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La sociedad que queremos ¿Una patria grande?

Mercedes de Boudailles
Tomado de Agenda Latinoamericana

Solo sé pensar desde la experiencia. Lo aprendido en medio de la selva, en una misión de 150.000 Km2 de tierra, ríos y selva dentro de la Amazonia llamada “legal”, entre los ríos Araguaia y Xingu, en Brasil. Allí trabajamos, en una región donde “manaba leche y sangre” con palabras de Pedro Casaldáliga, el misionero que llegó con el Hermano Manuel en 1968. No había comunicación fácil con la mal llamada civilización. Poco correo por falta de carreteras, sin luz eléctrica, sin teléfono. Y allí, los ‘Agentes de Pastoral’ que nos integramos en la Prelatura de São Felix do Araguaia, aprendimos a vivir otras experiencias de vida junto a otras muchas personas que yo llamo ‘agentes de transformación’ que se integraron en aquella región, religiosos, profesores, sociólogos, enfermeros, médicos, abogados etc. Claro está, que lo más importante fue aprender y convivir con pescadores, labradores y labradoras de la región que poco a poco comprendieron nuestra propuesta.
Hoy, cuando nos encontramos, siempre acabamos diciendo ‘otro mundo es posible, otra Iglesia es posible, nosotros ya la hemos vivido’.  Y esto en medio de mucha violencia, con trabajadores viviendo en régimen de esclavitud en las grandes haciendas, muertes y mucho sufrimiento. Sí, con todos los límites humanos creamos otros espacios de acción, siempre en equipos de trabajo. La mayoría éramos muy jóvenes con muchas ideas. En grupos pequeños, en los sindicatos que se formaron, en las asociaciones de mujeres y en las comunidades locales planeábamos lo que queríamos hacer. Discutíamos, mejorábamos los proyectos y recogíamos los frutos de las decisiones tomadas en grupo. Siempre trabajábamos comunitariamente. Todas las propuestas eran votadas. Pedro, el obispo, era un solo voto, como el de todos. No existían argumentos de autoridad. Teníamos una rica formación con profesores muy bien preparados desde el punto de vista socio-político y teológico.
¿La sociedad que queríamos? En este ambiente es donde un grupo de jóvenes junto a Pedro Casaldáliga nos inspiramos para respirar con tanto entusiasmo la Patria Grande, una de las causas que dio sentido a nuestra vida. Unidos, construíamos juntos. Estudiamos mucho la historia de América Latina y las situaciones sociales del momento. Muchos otros líderes hablaron y escribieron sobre la Patria Grande al querer una sociedad libre fuera del colonialismo depredador de otros países. Recordamos a José Francisco de San Martín (1728-1850) líder de los movimientos independentistas de Chile, Perú y provincias argentinas contra el dominio español. Reconocido hasta hoy, como el libertador de los pueblos, nunca como su dominador. También a Simón Bolívar (1783-1830), de Venezuela, con su proyecto independentista que sería el contrapeso geopolítico y económico contra lo que llamaba el “coloso del norte”, los Estados Unidos de América. José Martí (1853-1820), luchador por la independencia de Cuba, que escribió sobre la unificación de América Latina, que también la llamó Patria Grande. Más próximos a nosotros, Manuel Ugarte (1875-1951), argentino, pensador y autor de “El sueño de la Patria Grande”, reconocido como el defensor de la unidad latino-americana.  Y Darcy Ribeiro (1922-1997) brasileño, antropólogo, educador, político, ministro de educación y jefe de la Casa Civil, antes del golpe militar del 1964. Darcy que ya había creado el proyecto Servicio de Protección al Indio, del Parque Indígena del Xingu en 1961, tenía gran experiencia como etnólogo, así aprendió los valores de los pueblos indígenas, con los que convivió. Y consiguió transmitir otra visión de Patria Grande en su libro “América Latina, Patria Grande”. Siempre contra la ideología dominante del “patriagrandismo”. Darcy quería una política democrática, proyecto del “aquí y ahora”, contra el futuro, contra la triste “ilusión” que ofrece el discurso del “desarrollo progresivo.”
Creo es importante traer estos recuerdos. Pedro escribió y repetía: “Nuestra memoria bien vivida es nuestra esperanza bien cimentada”. Los que convivimos con Pedro, sabemos de su interés por la historia de América Latina y yo diría del mundo todo. Rezar y leer mucho era práctica diaria de Pedro. Tenía una amplia visión de la situación socio-política y eclesial del mundo. Yo me atrevo a decir que la Patria Grande de Pedro era vital y creció en sus viajes a América Central. El primero fue en 1985, cuando Pedro Casaldáliga, decidió ir a Nicaragua para unirse a la oración y ayuno de Miguel D’Escoto, ministro de Relaciones Exteriores de Nicaragua en el gobierno sandinista. Ante el sufrimiento de Nicaragua, D’Escoto inició un ayuno evangélico, una huelga de hambre, denunciando la insistencia de Estados Unidos en dominar Centroamérica para abrir caminos y nuevas ‘conquistas’ en el Sur.

