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La sociología: pregonera de la realidad (2)

René Martínez Pineda
Director Escuela de Ciencias Sociales, UES

Es evidente que la burguesía no piensa revertir la injusta distribución de la riqueza, su preocupación es más bien, cómo acentuarla, ya que su vida como tal depende de ella. Por otro lado, quienes sufren la pobreza en los calcetines rotos están aprendiendo a ver su crisis de ingresos como una oportunidad para fundar la democracia, y por tal razón están creando nuevos sujetos sociales que de oficio aprovechen el perentorio colapso del Imperio y del sistema de partidos políticos, aunque no sepan con exactitud qué es lo que viene o qué saldrá de sus humeantes ruinas. En el caso de El Salvador hablamos de oportunidades dentro del sistema capitalista, debido a que las condiciones subjetivas no dan para más, al menos por el momento. De esos nuevos sujetos sociales no sabemos lo que van a ser, ni sabemos cuál será su posición política e ideológica, pero sí sabemos que su lucha es necesaria para trascender (luchar por una utopía). Hay que reconocer que no son posibles las luchas de liberación nacional que se daban en la segunda mitad del siglo XX (al menos en las actuales condiciones subjetivas de desilusión), en tanto que el socialismo -tal como lo conocemos en su dimensión de fascinante alternativa social- no está posicionado en el imaginario popular. Hoy por hoy, la gran alternativa es la construcción de la “revolución democrático-burguesa” con la que se vuelve a las tesis del Lenin sin heridas.

En ese sentido, las epistemologías mundanas abordan y comprenden críticamente la realidad para decodificar su lógica de funcionamiento, pues solo así se puede transformar la misma, legitimando teóricamente el advenimiento de una sociedad más justa y democrática, construida sobre la base de nuevas ideas políticas y orgánicas que no nieguen la utopía por la que se luchó. El marco teórico e ideológico-práctico de esas nuevas ideas políticas se expresa, en lo concreto, en cinco grandes vertientes. La primera es que tenemos preguntas nuevas y respuestas viejas, así como tenemos preguntas viejas sin respuestas nuevas, lo cual pone a la sociología en un estado inerte que la vuelve incapaz de alcanzar teóricamente el futuro, aunque sepamos que no se puede seguir viviendo en este tipo de presente: “En 2017, 821 millones de personas a nivel mundial padecieron hambre crónica (1 de cada 9 personas) de las cuales 39 millones vivían en América Latina. Más de 1,900 millones de personas (26.2 % de la población mundial) viven con 3 dólares diarios”.

¿Cómo defender al capitalismo con ese tipo de datos que se hacen cada vez más dramáticos?, ¿cómo resuelven los pobres, cotidianamente, esa situación?, ¿saben algo sobre la sobrevivencia que la sociología no sabe?, ¿cuáles son las prioridades de los pobres? La coyuntura de la posguerra ha demostrado que las respuestas que tenemos a la mano son precarias, etéreas y paradójicas, pues han sido usadas para mantener al sistema, así como para justificar el cambio del mismo, por tanto, las respuestas dadas (la de “más democracia” y la del “bien social”, por ejemplo) son las que en muchos casos han truncado o desviado la concreción de una alternativa viable al capitalismo. ¿De qué sirven la democracia política y electoral si no existe democracia económica? La idea de esos dos tipos de democracias fue inducida, precisamente, para frenar las luchas por la liberación nacional, y eso explica por qué EE. UU. se autoproclama como el gendarme de la democracia y como el juez que decide cuáles países son democráticos y cuáles no.

La segunda vertiente es que la distancia social entre lo moderno y lo arcaico (visto a partir de la definición de las necesidades como producto histórico y como símil de las anteriores dicotomías “urbano-rural” y “desarrollo-menor desarrollo”) cada vez es mayor, y eso provoca que el horizonte que el pueblo se propone alcanzar (el sueño salvadoreño) se vaya alejando en lugar de irse acercando, con lo cual se genera un sentimiento de frustración social que, en términos ideológicos, fue el que desencadenó el desencanto y la desilusión en las pasadas elecciones.

La tercera hace referencia a la crisis generacional, la cual es abanderada por los jóvenes, a quienes hay que estudiar en su mundanidad para decodificar sus ideas y sueños de cambio inmediato con la velocidad del tiempo de las redes sociales (que es un cambio civilizatorio real, pues impacta en la noción que la sociología tiene de la “solidaridad orgánica y mecánica”). Y es que las redes sociales son la versión de los grandes movimientos sociales que surgieron en la segunda mitad del siglo XX con la consigna del socialismo, y con las calles como púlpito de la libertad de expresión y subversión. En ese sentido, es evidente que la sociología debe abordar el tema del cambio civilizatorio, el cual es un cambio estructural de orden cultural que no lo resuelve ni consolida un gobierno en particular, sino una sucesión de gobiernos del mismo tipo. Entonces cualquier cambio social debe estar mediado –ser acompañado- por nuevas estructuras civilizatorias para que sean cambios duraderos acordes a la cuarta revolución industrial y con la que podemos denominar como la tercera revolución socialista.

La cuarta vertiente es la neo-colonización del intelecto sociológico que se tradujo en “sociología light”, o sea la sociología sin las calorías críticas de la ideología y la conciencia social que eran puestas de manifiesto en los conceptos marxistas y utopistas como: lucha de clases, plusvalía, materialismo histórico-dialéctico, fetichismo de la mercancía, revolución social, imperialismo, burguesía y proletariado, socialismo, etc. Sobre todo en los últimos veinte años, la sociología ha perdido el sintagma nominal de la revolución social y los verbos fulminantes como acción personal y social, para asumir las formas no personales del verbo (en ese marco cabe la propuesta funcionalista del “fin de la historia”) y en esa línea la sociología se convierte en gerundio y fábula social. Por ejemplo, cuando la sociología marxista habla de democratizar (el sujeto histórico como militante de la lucha de clases) la sociología neo-colonizada habla de democracia; cuando la una habla de burguesía y de capitalismo, la otra habla de emprendedurismo y de globalización; cuando aquella habla de pueblo, la otra habla de ciudadanos; cuando la una habla de fetiches, la otra habla de consumo. En ese campo en especial estoy hablando de la lucha por la hegemonía intelectual que deben llevar a cabo los sociólogos para ser de nuevo la conciencia crítica de las ciencias sociales y ser los pregoneros de la realidad.

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