Mauricio Vallejo Márquez,
Escritor y coordinador Suplemento 3000
Al parecer no era mentira aquel sermón que nos daban los mayores, cuando afirmaban que los años pasan. Quizá aún no andamos apoyados por un bastón, pero los tiempos van cambiando, nuestros rostros igual. Y con pena, todos aquellos amigos de la juventud se van quedando en el recuerdo. Algunos por su voluntad, otros porque ya no están entre nosotros. La muerte es algo sin remedio, llega puntual y nos dice que con lo corta que es la vida es un verdadero pecado la tristeza.
Conocí a Rafael Reyes al final de una clase cuando estudiaba Derecho. No sabía en ese momento que había sido del Rockers Club y que escuchara Metal o que era el hermano de Jade. Sólo sabía que el tipo al ver que se me había pasado la hora no tenía forma de regresarme a mi casa, por lo que me dio aventón. Todo el camino procuró evangelizarme y contarme cómo le había cambiado la vida la Iglesia. Mientras lo oía recordaba lo vulnerable de nuestras adolescencias, muchas veces sin dirección tomando con facilidad la bebida, el tabaco o la piedra como la única razón de la felicidad y sus conexos. Triste. Pero Rafa, estaba feliz, se le veía feliz. Me hablaba con felicidad de su juventud, de lo mucho que le gustaba el metal, pero que en ese momento ya no le daba mucho por oírlo. A veces cuando vamos sumando décadas me da por lo mismo, pero siempre vuelvo a escuchar algo de Heavy metal y me sigue pareciendo agradable.
Con los años le perdí de vista. Llegó a Diario Co Latino y me preguntó si podía colaborar enviando notas deportivas. Creí que llegaría pronto, pero las semanas pasaron y no volvió por la respuesta. Después se volvió a perder y de la misma forma esperé años para verlo de nuevo, con la misma casualidad con la que lo encontraba en los pasillos de la UTEC, conversaba con una persona en las mesas que se encuentran cerca de la antena en el Centro Comercial San Luis. Se acercó a hablarme, él me vio primero. Me contó que siempre andaba en «la jugada», que estaba trabajando y esas cosas de la cotidianidad. Nos sentamos un rato a conversar y nos despedimos con la promesa de volvernos a ver un día.
Cada vez entro menos en Facebook, tengo otras prioridades. Pero el miércoles entré y m dio curiosidad por ver las notificaciones. Dos amigos (Yitzack Montoya y Nelson Menjívar) hablaban de la partida del «Queso», cuando vi la foto de Rafa. El mismo Rafa con el que estuve conversando hace unos cuantos días, ese que me encontraba por casualidad, que leía mis escritos cuando comenzaba a publicar, ese que me daba aventón hasta mi casa. Una tormenta de recuerdos me hizo dar muchos giros, sobre todo asociándolo a aquel roquero que llamaban el Queso y que yo sólo conocía de oídas porque era el hermano de la Jade.
Pero así es la vida, la muerte llega. Poco a poco muchos de esos amigos de antaño se van despidiendo, y uno sólo espera la hora en que tendrá que partir. Definitivamente es un pecado la tristeza con lo corta que es la vida.