Carlos Alfredo Valladares Vaquero
Los últimos sucesos de la vida nacional ponen en evidencia el uso que el grupo dirigente hace de la táctica de los golpes. Los golpes a los que nos referimos aquí no son golpes de Estado ni golpes de pecho, de esos que acaso el curso de la historia haga propicio escribir una columna, sino golpes de timón y golpes de efecto. Desde la toma de posesión del actual Gobierno hasta el presente el empleo de estas maniobras ha sido constante y sus resultados bastante ventajosos para sus autores.
Pongamos por ejemplo las recientes sustituciones de los titulares de los Ministerios de Justicia y Seguridad y de Agricultura. Aunque apenas se han dado razones para justificar los cambios, aparentan ser golpes de timón orientados a cambiar una situación desfavorable para los intereses del grupo dirigente. Los crecientes indicios de actos de corrupción ocurridos en esas carteras de Estado hicieron necesario adoptar una maniobra para modificar la circunstancia desfavorable y así anticiparse al “ataque” en ciernes (la inminente revelación de la lista Engel, la investigación fiscal en curso que podría derivar en un proceso penal) de sus rivales.
La fase tres del Hospital El Salvador ilustra otro golpe de timón. Al verse el grupo dirigente acorralado por lo superfluo de una infraestructura hospitalaria que se creó en previsión de una situación (masivos contagios de COVID-19 y desbordamiento de la red de hospitales) distinta a la real, decidió dar un viraje brusco y cambió el uso de la instalación sanitaria, que de pronto se convirtió en un megacentro de vacunación anti COVID-19.
Las recientes tensiones con el gobierno de Estados Unidos se enmarcan también en la táctica de los golpes del grupo dirigente. No es casualidad que en el actual estado de las relaciones entre los gobiernos salvadoreño y estadounidense aparezcan sombras chinescas tras la cortina. El grupo dirigente amaga con dar un golpe de timón en el orden de las relaciones exteriores salvadoreñas. Eso explica las tiranteces con personeros del gobierno estadounidense, el envío de millones de vacunas chinas a nuestro país y el proyecto de construcción del nuevo edificio de la Biblioteca Nacional a cargo de técnicos de la tierra de Confucio.
Lo curioso de esta propensión del grupo dirigente es que sus golpes de timón con mucha frecuencia trocan en golpes de efecto, en acciones que si bien sorprenden por lo inesperadas, desde el punto de vista fáctico no suelen ser muy efectivas, pues no resuelven el fondo de los problemas, e incluso mueven a risa por su carácter ridículo. Un ejemplo memorable de esta clase de golpes de timón que terminan por ser golpes de efecto es lo ocurrido en la sesión de antejuicio del exviceministro de Seguridad Arriaza Chicas. En esta el funcionario reveló que había renunciado in extremis a su cargo, con lo que el objeto del antejuicio se desvanecía en el acto. La acción fue celebrada por el Gobierno y sus partidarios como un gran movimiento estratégico, que dejó embobados a propios y extraños, pero visto en frío la maniobra no hizo más que comprometer la situación legal del funcionario por la incursión en más ilícitos. Un efecto semejante tuvo lugar con la sustitución del anterior presidente de la ANDA, luego de la gestión de la crisis del agua contaminada con algas. El titular de la ANDA renunció al cargo en lo que parecía un rodaje de cabeza por la mala gestión al frente de la autónoma, pero el funcionario en cuestión terminó nombrado comisionado presidencial para el agua, cargo que se creó ex profeso. Pero el epítome de todos, sin duda, tuvo lugar el 9 de febrero de 2020, cuando el golpe de mano que pretendía dar la figura presidencial terminó en un verdadero chasco, por el que aún su imagen sufre las consecuencias en el orden internacional.
Efectos no menos mamarrachos se advierten en los recientes giros. Que el titular del Ministerio de Agricultura abandone el cargo para pasar al de viceministro de Agricultura sería solo una acción rocambolesca si no fuera porque el propósito último e inconfesable de la maniobra es conservar el fuero del funcionario y evitar así su procesamiento por una Fiscalía que está fuera de la órbita del grupo dirigente. De la fase tres del Hospital El Salvador, destinado a ser el más grande de Latinoamérica y el único en la región construido para atender la epidemia de la COVID-19, podría predicarse un ridículo análogo ahora que ha devenido en centro de vacunación. De las grandilocuentes palabras y de las “maniobras estratégicas” a los golpes de efecto muchas veces apenas hay un paso de distancia.
Y muchas veces también la hábil propaganda sabe transmutar un simple golpe de efecto en un estratégico golpe de timón. Ese es el arte del trampantojo.