Ing. Everardo Mejía
Otra vez observamos columnas de activistas de derecha en las calles y vuelve a nuestra mente el análisis del cambio cultural, troche en cuanto a saber las motivaciones de estas personas, recipe que conminados a voluntad, efectúan tareas cuyos resultados les serán contraproducentes; será que desconocen que contribuyen a labrar la estaca donde tradicionalmente los ha mantenido la derecha oligárquica o será que a falta de un hueso, lo que sea, es un avance para mitigar las carencias ancestrales, donde han sido acorralados, a fin de mantenerlos en una situación de moderna esclavitud.
Resulta que analizando otros sectores de la población, que experimentan un cambio cultural, representan una verdadera tragedia para los grupos del poder económico, quienes ven en el despertar del pueblo, la mengua de sus intereses y la pérdida de capacidad de dominación, porque estos sectores están cambiando sus valores y principios inmersos, que los faculta para analizar las coyunturas y los posibles resultados futuros, que afectarán sus intereses o los ayudarán al buen vivir, dependiendo de la opción que tengan a bien tomar. Qué pena le ocasiona a la oligarquía, ver que cualquier mestizo, del populacho, tiznado salido debajo del comal, está ahora en cargos públicos, robando comisiones por realizar proyectos, cuando antes esos cargos y los robos inherentes, estaban reservados a criollos, militares y señores de alcurnia; si no roban, les causa mayor pena, por las oportunidades desaprovechadas, pero mas por los valores culturales alcanzados.
Se forman nuevos ricos y personas cualesquiera expresan capacidades para formar y dirigir empresas exitosas; que dura realidad para la oligarquía, vivir el nacimiento de nuevos ricos y sus empresas, que no son parte de las argollas tradicionales. Nuevos valores culturales alejan al pueblo de la esclavitud mental, del televisor, del acomodamiento y del temor al cambio.
Día a día observamos el nacimiento de hombres nuevos en su conducta y percepción del medio, antiguos paradigmas perecen y emergen otros que los reemplazan. Si antes la oligarquía dijo en forma mal intencionada, que las manifestaciones por los derechos humanos consistían de vagos, prostitutas y delincuentes, a los cuales se debía colgar de los árboles del Parque Cuscatlán, ahora se tienen manifestaciones de médicos que protestan porque se ha limitado el robo de medicinas y porque no se les paga el tiempo que trabajan en sus clínicas privadas. Después de 25 años, la dignidad de los ex guerrilleros se ha ido solventando en el imaginario colectivo, a tal grado que se tienen en alta estima a quienes ahora no piden nada, a cambio de lo hecho, porque fueron motivados por claras convicciones de servir a las causas populares, que dieron como resultado un salto cuantitativo hacia la mejora de la democracia representativa y ahora estamos en camino a la democracia participativa.
Los pueblos originarios también estamos retomando el orgullo de tener sangre de Anastasio Aquino y Feliciano Ama, así como reescribir la historia de los sucesos de 1932, por parte de los vencidos y asesinados. Mención especial merece el esfuerzo de rescate de los valores culturales ancestrales, que está realizando el Ballet Folclórico de El Salvador, con sus estudios de las fiestas indígenas, cofradías y representaciones de eventos comunales, actualmente concluidos con una magistral presentación de actividades típicas de la zona occidental del país y el inicio del estudio de las actividades típicas de la zona oriental. Se percibe un cambio cultural, en cuanto que hace años fue normal el pensamiento colectivo de ver con agrado que la clase pulida, los chelones y ‘’gente de bien’’, fueran los representantes políticos de las masas, que cometieran robos, se atribuyeran derechos e hicieran lo que se les antojara, en detrimento del pueblo.
Fue normal que la democracia se limitara a las elecciones amañadas y chistosas las formas en que don fulanito trataba con desprecio y malas palabras a sus colaboradores. Pero el tiempo avanza y con él los cambios, ahora un trabajador, ante un patroncito insolente, sabe que no le saldrá sangre azul, sino roja igual a la suya.
Al final de mis razonamientos, sentí pena porque aún existen en nuestro pueblo estas personas que hacen tareas de construir sus propias cadenas y celdas donde permanecen esclavizados, mientras otras personas, en número cada vez mayor, le están dando vuelta a la tortilla, para que se cocine muy bien.