José M. Tojeira
La toma de posesión de la presidencia salvadoreña por parte de Nayib Bukele, ha sido interesante. Evidentemente a un presidente se le debe juzgar más al final que al principio. Pero el observar sus primeros gestos ayuda a entender su estilo y produce, según sea el observador, motivos de esperanza o de temor. En el caso del nuevo presidente, una serie de gestos y pequeñas decisiones muestran un talante libre, racional e independiente de un estilo demasiado acartonado, retórico e incluso hipócrita de nuestros políticos. El hecho de llegar sin corbata, le llamó la atención a algunos. Sin embargo, en un país en el que la mayoría de las personas o no tiene corbata, o tiene que pedirla prestada cuando le exigen que la lleve, es una pequeña muestra de libertad y coherencia con su gente.
Más interesante fue su discurso. Estamos acostumbrados a que en las grandes y oficiales concentraciones, nos aburran citando nombres y cargos oficiales de la gente importante que concurre a las reuniones. El nuevo presidente se dirigió directamente al pueblo que lo acompañaba. Y en vez de ofrecerle, como se suele hacer, grandes obras, les animó a participar a todos los presentes en la construcción de un El Salvador diferente, haciendo conciencia de que el asunto no es fácil. Algunos sectores le criticaron que no tuviera un discurso programático. A ellos les gustan las frases tipo Cristiani, cuando decía que iba a gobernar para los más pobres de los pobres, o las de Funes cuando prometía desaparecer la corrupción. Nayib, más sensato, se limitó a hablar de un futuro distinto. Ojalá lo consiga.
Después del discurso, ese mismo día, la primera decisión: borrar del muro de la tercera brigada de infantería en San Miguel el nombre de Domingo Monterrosa. Algunos periódicos que quieren aparecer como imparciales, escribían en sus columnas que alguna gente se alegraba de esa medida, pero que a los veteranos no les gustaba. Como si los veteranos tuvieran el mismo nivel de dignidad en la memoria y en el sentido de humanidad, que las víctimas del batallón que comandaba el mencionado militar. ¿Fue parcial Nayib al hacer eso? Simplemente fue racional. Mientras casi todos los países, que han tenido guerras sucias y han cometido desde sus ejércitos crímenes de lesa humanidad, han tenido ejércitos que pidieron pública e institucionalmente perdón, nuestra Fuerza Armada continuaba ensalzando al jefe de una batallón que cometió no solo una de las peores masacres del siglo XX en América Latina, sino varias masacres más. Y los comandantes generales de esa misma Fuerza Armada, fueran gente ligada a la derecha empresarial de El Salvador, o a una tradición revolucionaria, guardaban silencio. Honestamente, el hecho de que a Nayib le haya costado solamente unas horas tomar la decisión de borrar un nombre que recuerda una ignominia, habla muy bien de él.
La toma de posesión del nuevo presidente tiene, algunos signos que tenemos que calificar como positivos. Le quedan por delante los grandes retos del país. Y todavía más difícil, le queda sortear los obstáculos que sin duda, le irán poniendo unos liderazgos opuestos a todo cambio que implique sacrificio personal o una mayor democratización del país. Los sectores económicos conservadores, más preocupados de sus ganancias que del bien común, no quieren una democratización de la riqueza. Basta ver el tema del agua, un bien de todos y para todos, un verdadero derecho humano, que un sector pretende que sea un bien comercial antes que un bien común. Tampoco los políticos con cultura autoritaria y negociadora de su propio bienestar, le pondrán las cosas fáciles a ese futuro distinto del que nos habla el nuevo presidente. Ellos, a pesar de estar en muchos aspectos obsoletos, quieren seguir mandando y enriqueciéndose con la política e incluso gente como la de FUSADES, le puede poner problemas, igual que se los pone a la gente.
No podemos olvidar que ellos patrocinaron el empobrecedor consenso de Washington en El Salvador, o que ahora apuestan veladamente por defender a criminales de lesa humanidad, oponiéndose a una orden que con todo derecho ha dado a la Asamblea Legislativa la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Un Nayib libre frente a todos ellos le vendrá bien al país.