Hubo un apoyo de obispos, pastores, y personas de diferentes partes del mundo que se sumaron al ayuno. El ejército había hecho una alianza con los Estados Unidos y el pueblo no la aceptaba. Pedro confesó que comprendió la situación de Nicaragua, su lucha por defender la libertad. Afirmó que la situación no era una guerra civil. Era un proceso revolucionario, por parte del pueblo, como única alternativa para vivir la paz que necesitaban. La Iglesia tenía que entender esta causa, como la causa de Jesús por la que fue crucificado. El silencio y miedo de actuar con actitud profética significaría ser cómplice de la dominación imperialista.
Muchas personas cristianas o no cristianas conocidas por su compromiso con los derechos humanos, la libertad y la paz, apoyaron el ayuno de D’Escoto y Casaldáliga, al igual que los equipos de trabajo de nuestra misión, muy comentados en los medios de comunicación. Infelizmente, no faltaron las duras críticas por parte del Gobierno y de la propia Iglesia Católica nicaragüense.
Muchas otras circunstancias iban clareando nuestra visión del mundo. En 1988, Pedro participó del Congreso Internacional de Teología Ecuménica en São Paulo. Volviendo a la misión, habló con entusiasmo del encuentro. Lo que latía en el corazón de Pedro era la alegría de poder comprobar la convivencia de América Latina, Asia y África en una única aspiración liberadora. Pedro respiraba Patria Grande hacía años. Ahora, su horizonte se ampliaba. Quedó impresionado por la rica reflexión de los compañeros de la India y Sri Lanka y de otros asiáticos, que reivindicaron su identidad y aportaban los dones de su espíritu contemplativo, siempre desde los pobres. Creo que Pedro entendió esta faceta de Asia, y con ella una mayor valorización de otras creencias, aquellas que los pobres, muchas veces por necesidad, practican. En realidad, la Patria Grande de Pedro y la nuestra era mucho más que América Latina y el Caribe, más que África y Asia. Era “donde falta el pan, el arroz o el maíz, debe estar nuestro corazón y nuestra acción”, repetía Pedro.
En julio de 1991 inauguramos la Capilla, que todavía se encuentra en el patio de la casa de São Félix donde Pedro vivió la mayor parte de su vida. En la celebración, Pedro repitió varias veces expresiones similares: “Aquí rezaremos en comunidad todos los días. Celebraremos la Eucaristía. Y con nosotros estarán siempre nuestras hermanas y hermanos de la Patria Grande, de África, de Asia y del mundo todo. Con su anhelo de libertad, de justicia y pan para todos. Es por ello que nuestra Capilla no tiene muros altos ni necesita puertas ni ventanas. ¡Somos la Gran Patria!”. De hecho, la Capilla está cerrada-abierta por muros de poco más de un metro, siempre llenos de hermosas y cuidadas plantas.

Y así era, en esa Capillita, todos los días rezábamos y disfrutábamos de las noticias de Patria Grande con todas sus causas.
En una entrevista de Ana Helena Tavares, quien publicó un último libro sobre Pedro, él mismo afirmó: “Digo siempre, América Latina y Caribe se salvan continentalmente todos o no se salvan. Tiene que ser la comunidad de naciones, respetando nuestras características.”
Sí, la sociedad mundial que queremos, una Patria Grande, será fruto de fortalecer las relaciones políticas, económicas y sociales entre los países del mundo, respetando sus culturas y particularidades.

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