Luis Arnoldo Colato Hernández
Educador
Hacia el final del proceso independentista las colonias centroamericanas abrazaron en un primer momento la unidad del istmo, un recurrente experimento que se repitiera en varias ocasiones en el ánimo de concretarlo.
El punto es que a pesar de ser aquel el camino natural a seguir, nunca fue posible el cristalizarse.
Intereses particularmente oligarcas de cada provincia impidieron la concreción del sueño de la unidad, habiéndose impuesto la agenda local de estos en detrimento del interés común.
Porque, ¿que supone la unidad?
Al aumentar el volumen territorial que se gestiona, los consecuentes recursos naturales y la masa poblacional que la ocupa, las proyecciones de crecimiento económico son teóricamente también mayores, en relación al proyecto administrativo que se adelanta, y que detenta como propósito la gestión del interés común.
Por supuesto en el entendido que la legislación sea un baremo irrestricto en cada provincia; por otro lado, cuando las condiciones culturales y territoriales favorecen tal proyecto lo que hace falta es la llana voluntad política para concretarlo.
Fue justamente ése el elemento que faltara entonces para fundir en una entidad política al territorio, y la población que lo ocupa en una nacionalidad común respetando sus particularidades locales.
Esto porque el proyecto fue simplemente erosionado desde dentro por las élites provinciales que vieron en la federación una amenaza a sus intereses, por lo que se aliaron entre sí para evitar su concreción negándose a obedecer los dictados de la administración central debilitándose, abandonando a su suerte las instituciones nacidas de esta, con lo que la autoridad real de la gestión se limitó desde su nacimiento a apenas formalismos intrascendentes sin ningún efecto práctico en los territorios.
De este modo la población no se sentía representada por aquella, por lo que no les fue difícil a los poderes locales provocar la desobediencia y el desorden.
La historia no se sucede porque sí, tras ella existen causales, por lo que nada es al azar y si todo consecuencia de; en tal sentido suponer que la disolución de la federación centroamericana se corresponde con el ánimo de lograr como algunos han afirmado “la verdadera independencia” donde cada estado nación se gestiona a sí mismo es distorsionar los hechos, pues la desunión sólo favoreció a las élites locales que de ese modo ejercen control directo de las administraciones políticas de sus países, para enriquecerse parasitando al estado y expoliando a la población.
Esto es historia común a cada nación centroamericana, y de hecho a cada nación latinoamericana.
Ahora nuestro ejecutivo nos habla de concretar la unidad del istmo, lo que supone una gran capacidad de diálogo y estima por la norma vigente, elementos de los que carece, por lo que debemos tomarlo como otra más de sus propuestas improvisadas, sacadas de la manga, pero sin haberse realmente pensado, sin más ánimo que el de ganar titulares: “…miren lo intenté, pero no quisieron, ellos tienen la culpa”.
Lo cierto es que la historia nos brinda lecciones valiosas que, al no atender, nos arrollarán por su peso.