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LA SÁBANA Y LOS CIRIOS

Ana Delmy Amaya Aguilar

Escritora y poeta

Adrianita, check sintió un asombro indescriptible al verse en un dormitorio que no era el de siempre y más aún al verse rodeadas de personas que a penas conocía.

–AY! Imposible reconocerlos con todo y sus detales.

Ella había crecido con sus tías, cialis con quienes compartió  toda su infancia y adolescencia.

Estaba en un espacio casi desconocido. Sin duda alguna. No veía sus roperos, ni sus muebles, ni su ropa de cama, tan pulcramente guardada, su ropa de todos los días con olor a sol y naftalina, ni la estampa del purgatorio, del infierno y del cielo.

–¡Ave María! ¿Dónde estoy? ¿Dónde están mis roperos? –se preguntaba- mis platas, mis buganvilias ,las ixoras , la veranera que sembró mi tía Emilia. No veo la Televisión  donde me divertía  a lo grande con las charlas del Padre Alberto.

Adrianita recordó su sábana bendita, guardada en el ropero, con la que sería envuelta el día de su muerte, los cirios de cera, ya bendecidos , con  los que la velarían ese día especial de la ruptura del cordón de plata,  que la une al planeta.

Un chispazo  de lucidez, la iluminó y de pronto reconoció la estancia. Estoy en el asilo ¡SIIII.!.. donde la había internado su querida sobrina  a quien heredó  con la casa  grande y la finquita  que fueron de tía Flora y tía Merceditas. También recordó los altares olorosos a flores vivas que creaba para los nueve días de los difuntos vecinos y no vecinos, conocidos y no conocidos, pero que tenían algún nexo con amistades suyas; también recordó que ella rezaba  los nueve días en el altar de la casa del difunto y también en la iglesia del lpueblo.

–Ayy! Donde estará la foto del Padre Pedro? , los retratos de las tías, tan cultas, educadas, cariñosas y solteronas como yo  y sobre todo  la fotografía del amor de mi vida, el hombre que jamás olvidaré , Esteban Nuñez  ¿Dónde?  Aquella estrofa del poema de amor de Claudia Lars que le recitaba a Esteban cuando nos tomábamos de la mano  sentados en la puerta de la casa    en las noches de luna  llena . Aún la recuerdo la tengo en mi memoria y en mi corazón es es …siii:

“Siempre habré de quererte

como ahora

amor de luces blancas

fuego de sol

que me calienta el pecho

Y no levanta llama…”

Este poema  lo memoricé  y fue tía Chabelita quien me  motivó a declamarlo, cuando chica.

Sólo memoricé esta estrofa  que en mi adolescencia fue para para mi chumelito, mi Esteban, de todas mis noches. Mi único amor.

Mirando hacia el cielo y suspirando exclamaba: ¡¡Esteban!! Me lo quitaron , aunque por muchos años fue mi , incondicional amor ¡¡Cosas de la vida!  humm! …y que le vamos a hacer si son los designios de Dios ¡ hummm!

Después de esos instantes de lucidez todo se transformaba en tinieblas  y ruidos en su cerebro muy, parecidos  al rumor del mar, también sentía aleteos de gaviotas alrededor de su cabeza.

Una nueva vida rodeaba a Adrianita, quien se quedó soltera y aún a sus cien años evoca las emociones que despertaba en ella, el  leve roce de los labios de Esteban Núñez, sobre su pelo y sin duda el perfume inconfundible de lavanda de sus manos varoniles…

No estaba sola Adrianita; sino acompañada de las otras mujeres y  hombres  internos del asilo.

Su vida pasada,  sólo era una línea perdida en sus arboledas cerebrales, que de vez en cuando se iluminaban por la lucidez que la vida le regalaba.

Ver también

«Para enflorar». Foto: Karen Lara. Portada Suplemento Cultural Tres Mil Sábado, 2 de noviembre 2024.