaron rol alguno al Estado y en la mayor parte de los casos le restaron total importancia para el desarrollo. Eliminaron en sus modelos por ejemplo la historia, la interdisciplinariedad, es decir no tomaron en cuenta a las ciencias sociales, las restricciones e intereses entre grupos sociales, etc. Tales visiones descartaron por completo la visión de adjudicar que la mejor política es aquella centrada en el desarrollo en donde mercado y el Estado son importantes y necesarios.

¿Qué papel le asigna al Estado el pensamiento de la NEI?  Este enfoque afirma que no hay sector público que no sea importante para países como los nuestros, y en ese sentido reivindica la importancia de las instituciones en general pues las instituciones generan certidumbre a la actividad económica.

Aunque esta perspectiva de análisis es relativamente reciente y los estudios para la economía salvadoreña son casi inexistentes, es urgente avanzar al menos con planteamientos teóricos y algunas experiencias realizadas en economías más modernas y avanzadas como la de los Estados Unidos y Europa; conocer esos resultados sin pretender copiar esas experiencias exitosas. Muy por el contrario, se trata en el caso de El Salvador encontrar evidencias de cómo las instituciones pueden servir al crecimiento económico y desarrollo nacional.

La Universidades principalmente pueden jugar ese papel. También algunos centros de pensamiento deben realizar estudios en profundidad para hacer prevalecer con fundamento académico y científico lo que a diario se escucha decir cuando se afirma “dejen que funcionen las instituciones” esperando que estas en efecto funcionen bien con apego la normativa prevaleciente, en los aspectos legales y administrativos y presenten resultados. Esos resultados que se reclaman deben contemplarse en el funcionamiento actual de la matriz institucional que sirva para el cambio económico. Tales estudios por esos centros deben embarcarse para promover nuevas perspectivas que nos proporcionen, la aplicabilidad de tal pensamiento para economías como la salvadoreña.

La NEI reivindica la idea que toda actividad humana, y por supuesto la de los individuos con sus capacidades, pero dentro de un marco institucional, es pieza clave para el crecimiento y desarrollo económico. Ya no se trata de observar a los individuos en el análisis económico, como seres racionales y desprendidos del contexto institucional.

Muy por el contrario, en esta nueva perspectiva se posee un enfoque más abierto, a otras disciplinas, a la perspectiva interdisciplinaria y holística. En todo caso, se vuelve hoy para las economías como las nuestras, examinar cómo los resultados de la vida institucional, y particularmente el quehacer de las instituciones del sector público, las organizaciones económicas, la reglamentación formal e informal, son elementos claves de la matriz institucional y básicos para el cambio económico nacional dentro del marco del poder explicativo de este enfoque.

Tiene razón el Presidente del BID cuando afirma que las instituciones son poderosas palancas que nos pueden impulsar por el sendero del desarrollo. Pero no solamente aquellas vinculadas y que conducen la política fiscal en el país, sino aquellas que están vinculadas con la política educativa, las referidas a la política de salud, la política de vivienda, etc.  Eso significa que en primera instancia ese tipo vigilancia deberá ser la medición de los resultados de cada uno de los programas de esas instituciones. Por ello, es más que urgente una entidad nacional que se encargue de la evaluación de los programas relevantes de las entidades públicas y de las instituciones que no presente resultados para las que han sido creadas. Hay que realizar una evaluación de determinados programas y proyectos del Estado para elevar la eficiencia institucional. ¿Quién garantiza que los resultados de los programas educativos del Ministerio de Educación son eficientemente gerenciados? ¿Quién garantiza que los nuevos programas en salud están ofreciendo los resultados deseados? ¿Hay que esperar que la prensa indique las fallas o que lo definan los organismos técnicos? Para no sufrir los sesgos mediáticos e  ideológicos es urgente que los aportes que podrán ser en algunos o muchos casos positivos, y en otros deberían ser mejorados, deben ser monitoreados por entidades responsables. Evaluar técnicamente los programas de inversión pública exige una nueva institucionalidad que desde el mismo Estado evalúe que tanto estamos invirtiendo y teniendo los impactos deseados. Solo así la inversión pública podrá ser reivindicada como necesaria y solo así se podrá hablar de rendición de cuentas a la ciudadanía.

Transitar de una institucionalidad opaca e ineficiente hacia una institucionalidad eficiente y técnicamente con resultados es parte del valor público que demanda la sociedad salvadoreña, y que sin duda, es parte de la revolución silenciosa que habla el Presidente del BID.

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