Oscar A. Fernández O.
La democracia según define el diccionario Larousse es “Régimen político en el cual el pueblo ejerce la soberanía por sí mismo, no rx sin mediación de un órgano representativo o por representantes intermediarios” pero de manera estrictamente legal. F. Tena Ramírez (2009) dice que “democracia significa que la voluntad representada en el orden legal del Estado es idéntica a las voluntades de los súbditos” y al ser difícil si no imposible que las voluntades coincidan en su totalidad, la democracia “admite como expresión de la voluntad general la voluntad de la mayoría”.
En el sistema electoral de mayoría simple o relativa se acredita el triunfo en las elecciones al candidato que haya obtenido el mayor número de votos. Así, un candidato resultará ganador si recibe por lo menos un voto más que cualquiera de sus adversarios: cada partido presenta un solo candidato y de la competencia emerge un solo ganador. Este sistema se conoce también con el nombre de “sistema del que primero llega a la meta”, lo cual resulta justo y democrático, entendiendo que son las mayorías las que deciden, aunque el gobernante electo deba gobernar para todos, incluyendo los que no votaron por él. El formato clásico de la segunda vuelta consiste en que si en la elección ningún candidato logra conquistar la mayoría absoluta, entonces se celebra, ocho o quince días después, una segunda ronda en la que sólo compiten el primero y el segundo lugares de la primera elección. En El Salvador, se acostumbra esta forma, que dicho sea de paso, exige mayores gastos al Estado. Se calcula off the record, que tal trámite “democrático” no baja de los veinticinco millones de dólares, y todo para repetir el triunfo del FMLN, que ni en el peor de los escenarios puede ser superado, calculando esto matemáticamente.
Se alega repetidas veces, como argumento central para darle soporte a “las segundas vueltas”, que este mecanismo asegura la “gobernabilidad democrática”, como si la gobernabilidad es directamente proporcional al número de votos. Poco serio como argumento político, pues la gobernabilidad como se nos ha hecho creer, es un invento del mercado, sobre lo cual éste asegura su reproducción sin sobresaltos. No tiene nada que ver pues, con la estabilidad y desarrollo de los pueblos; no tiene que ver con reparar la tremenda factura social provocada por el modelo neoliberal ahora en crisis; no tiene que ver con sanear al Estado de la corrupción secular que le ha caracterizado. No tiene que ver con el bienestar y seguridad de la gente común y corriente, porque el Derecho, es orientado para proteger el modelo económico, que a su vez es una decisión política de las oligarquías burguesas.
Si por el contrario redefinimos gobernabilidad en función de una democracia participativa y entendemos que la primera, un valor del sistema de gobierno para con el sistema gobernado, ha de significar las políticas públicas que den respuestas adecuadas a los problemas reales de la colectividad, entonces, gobernabilidad se refiere a la interacción entre gobernantes y gobernados, entre capacidades de gobierno y demandas políticas de gobiernos que representan al demos.
En los sistemas presidencialistas como el nuestro, uno de los importantes efectos del sistema de mayoría simple para la elección presidencial, es que tiende a minimizar —probabilísticamente— los problemas de gobierno del Presidente. Bajo una fórmula de mayoría simple en la elección presidencial, el electorado tiende a desarrollar actitudes de “voto estratégico”, mismas que lo llevan a evitar “desperdiciar” su voto por partidos, que no tienen posibilidades de triunfo y, tendencialmente, dar su voto a alguno de los dos punteros en la elección.
En oposición, si la receta de segunda vuelta sólo se aplica en la elección presidencial (pues resulta imposible hacerlo de otra forma), el elector –siguiendo el supuesto de que no dividirá su voto tendencialmente- votará por su primera preferencia en la primera vuelta sin importar sus posibilidades de triunfo, y en el entendido de que enfrentará un nuevo dilema en la segunda vuelta. Lo anterior implica que un sistema de dos vueltas que se aplica únicamente a la elección presidencial, no concentra preferencias en la primera vuelta. Más bien tiende a dispersarlas. Dicho de otro modo, en un sistema de dos vueltas, la primera vuelta tenderá a fragmentar, en términos probabilísticos y no determinísticos, el voto de los ciudadanos. (Carrillo: 1998)
“La segunda vuelta se hace necesaria para superar un resultado de empate técnico”, aseguran sus defensores. En cuanto a éste tópico habrá que cuestionarse si efectivamente un “empate técnico” rompe con la función y objeto de las votaciones, y si en última instancia podría darse un resultado semejante, es decir, que en la segunda votación los resultados fuesen igual o más cerrados que en una primera. Por último, ¿es un empate técnico haberle ganado a ARENA por diez puntos porcentuales, y haberles derrotado en el 80% del territorio nacional? Recordemos que el actual Presidente Funes, triunfó sobre su contrincante arenero por un poco más de sesenta mil votos y su gobierno no tiene precedentes en materia de desarrollo social, a pesar del boicot criminal de la cúpula oligárquica empresarial fascista.
“La segunda vuelta es para dotar de mayor legitimidad y fuerza al gobernante”, se estila decir. Como anteriormente explicábamos, legitimidad es la relación entre gobernante – gobernado, y no se manifiesta en el número de votos, sino en la representación que tenga el partido ganador del poder ejecutivo en el legislativo o en las alianzas políticas con que éste trabaja. Al darse esa situación, el ejecutivo contará con el respaldo del legislativo y por ende del electorado.
Como país democrático, que camina a la consolidación de esta forma de vida, tenemos un proceso para elegir a nuestros gobernantes, siendo el medio para ello el voto popular. En la segunda vuelta se vulnera la capacidad democrática de nuestro elector, además de la degeneración del voto.
Cuando no se logra entender la sinfonía de la democracia o por el contrario se trata de componer una en función de los intereses oligárquicos burgueses, como la que defiende arena, en donde el pueblo es sólo un instrumento manipulado, “…cunde la frustración entre los políticos tradicionales, el debate se concentra en una simplificada controversia y progresa la confusión, pues disminuye la posibilidad de ver el riesgo que implica estos métodos concebidos en cuotas de poder” (Nohlen: 1993)
La técnica de segunda vuelta provoca la fragmentación del sistema de partidos y de la representación política en la Asamblea Legislativa. El resultado, es presidentes electos por mayoría absoluta, pero se tiende a minimizar el contingente legislativo del Ejecutivo. A menor contingente legislativo del Presidente, tiende a aumentar el número de partidos que tienen que cooperar con él y su partido, complicándose así la dificultad de construir coaliciones legislativas que faciliten el gobierno. Esta es la trampa.
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