LA ÚLTIMA LLUVIA

Eva Luna,

escritora joven

La luz del día entra delicadamente a través de las persianas blancas, el niño se limita a reproducir un suave quejido al sentir los rayos del sol tocar suavemente su piel.  A su lado está una pila de cuadernos llenos de historias incompletas, aunque tartamudee y se trabe al hablar es extraordinario al escribir;  debido a su don él ha preferido encerrarse en mundos de fantasía que el mismo ha creado para olvidar al podrido y tóxico mundo en el que le ha tocado vivir.

Aunque él no fue el culpable de deteriorar la tierra, le ha tocado afrontar las consecuencias, le ha tocado ver a amigos y familia, entre estos a su propia madre y padre, morir a causa del virus, que ni siquiera él puede pronunciar bien; el virus, ha producido tanta devastación ya que se combinó con toda la contaminación que produjo el ser humano con el pasar del tiempo.

Abre sus ojos finalmente, están hundidos y vacíos, carecen de brillo y esperanza, ojos que han visto demasiado a su corta edad, él apenas es un niño, pero ya ha perdido la infancia. Se levanta, es escuálido, solía ser ágil como un gato, pero todas las fuerzas las ha perdido gracias al virus que finalmente vino por él. Su cabello es negro como el carbón y está grasoso, debido a todos los días que ha pasado sin bañarse.

Se dirige a lo que alguna vez fue una cocina, pero ahora lo único que tiene de cocina es el nombre, allí se encuentra en un rincón, lleno de polvo, un depósito donde solía mantener el agua. Lo abre, pero está vacío, él sabía que esto pasaría, pero prefirió esperar a que el agua se acabase para tomar una acción. Su garganta se encuentra seca y arde debido al virus y el asfixiante calor no le ayuda, él ya está acostumbrado al calor abrazador debido al calentamiento global que con los años se ha hecho más evidente, pero hoy estaba más insoportable.

Se levanta la camisa para verificar si el virus ha avanzado, efectivamente la mitad de su cuerpo está repleta de manchas moradas, le causa gracia e interés que las manchas se extiendan por su cuerpo con un ritmo, un espacio con una mancha morada, otro no, un espacio con otra mancha morada, otro que estaba en blanco, tal cual tablero de ajedrez. Le preocupa que el virus avance por su cuerpo tan rápido como el agua; recuerda como a su madre le tomó meses que las manchas lograran extenderse por la mitad de su cuerpo, él apenas lleva con el virus una semana y éste ya lo está consumiendo completamente. Decide hacer una rabieta, tirarse al suelo, gritar, llorar con las limitadas fuerzas que todavía tiene, se pregunta por qué le ha tocado sufrir esto, quiere quejarse con alguien, echarle la culpa a alguien, pero no puede hacerlo, ya que todos se han ido.

Después de hacer su berrinche, sin saber totalmente a quien fue dirigido. Decidió concentrarse en el problema que más lo aterrorizaba, la falta de agua. Hace días había ido al río cerca de su casa, éste estaba totalmente seco. Recordó la lluvia, pensó en lo dichoso que sería si lloviera, podría recolectar agua sin ni siquiera caminar un kilómetro, la idea lo llenó de alegría, pero sabía que nunca pasaría, no llovía desde hacía muchísimo tiempo, no había probabilidades que comenzara a llover ahora mismo ni nunca.

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Amaneceres de temblores y colores. Fotografía de Rob Escobar. Portada Suplemento Cultural Tres Mil. Sábado,16 noviembre 2024