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La soledad de pertenecer, poesía de Ayari Lüders

I

Tengo un nombre que es mi condena

dos mitades que se abalanzan

chocan y se pudren

sin tierra a la que se entierren.

Esta tierra tan pocamente mía

como suya

y de este idioma

y del otro

que no reconoce mi lengua.

Tengo la piel agrietada

soy un tapete de luz de luna

pisado y eclipsado

por otros cuerpos.

Un cuerpo donde no hay hueso mío

ni piel, ni ojos, mucho menos ojos,

que tienen el color mezclado

de todas las generaciones que no nombro.

Una vez amé a un extranjero

huyó de la guerra

entre bombas y escombros,

le entregué mi cuerpo como patria,

y con mi sangre limpié la suya.

Cuando volvió a ese lugar

al que vuelve el que va de paso

me devolvió el corazón tan vacío

que nunca supe si era mío.

Descalabré la noche

hasta extirparle un sol

empocé palabras

hasta erupcionarlas, cocidas,

derretidas en mi lengua aprendida

en mi sangre tan ajena

que me duele

y me confunde en la tierra, el viento

la siento fuego derramado

hasta volverse agua.

Lamí astillas perfumadas de fantasmas ajenos

con la lengua cosida

repetí los nombres que contienen

y me vacié todas las noches

me bebí la vida a caballos desbocados

caminé esa noche sin espacio para la sombra

me rocié de frío en la montaña

sangré todas las lágrimas que me persiguen

y nunca me encontré el rastro.

No tengo principios,

solo finales

pero escucho un nombre

repiten el nombre

y lo sigo

repiten el nombre

lo siento mío

repiten el nombre

lo hago mío

repiten mi nombre

alguien quiere algo

la piel, el nombre

la huella, el amor

y me desmorono,

tan pocamente mía,

porque mío es nada.

 

II

Padre mío, tan solo mío,

llevo tu apellido insertado

una historia desconocida que

domina toda decisión que no he tomado

ni en lo ajeno, ni en mi cuerpo.

Dame una razón para seguir

y no veas mis errores

con la ofensa de tu silencio muerto.

Te veo en el espejo que me describe

y tienta a mi narciso a aventarse al agua.

Librándote de la cuna que no viste

porque las estrellas te fueron más puras que mi suerte.

Yo me dejo caer y no soy nada

ni gaviota, ni gota, ni viento

una ruina abandonada en el selva

un perfume que se deshila en el tiempo

una sombra, y tú,

padre mío, pertenencia que domina.

¿Cuántos Caínes habrá mandado nuestra sangre

a volverse asesinos en tu nombre?

Me coso a la sombra del sacrificio

como piedra cómplice

que no arranca el corazón pero que desangra.

Yo soy tu hija, como todos

los soldados que se derribaron en Kosovo

como los niños sordos que no miraron

y las viudas que con sonrisas despidieron

a sus USArmy en la estación pues el tren

les traería de regreso la Green Card,

una foto, algún dinero y una carta vieja.

Padre mío, yo soy velero

tú el viento, estrella y cielo.

Me confundo en las olas y tú soplas

a la deriva de tu voluntad velada

porque siendo universo eres sombra

testigo vacío enfermo de silencio.

Padre mío, tan solo mío

porque si te creo la razón me sostiene

impone sus certezas

y como aquel que dijo escribió tu palabra

desgajo el mundo

y lo acomodo en la cepa

como a un niño muerto

le cierro los ojos

el mundo grita

intenta retorcerse

el dolor se lo impide

no lo escucho y lo entierro

hasta la profundidad ardiente del planeta

hasta consumirse en la llama

roja, azul, mar de fuego.

Padre mío, tan solo mío

eres cadena y yo soy amo

y aprieto el cuello hasta el ahogo

de cada perro hermano que blasfema

eres fuego y yo verdugo

arde en tu piel la llama del hereje

lo consumes sin caducidad

le muerdes los ojos, la garganta

y lo tragas hasta el hueso.

Soy yo luz roja en calle detenida

tú el ensangrentado choque

el parabrisas rojo

la vida que vuela en una centena

de kilómetros por hora

el zapato sobre el pavimento

el cuerpo que flota hasta la frontera

el tiempo, el pinche tiempo

que adelantas y retardas

a capricho.

Padre mío, tan solo

tan lleno de ti mismo

repito tu nombre y me elevo

como burbuja de aire en agua

siendo tuya tan sola

y estallo en la basta orilla

hasta ser aire

entonces me convierto suspiro

humo de tabaco

perfume de frasco

y siendo tan única

te pertenezco tan sola.

 

Ayari Lüders

invierno, 2018

Ver también

Ilustración de Iván Alvarenga. Sin título. Portada Suplemento Cultural Tres Mil, sábado 14 diciembre 2024