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La soledad ocupa tanta gente… Roberto Juarroz

 

 

 

Roberto Juarroz (1925-1995), se desempeñó como Pedagogo en el área de Biblioteconomía y de Literatura en la Universidad de Buenos Aires, Argentina. Su obra no tiene límites dentro de la literatura universal. Gran poeta, crítico, ensayista y bibliotecario argentino. Su título como bibliotecario en la facultad de Filosofía y Letras en la Universidad de Buenos Aires lo obtuvo ayudándose como becario de la misma universidad, donde luego se desempeñaría durante 30 años como profesor titular de esa área. Admirador fehaciente de Huidobro, Apollinare, Porchia, Rilke entre otros.

La primera edición de su Poesía vertical se publica en 1958, por la editorial Equis que tuvo una extensión hasta el número catorce. Alternó sus escritos de poesías, con trabajos como traductor y crítico literario y cinematográfico.

 

Breve muestra de Poesía Vertical 1958/1982

 

 

 

 

“Pienso que en este momento

 

tal vez nadie en el universo piensa en mí,

 

que sólo yo me pienso,

 

y si ahora muriese,

 

nadie, ni yo, me pensaría.

 

 

 

Y aquí empieza el abismo,

 

como cuando me duermo.

 

Soy mi propio sostén y me lo quito.

 

Contribuyo a tapizar de ausencia todo.

 

 

 

Tal vez sea por esto

 

que pensar en un hombre

 

se parece a salvarlo.”

 

 

 

“Hoy no he hecho nada.

 

Pero muchas cosas se hicieron en mí.

 

 

 

Pájaros que no existen

 

encontraron su nido.

 

Sombras que tal vez existan

 

hallaron sus cuerpos.

 

Palabras que existen

 

recobraron su silencio.

 

 

 

No hacer nada

 

salva a veces el equilibrio del mundo,

 

al lograr que también algo pese

 

en el platillo vacío de la balanza.”

 

 

 

 

 

 

 

“Tú no tienes nombre.

 

Tal vez nada lo tenga.

 

 

 

Pero hay tanto humo repartido en el mundo,

 

tanta lluvia inmóvil,

 

tanto hombre que no puede nacer,

 

tanto llanto horizontal,

 

tanto cementerio arrinconado,

 

tanta ropa muerta

 

y la soledad ocupa tanta gente,

 

que el nombre que no tienes me acompaña

 

y el nombre que nada tiene crea un sitio

 

en donde está de más la soledad.”

 

 

 

 

 

 

 

 

“Cada uno se va como puede,

 

unos con el pecho entreabierto,

 

otros con una sola mano,

 

unos con la cédula de identidad en el bolsillo,

 

otros en el alma,

 

unos con la luna atornillada en la sangre

 

y otros sin sangre, ni luna, ni recuerdos.

 

 

 

Cada uno se va aunque no pueda,

 

unos con el amor entre dientes,

 

otros cambiándose la piel,

 

unos con la vida y la muerte,

 

otros con la muerte y la vida,

 

unos con la mano en su hombro

 

y otros en el hombro de otro.

 

 

 

Cada uno se va porque se va,

 

unos con alguien trasnochado entre las cejas,

 

otros sin haberse cruzado con nadie,

 

unos por la puerta que da o parece dar sobre el camino,

 

otros por una puerta dibujada en la pared o tal vez en el aire,

 

unos sin haber empezado a vivir

 

y otros sin haber empezado a vivir.

 

 

 

Pero todos se van con los pies atados,

 

unos por el camino que hicieron,”

 

“otros por el que no hicieron

 

y todos por el que nunca harán.”

 

 

 

 

 

“El otro que lleva mi nombre

 

ha comenzado a desconocerme.

 

Se despierta donde yo me duermo,

 

me duplica la persuasión de estar ausente,

 

ocupa mi lugar como si el otro fuera yo,

 

me copia en las vidrieras que no amo,

 

me agudiza las cuencas desistidas,

 

descoloca los signos que nos unen

 

y visita sin mí las otras versiones de la noche.

 

 

 

Imitando su ejemplo,

 

ahora empiezo yo a desconocerme.

 

Tal vez no exista otra manera

 

de comenzar a conocernos.”

 

 

 

 

“Hemos amado juntos tantas cosas

 

que es difícil amarlas separados.

 

Parece que se hubieran alejado de pronto

 

o que el amor fuera una hormiga

 

escalando los declives del cielo.

 

 

 

Hemos vivido juntos tanto abismo

 

que sin ti todo parece superficie,

 

órbita de simulacros que resbalan,

 

tensión sin extensiones,

 

vigilancia de cuerpos sin presencia.

 

 

 

 

 

 

Hemos andado tanto sin movernos

 

que los viajes ahora se descuelgan

 

como abrigos inútiles.

 

Movimiento y quietud se han desunido

 

como grados de dos temperaturas.

 

 

 

Hemos perdido juntos tanta nada

 

que el hábito persiste y se da vuelta

 

y ahora todo es ganancia de la nada.

 

El tiempo se convierte en antitiempo

 

porque ya no lo piensas.

 

 

 

Hemos callado y hablado tanto juntos

 

que hasta callar y hablar son dos traiciones,

 

dos sustancias sin justificación,

 

dos substitutos.

 

 

 

Lo hemos buscado todo,

 

lo hemos hallado todo,

 

lo hemos dejado todo.

 

 

 

Únicamente no nos dieron tiempo

 

para encontrar el ojo de tu muerte,

 

aunque fuera también para dejarlo.

 

 

 

(a Antonio Porchia)”

 

 

 

 

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