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La sociología del número político (2)

René Martínez Pineda
Sociólogo

La sociología del número político es un recurso –y es el curso- para dirigir grupos desordenados o contrarios al medir su impacto y las necesarias readecuaciones a impulsar y, en ese sentido, mejora la gobernabilidad si no cosifica los grupos ni convierte en número simple a las personas de carne y hueso ignorando su probable importancia futura más allá de las conjeturas y la confusión entre datos duros y hechos aún más duros, es decir, si no hace del número político una propiedad exclusiva de los especialistas que, por estar fuera del tiempo-espacio de la democracia, eliminan el perfil moral e ideológico de las banderas opositoras que siempre tienen una agenda política, propia o ajena, perversa o sublime y, por ello, tienen una relación tangible e indiscutible con el gobierno.

Así, el número político es un mecanismo clave para la clasificación, evaluación y medición de la tasa de crecimiento del descontento o la aceptación y, por otro lado, es una forma estratégica de organizar la fuerza disciplinaria de los grupos de apoyo popular y de los aliados, efímeros o permanentes. Y es que lo disciplinario está unido a la autoridad natural del gobierno, así como, mal usado, está atado al mercado o es usado por él en busca de la eficiencia y el consumismo. El número político, además, le da coherencia a la gestión financiera de las acciones del gobierno, siempre y cuando no implique una métrica colonizadora. Desde esa perspectiva sociológica, la disciplina de apoyo popular se gana con buenas prácticas gubernamentales mostradas y demostradas en un número político, en tanto comportamiento de retaguardia al que las cifras le dan autoridad pedestre por ser muy superior al número de voces de protesta. Las personas deben ser parte de esa disciplina auto-numerando sus acciones para “desnumerar” la de quienes quieren volver a la ignominia del pasado más cercano.

Una de la tesis de la sociología del número político como persona –y como orden político- es que su lógica no debe sucumbir a la neo-liberalización que sigue con sed de bienes públicos. Para concretar el orden político ideado por un gobierno que respeta al número político (gobernabilidad que cuenta a las personas para que las personas cuenten) hay que verlo como una matemática de la movilización colectiva, o sea como un mecanismo democrático que hace las cuentas cabales. No está en discusión el hecho sociológico de que los números pueden movilizar –o ayudar a movilizar- con el algoritmo de la motivación popular o la manipulación del imaginario desde la ideología de la derecha y, cuando se llevan al territorio de la crítica al servicio de la democracia, permiten re-politizar rubros en la agenda gubernamental. En otras palabras, la sociología del número político puede hacer visibles a las minorías y darle un cuerpo-sentimientos a la identidad sociocultural y política de las mayorías que buscan refundar el debate masivo y directo sobre los bienes públicos, tales como la educación superior, la pobreza, la salud pública, las pensiones, la migración y una gama amplia de otros bienes y problemas públicos.

La meta es construir gobernabilidad y democracia real humanizando el número. Pero ¿Cuál es la relación entre número, gobierno, democracia y participación si el número político es una táctica-estrategia de gobierno que le permite redactar su agenda e incidir en el comportamiento de los que apoyan y los que atacan? Así, la gobernabilidad es una dialéctica de aperturas-cierres, capacidad-limitaciones, luz-oscuridad y certezas-paradojas. Entonces ¿En qué medida el número ayuda a formular, negociar y readecuar las políticas? ¿Hasta qué punto es necesario incluir –como número político- a las minorías expresadas en grupos de interés, grupos de presión, sindicatos, gremiales empresariales, asociaciones religiosas y tanques de pensamiento o de coartada de la derecha para producir e impulsar políticas públicas? ¿qué cambia o cuánto importa el número político para generar gobernabilidad y con ella espacios de sosiego para realizar los cambios? ¿siempre importa tener a la mano el número político como operación social, cognitiva y simbólica?

En el manejo del número político como estrategia de gobierno hay que tener en consideración tres acciones elementales (sistematizar, controlar e incluir) de las cuales incluir es la más importante para que la suma algebraica y sociológica sea positiva, en tanto producirá nuevas cantidades materiales de apoyo popular como resultado natural. Hacer hincapié en esas tres acciones elementales implica comprender cómo se diseña y cómo opera cotidianamente la acción política de la correlación de fuerzas considerando a las personas como algoritmos y a los algoritmos como personas; cómo se aborda la tasa de crecimiento del apoyo popular o de la protesta antagónica y, por tanto, cómo se comprende y potencia el número político en cuanto práctica colectiva-gubernamental y gerencia social de la movilización que se sobrepasa a sí misma.

En todo ello es fundamental y fundacional la dimensión de la realidad como dimensión controlada de la política de transformación significativa. Al respecto, el análisis y sondeo de las políticas públicas y la consolidación de la gobernabilidad fuera de la corrupción e impunidad –que siguen estando vigentes por ser el problema estructural de la estructura- proveen la táctica-estrategia gubernamental necesaria para analizar cómo se gobiernan y administran los problemas concretos y la reacción respectiva –para pasar de la reacción a la proposición y liderazgo- y evaluar, en su justa dimensión, a los actores que tienen diferenciadas cuotas de poder sobre los procesos políticos y sociales que hacen de las políticas públicas y la gobernabilidad el terreno ideal para construir hegemonía o para depredarla, partiendo del supuesto político de que existe una relación multidireccional entre actuar sobre, a través de, o en contra de los cálculos positivos o negativos.

Lo que propone la sociología del número político es retomar el cálculo sereno para saber en qué momento y con quiénes impulsar las diferentes políticas de gobierno en el marco de las alianzas como números colectivos que pueden ayudar a formar conciencia social, imaginarios de la transformación y, por ende, dirigir colectivos significativos en esa vía, porque se numera a las personas y se humaniza a los números, es decir se les confiere un rostro humano que tiene, de hecho, rasgos muy heterogéneos que pueden juntarse en un solo cuerpo-sentimientos que comparte creencias e ilusiones en una coyuntura signada por un pueblo que viene saliendo, lentamente, de la desilusión social que provocó la antigua forma de hacer política, y que quiere deshacer el falso dilema entre construir calles o generar empleo, pues lo primero lleva a lo segundo de la forma correcta

La profunda reforma política y constitucional, en este sentido, es inseparable de la legitimidad y la eficacia de la táctica-estrategia del número político visto como soporte de una gobernabilidad de nuevo tipo, sobre todo en estos años en que hay que salirse de los tipos o paradigmas tradicionales de hacer política.

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